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Los gorrillas proliferan en Murcia dos años después de la ordenanza que los ilegalizó
La presión policial que trajo consigo la nueva normativa no acaba con un fenómeno que sigue presente en las principales zonas de aparcamiento
Casi como el Guadiana: a veces hay más, a veces menos, pero, en el fondo siempre están, y basta con dar una simple vuelta para comprobarlo. Los gorrillas que pueblan las principales zonas de aparcamiento del centro de Murcia han batallado estos dos últimos años contra la pandemia y los consiguientes confinamientos –ya lejanos en la memoria–, circunstancia que redujo durante un tiempo sus posibilidades de obtener recursos mediante la obtención de propinas. Pero también han tenido que burlar la ofensiva emprendida por el Ayuntamiento contra esta actividad hace ya casi dos años y medio. Fue a finales de enero de 2020 cuando entraba en vigor la llamada Ordenanza Reguladora de Determinadas Actividades o Conductas en el Espacio Público.
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Pese a este eufemístico nombre, la norma tenía como principal objetivo el de combatir este fenómeno tan denunciado por los conductores, a través de dos vías: la de la identificación y sanción y la de la incautación del dinero obtenido. Pareció en un primer momento que el número de aparcacoches se reducía e, incluso, desaparecía de ciertos puntos. Pero pasado el tiempo, y de la mano de su capacidad de adaptación y de una climatología benigna, estos pedigüeños han vuelto a hacerse con sus territorios tradicionales. Regular ciertas conductas no es siempre garantía de que se puedan erradicar o reducir notablemente, más aún aquellas que son especialmente resistentes por estar enraizadas en problemas sociales como el de la pobreza, las situaciones legales irregulares o de las adicciones.
Había ayer gorrillas a primera hora en el entorno de la Jefatura Provincial de Tráfico. «Aquel es nuevo; esta mañana son pocos; a veces hay más e, incluido, por las tardes aumentan porque hay mayor presencia policial», señala Salvador, que posee un negocio en el entorno. «Aquí, en Centrofama, el nivel es el mismo que hace unos años; están organizados para repartirse lo que recogen y no son especialmente problemáticos, aunque a veces aparece alguno nuevo borracho y la arma», apunta Guillermo desde la administración de loterías, asegurando que algunos de los clientes más mayores confiesan tener miedo a estas personas. «La verdad es que esta es una de las zonas más complicadas», señala un controlador de la ORA, explicando que ha tenido que lidiar a veces con las quejas de conductores cabreados por tener que pagar doble tasa: la del aparcacoches y la de la zona azul.
Los comerciantes señalan que la situación no ha aflojado o «está peor» que antes de la pandemia en San Esteban y Centrofama
«En San Esteban estamos casi peor que antes de la pandemia: hay los mismos o más, se pelean a veces entre ellos y el otro día tuvo que venir la Policía porque se dedicaron unos cuantos a golpear algunos coches», señala Mari Carmen, mientras observaba desde su quiosco a los cuatro jóvenes que, cobijados bajo la sombra de los árboles aguardaban a recibir unas monedas de aquellos que acababan de estacionar. El entorno de Carmelitas, en la calle Santa Joaquina Vedruna, frente al río Segura, es otro de los puntos calientes donde se concentran en gran número estos pedigüeños, al igual que en el disuasorio del Malecón, con la diferencia de que esta es una zona donde el aparcamiento no está regulado.
«Llevo dos meses haciendo esto porque no tengo otro trabajo; me ayuda quien quiere, sin presión», dice un inmigrante senegalés
No falta tampoco su presencia al lado de equipamientos o centros sanitarios como La Vega, el Morales Meseguer y La Arrixaca. El entorno del principal hospital de la Región de Murcia reflejaba ayer una situación mejor, en este aspecto, que la que presentaba tiempos atrás, aunque podía divisarse algún gorrilla en el parking disuasorio gratuito surgido de manera informal, junto al campo de fútbol de El Palmar, tras la retirada de la concesión a la empresa Apa Confer. Mientras, Aliú, originario de Senegal, busca la solidaridad de los que son sus convecinos junto a la iglesia de San Antón. «Llevo dos mes haciendo esto porque no encuentro trabajo; quien quiere me da algo y quien no, se marcha sin problemas», asegura, añadiendo que apenas saca unos cinco euros al día. Poco después, indica a un joven que acaba de llegar que saque su ticket de la ORA en la acera de en frente, ante la larga cola formada en el terminal más próximo.
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«No son tan malos»
Aunque la mayoría de los conductores reconocían ayer que dan algo de dinero a los 'gorrillas' por miedo a represalias en sus vehículos, no todos mostraban una actitud beligerante. «Tengo costumbre de dejarles algo, pero por ayudar», reconocía Miguel. «No suelo darles nada y tampoco temo que le hagan algo al coche; no son tan malos», defiende Alicia, antes de dejar 20 céntimos a un aparcacoches. «Algunos, incluso para justificarse, te dan un ticket de la ORA sin consumir, aunque ahora es necesaria la matrícula», explica Guillermo.
Casi 14.300 euros incautados
Si esta actividad, la de los aparcacoches, no ha decaído, no será porque no se haya seguido combatiendo. Es cierto que la ordenanza reguladora llegó de la mano del PP y recibió el voto en contra del entonces principal partido de la oposición, el PSOE, «por su incongruencia, por la escasez de efectivos policiales existentes y por centrarse en cuestiones recaudatorias». Sin embargo, los agentes de la Policía han continuado con las actuaciones en aplicación de esta normativa, de manera que, desde el 2 de marzo de 2020, se han formulado 14.122 denuncias y se han intervenido 14.239 euros. Asimismo, se han producido 136 detenciones por infringir la ley de extranjería. «Es igual, les quitan el dinero o salen corriendo, pero cuando desaparece la Policía, enseguida vuelven», señala un comerciante del entorno de la Jefatura de Tráfico. «Es cierto que han vuelto a proliferar, pero se ha reducido los incidentes con los ciudadanos», asegura el impulsor de la norma, el edil Eduardo Martínez-Oliva.
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