Historias del Camino de Caravaca
TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN
Domingo, 15 de agosto 2021, 08:56
Este domingo les voy a hablar de nuestro particular Camino de Santiago, y les doy este nombre porque, si bien no se trata del universalmente ... conocido Camino de Santiago que estarán realizando hoy, ayer y mañana infinidad de peregrinos de todo el mundo, el nuestro también está relacionado con el apóstol. Parte de ese kilómetro «0» que tenemos en Santa Lucía, que se supone que fue el punto de llegada del Apóstol Santiago a este continente, y finaliza en el municipio de Caravaca de la Cruz.
Allá por el mes de febrero, mi buen amigo Antonio Casado se embarcó en la aventura de realizarlo al más puro estilo peregrino, en cinco jornadas durante las cuales, recogiendo apuntes de las experiencias vividas en cada una de ellas. Un día, mientras se encontraba revisando esos apuntes, al letrado Casado se le ocurrió utilizar el material para escribir un interesante libro, titulado 'Cuentos de un camino' y que dedicó a las mujeres de su vida. Son aquellas que han conformado su pasado, presente y, a buen seguro, futuro y en las que personaliza cada una de las jornadas.
Eran las 6.30 de la mañana del 26 de febrero cuando el letrado y economista Antonio Casado, con su mochila a la espalda, iniciaba la aventura en el barrio de Santa Lucía de Cartagena, donde está la escultura de Santiago realizada por el maestro Quirós. Fue el punto en el que iba a iniciar su camino, orientado hacia la cruz de Caravaca. Mientras miraba aquel horizonte, leyó la pequeña nota escrita a mano que le recordaba que lo hacía por ellas. Fue caminando dirección a Los Dolores, para de inmediato dirigirse a La Aljorra, entre reflexiones profundas sobre nuestro yo más íntimo, la amistad, la vanidad, el esfuerzo, las metas, la coherencia, la fe y, sobre todo, acerca de esa energía tan poderosa que mueve el mundo: el amor.
Desde La Aljorra, tomó la vía verde hacia Fuente Álamo, concretamente hasta el Hotel-Venta El Campo, donde descansó escuchando sus silencios y escribiendo en un cuaderno de notas las vivencias del camino. A la mañana siguiente, se despertó muy temprano y tomó un reparador desayuno, antes de comenzar la ruta, que le llevó al siguiente lugar de descaso: el Hotel Julián, en Alhama de Murcia, convertido ya en peregrino, entregando su sufrimiento, no como desdicha en sí misma, sino como un instrumento de luz y color para dibujar estrellas de esperanza, descubrirse y estar en paz consigo mismo.
El 28 de febrero, el escritor se levantó con brío, como si no existieran el cansancio del día anterior ni las ampollas que habían supurado después del baño. Junto con el desayuno de ese día ingirió sus vitaminas, aminoácidos, minerales y oligoelementos, poniendo rumbo hacia Bullas, hasta donde tenía más de 40 kms., atravesando Sierra Espuña, Pliego y Mula.
Sierra Espuña y vino de Bullas
El trayecto ese día fue duro, por la distancia, por su cuerpo fatigado y porque apenas hay bares, albergues, ni lugares en donde descansar. Llegó al Hotel Molino de Abajo bien entrada la tarde y habida cuenta de lo maravilloso y encantador del lugar, decidió quedarse no solo esa noche sino un día más para descansar y para reflexionar.
El cuarto día, Casado se lo tomó para él, para disfrutar del silencio, meditar, rezar, sentir el aire y el sol. Salió al campo, se tumbó encima de los hierbajos y allí, mirando al cielo, sintió su energía y comenzó a dar las gracias por todos los dones que la vida le había otorgado. Cuando llegó la hora del almuerzo, comenzó a salivar imaginándose un buen plato de migas y se puso manos a la obra para prepararlas junto al dueño del hotel, utilizando la receta tradicional de los pastores, hechas directamente al fuego, sin guarida ni fogones. Aquel menester formó parte de su conexión con la tierra. Con sentirse libre, ajeno a la civilización, a los negocios y sus negociaciones, a las mentiras, los engaños. Así pasó el cuarto día, comiendo, descansando, escribiendo y bebiendo un vino tinto de Bullas exquisito que le hacía pensar más en lo divino que en lo humano.
El quinto día, al empresario cartagenero ya solo le faltaba el último empujón para llegar a la ciudad Santa de Caravaca de La Cruz. Antes de la misa de 12 llegó a la basílica, en cuya entrada le esperaba su querido padre, a quien se abrazó, roto por dentro. Y de todas estas experiencias estuvimos hablando largo y tendido durante la extraordinaria cena que tuvimos el placer de compartir en la Trattoria Via Romana, en Los Belones, hace escasos días, de la mano del Chef Ángel Navarro, experto en cocina italiana, con el exquisito servicio de Christopher.
Empezamos con unas alcachofas al foie y una Provoleta a la Gremolata, acompañadas de una Focaccia de sobrasada y Grana Padano que estaba deliciosa. Continuamos con una ensalada Capresse, que sirvió de aderezo a los Tagliatelle Aglio e Olio y los raviolis de carne, de pasta fresca, que estaban a cuál mejor. Terminamos con una degustación de pizzas de autor, la primera de higo y foie y la otra, una Rolling de bogavante y cigala que estaba soberbia, tanto de presentación como de sabor; todo ello regado con un Ribera Duero de Carmelo Rodero. La nota dulce la puso el tiramisú al estilo del chef, que estaba para repetir varias veces.
Mesa y charla en Los Belones
Una vez terminada la cena, la casa nos invitó a un gin-tónic, del que disfrutamos en terraza, aprovechando que la temperatura había bajado y que había quedado una noche perfecta para la tertulia. Fue en ese momento cuando yo me lamenté de que esta magnífica ruta no tuviese ningún predicamento a nivel local, regional y, mucho menos, a nivel nacional, convencido de que, si se supiese vender, también sería otra opción de turismo religioso regional en la que participarían varios municipios de nuestra Región: Cartagena, Fuente Álamo, Alhama, Pliego, Mula, Bullas, Cehegín y Caravaca de la Cruz. Puede convertirse en un proyecto de gran relevancia para nuestra Trimilenaria y toda la Región.
Como yo ya he podido leerme el libro, les adelanto que recoge numerosas lecciones para manejar nuestras vidas, cargadas de sabiduría; una especie de aprendizaje que Antonio comparte a través de vivencias y recuerdos que inspiran al lector a explorar en su interior y sacar sus propias conclusiones.
Durante nuestra charla distendida, Antonio me confesó que el secreto consiste en buscar, siempre buscar, y no parar hasta encontrar, sobre todo, hasta encontrarse a uno mismo, sabiendo que cuando alguien busca suele ocurrir que sus ojos solo ven aquello que anhela hallar, siendo incapaz de percibir incluso aquello otro con lo que tropieza. Y después de tanta introspección, termino hoy con una frase del propio Casado Mena: «¿Quién soy yo para juzgar a quien naufraga? Bastante tengo con hacer mi cuerpo flotar», invitándoles a reflexionar sobre ella durante alguna de estas largas jornadas de estío que estamos disfrutando.
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