Belen de la peña de la Pava, en una imagen de archivo. Nacho García / AGM
La Murcia que no vemos

El belén de la Pava: barómetro social

Jueves, 5 de diciembre 2024, 13:45

Entre las muchas ocupaciones que entretienen al diestro Pepín Liria se encuentra la de pastorear un entrañable rebaño de ovejas. Así lo hace desde hace ... años cada Navidad, acompañado por los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, quienes observan la escena en improvisados tronos de enea, luciendo chaleco huertano él y refajo de lujo ella.

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Son algunas de las figuritas del excepcional belén de la peña Huertana la Pava. Como cada año, la iglesia-museo de San Juan de Dios se convierte por unos días en una Murcia diminuta y castiza que condensa sobre el tablero monumentos, paisajes huertanos y oficios remotos. Si aspira a ser algo en esta ciudad, no busque que lo nombren concejal. Eso ya no tiene mérito, hombre. Mucho más trascendente es que lo inmortalicen en este belén.

Para que no falte nada, incluye hasta procesiones de Semana Santa y el desfile del Entierro de la Sardina, con sus hachoneros y cabezudos. Y murcianos ilustres. Unos, por su ocupación pública o por formar parte de la historia murciana. Otros, por la pertenencia a la peña que cada año, desde 1980, nos regala el belén. Pero todos son fruto de la gubia del afamado escultor, también murciano, José Hernández Navarro.

Entre los personajes que incorpora figuran aquellos que la peña distingue con su galardón 'Pastor del Año', que reconoce el impulso a las tradiciones murcianas. Alcaldes, restauradores y populares artistas parecen pulular entre maquetas de la Catedral, el palacio episcopal, el santuario de la Fuensanta y no pocas parroquias. Hasta el escultor Salzillo está presente en su taller.

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- Y entre tanta gente principal, ¿no lo han moldeado a usted?

- Pues no señor. Lo que evidencia el buen gusto del amigo Pepe.

Con los belenes murcianos nos pasa como con los hijos: que nadie tiene uno feo. El mejor belén siempre es el que adorna nuestra casa. Aunque sea de aquellos diminutos que llamaban de «huevo frito» por la característica aureola de la cuna del Niño. Unos prefieren a Almansa o a Griñán. Otros a Galán, Serrano, Ramírez… elijan ustedes.

La tradición parece a salvo. Cosa inaudita en esta tierra que dejó perder su pimentón y su seda, su hermosa huerta y tantas cosas que da pena recordar. Pero los belenes y nacimientos aguantan. Proliferan en muchos hogares, en los escaparates, en el palacio del obispo y en San Esteban, en algunas plazas, centros culturales, o en el Ayuntamiento, donde hogaño exponen una Sagrada Familia de Salzillo.

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Y ahora viene lo bueno: ¿cuál es el mejor belén para visitar? Peligroso bancal donde meterse. Hay apasionados por el que Vicente Sánchez construye desde hace años en Casillas con más de 600 piezas animadas.

Tampoco faltan adeptos para los que algunas parroquias instalan, con no poco esfuerzo de los parroquianos. Este año levanta el Consistorio otro de arena en la plaza de la Paja. Y hasta seis más disfrutarán los vecinos de Puente Tocinos, incluido el de su Casa del Belén.

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Este oficio, por volver a la Pava, encuentra su más fiel custodio en el maestro Pablo Monteagudo, uno de los encargados de montar el belén que se inaugura el próximo 13 de diciembre. Si quieren ustedes degustar los misterios de la Navidad ambientados en la huerta tendrán que dejarse caer por allí.

La veda de los excesos navideños, tan a menudo agradables, queda abierta. Que pierda toda esperanza quien observe alguna dieta, lo menos hasta que pasen los Reyes, que por algunos hogares casi pasarán de largo vista y sufrida la carestía de la vida.

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Pero, de momento, entre aromas a cordial, a torta de Pascua y a mistela, volvamos a entonar la banda sonora de la Pascua murciana, que es el aguilando, con aquellos fantásticos estribillos religiosos tales como «¡Digamos con alegría, la Virgen de la Fuensanta vaya en nuestra compañía!». O aquellos otros no menos originales: «Digamos con alegría, las mozas quieren casarse… ¡Yo también me casaría!».

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