¡Apunten, apunten!: Bienes Turísticos
Me pide un gentil lector, tras leer mi artículo sobre esos bienes de interés celestial que son los 'pastelicos' de carne, que componga una curiosa ... lista. Acepto el reto, por no discutir con estas calores. Se trata de una relación de los Bienes de Interés Turístico que la consejería debería impulsar, aparte de los que tenga pensado nombrar.
La tarea, en lo tocante a la gastronomía, es harto complicada. A Murcia se le puede hincar el diente por cualquier sitio: siempre sabrá a gloria bendita. Eso ocurre con los llamados caballitos de Franco del bar Almudí, junto al histórico Mercado de Verónicas donde, por cierto y en la moderna taberna del mismo nombre, hay otro bien de los gordos: los caballitos de cigala de Samu. O los boquerones que aliña dentro de la plaza Juan, 'El Picaor', cubriéndolos de orégano mientras despacha quintos helados, que nadie sabe cómo en tan poco espacio de cantina puede refrescar tantos.
Siguiendo la calle del Pilar, camino de San Antolín, atesora el bar Guinea unos champiñones en salsa que muchos degustan viendo la fachada de la parroquial donde vive el Perdón y añorando la mañana magenta, que no hace falta decir cuál es.
Otros, en esa bipolaridad murciana tan sabrosa, prefieren ir a la calle de las Angustias, donde a nadie le da ninguna pues allí Luis de la Rosario despacha su vermú antiguo y las cebollicas dulces con la anchoa en 'to' lo alto. ¡Apunta, apunta Turismo dos Bienes de Interés Turístico con mayúsculas!
Desconozco si las habas recién cortadas cumplirán los requisitos. Pero seguro que sí lo hace un buen conejo al ajo cabañil o con tomate, de los que prepara el Pencho y el Molinero, en plena huerta. Y allí, a dos pasos, crecen las 'pavas' de La Arboleja para luego hacerlas sublimes con arroz, boquerones, habas y trocitos de patata frita.
Parece que puedo oler aquel otro arroz de mi abuela, con sus rodajas de ajo, su perejil y sus boquinegros, como toda la vida se cocinó en la huerta. O el de Perdiz, que bordan y rebordan en Los Cazadores de Corvera. ¿Y el embutido del Cherro, las morcillas del Pancho o la olla de cerdo del Torremolinos? ¿Son o no son grandes Bienes de Interés Turístico de esos?
–¿Y las rechigüelas del Alias?
–Eso es ya 'la fin' del mundo.
Si extiendo la mirada y mi hocico adiestrado al resto de la Región no acabaría este artículo. ¡Ah, que no se me pase! Si declaran como bien la espléndida Floración de Cieza que hagan lo mismo con sus insuperables olivicas 'partías' y los caldos de Bullas, Jumilla, y Yecla. Y de estas últimas, sus gazpachos. O los cabritos del Norte de la Región, dicho sea sin intención de faltar. O la dorada y el mújol de la Encañizá. El caldero de Santa Lucía o el del Mar Menor. ¡Ay, esos langostinos y esas gambas rojas, de a quilo, que adornan las vitrinas del Gran Rhin!
Ya no citaré, aunque bien podría, ese monumento humeante que son los michirones o el más delicado paparajote con sus coloretes de canela. Ahora que lo menciono, si acaso viera tanta exquisitez reconocida por una Ley, lo más probable es que me diera, por lo inaudito del caso, un paparajote. Pero en su acepción de vahído o angustia repentina. Espero que me pille en la calle Angustias, donde el Luis de la Rosario...
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