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Historias ocultas entre los nichos de las pedanías
El origen de los cementerios actuales se remonta al año 1787, cuando Carlos III ordenó que se construyeran en los extrarradios de las ciudades
Rendir honor a los muertos es una costumbre ancestral que miles de murcianos practican estos días en los 34 cementerios que se reparten por el término municipal. Pero muy pocos se preguntan cómo y por qué surgieron esas pequeñas ciudades del silencio, apartadas de los núcleos urbanos, en las que también se escribe, más allá de la muerte, la historia de los vivos.
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El origen de los camposantos actuales se remonta a 1787, cuando una orden de Carlos III estipuló que debían construirse a las afueras de las ciudades, delimitados por un muro perimetral. La medida surgió como una solución a los problemas de salud pública que originaba enterrar cuerpos en los aledaños de las iglesias. A raíz de aquella orden, surgieron en Murcia dos cementerios. El de Puerta de Orihuela y el de Puerta de Castilla, ambos clausurados un siglo después, en 1887, con la inauguración del municipal Nuestro Padre Jesús.
Murcia cuenta con 34 camposantos y solo el de Nuestro Padre Jesús es de titularidad municipal
Casi inmutables a todo aquel proceso permanecieron los cementerios en las pedanías, muchos de ellos construidos antes de que Carlos III emitiera aquella Real Cédula. Lejos de quedar absorbidos por los camposantos municipales, se mantuvieron en pie por la necesidad de tener un lugar cercano en el que poder dar sepultura a los seres queridos, «en una época en la que trasladar en carro a un muerto hasta el cementerio de la ciudad era una misión imposible», relata María José Muñoz, doctora arquitecta y autora de una tesis en la que estudió en profundidad los camposantos.
El cementerio de Monteagudo es el que más elementos conserva de su estructura original
El de Llano de Brujas es un ejemplo claro de ello. A tan solo cinco kilómetros del centro de la ciudad, este cementerio de titularidad eclesiástica se construyó porque incluso el más cercano, el de El Esparragal -cuyo origen se remonta a 1795-, quedaba también muy retirado para los vecinos de la zona. El de Llano de Brujas es también un ejemplo de los litigios que han surgido a raíz de la titularidad de los terrenos en los que se ubican estos camposantos, cedidos en un principio por algún vecino pero que, en algún momento de la historia y aprovechando que no existían escrituras, fueron inmatriculados por la Iglesia.
El político Antonete Gálvez yace en Torreagüera y el periodista Martínez Tornel descansa en La Alberca
Mucho se ha hablado sobre la gran urbe que es en la actualidad el cementerio Nuestro Padre Jesús; pero muchas son las incógnitas que giran en torno a los camposantos que se erigen en las pedanías. Al igual que las ciudades, también ellos han ido ampliándose, creciendo y cambiando con el paso del tiempo. Sin embargo, «hay muy pocos datos sobre su desarrollo y gestión a lo largo de los años», continúa. A nivel arquitectónico y estilístico, es el cementerio de Monteagudo el más curioso, cuenta Muñoz, «porque conserva gran parte de su recinto original y además tiene la particularidad de estar ubicado en una ladera».
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Las urbes de la muerte
Estas urbes de la muerte se planificaron en sus orígenes con esquemas sencillos, en su mayoría cuadrados y rectangulares. Las necesidades poblacionales hicieron que se fueran ampliando, llegando algunos de ellos a abarcar dimensiones mucho más grandes a las que tenían en sus comienzos, como ocurre con los de El Palmar, Guadalupe o Aljucer.
Fue en esos terrenos añadidos donde surgieron los nichos como una forma de optimizar el espacio. «Así que funcionan como las ciudades, tienen sus calles principales que son más caras y espaciosas, y otras zonas para las familias menos pudientes». Además, también en todos ellos hay un osario: la fosa común a la que van a parar, cinco años después del fallecimiento, los huesos de las personas sin recursos a las que dan sepultura las parroquias.
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Al estar gestionados por estas, no existe ningún registro o documento común que asesore sobre las particularidades de los cementerios de las pedanías. Su historia no se ha puesto en valor, como sí hizo el Ayuntamiento de Murcia con el cementerio Nuestro Padre Jesús, que ofrece al usuario rutas para realizar visitas guiadas y conocer a las personalidades ilustres que yacen en él.
Más allá de la constancia de que el político Antonete Gálvez está enterrado en el camposanto de Torreagüera, y que en el cementerio de La Alberca descansa el periodista Martínez Tornel, ni el Consistorio ni la Diócesis de Cartagena saben realizar apunte alguno sobre sus muertos más relevantes.
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El camposanto municipal tiene su propia ordenanza. El funcionamiento de los sepelios en el resto depende de la parroquia a la que pertenezcan. «Lo que genera una serie de distorsiones entre ellos. Algunos incluso están en manos de un grupo de hombres buenos». A nivel legal, los camposantos eclesiásticos siguen regulados por un decreto de 1974, previo a la Constitución Española, por el que se aprobó el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria; al que la Comunidad añadió unos cinco artículos en una orden de 1991.
El obispo oficiará una misa con concierto en Nuestro Padre Jesús
El día grande de Todos los Santos se conmemorará mañana en el cementerio Nuestro Padre Jesús con un concierto del grupo Miskorus, compuesto por un violinista, un pianista y una soprano. La cita musical será a las once de la mañana, aunque posteriormente, el grupo también acompañará la misa de las 12 horas que el obispo José Manuel Lorca Planes oficiará en la calle principal del camposanto. Precisamente sobre los usos culturales y lúdicos de los cementerios de titularidad eclesiástica se pronunció ayer Lorca Planes a través de un comunicado, en el que prohibió dichas actividades. La prohibición se adscribe a todos los cementerios de las pedanías, pero no al municipal en el que dirá misa.
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