Garita del castillo de Galeras en primer término, con la ciudad de Cartagena abajo.

Cartagena de Poniente

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN

Sábado, 18 de enero 2020, 01:25

Hace unos días tuve la oportunidad de encontrarme con una periodista alemana que prepara un artículo para una revista de aquel país y quería conocer la relación toponomástica entre las dos ciudades con el nombre de Cartagena: la denominada de Levante, es decir, la nuestra, la europea, y la del otro lado del Atlántico, la americana en Colombia, la de Poniente.

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Aunque existen otras muchas más Cartagenas por el mundo, quizás estas dos son las más importantes con el permiso, claro está, de la matriz Cartago, en Túnez.

Fuerte de San Felipe, en Cartagena de Indias.

Todo esto me hizo recapacitar sobre este asunto, y de ello se pueden extraer algunas conclusiones.

Sin duda, si pudiéramos establecer en la actualidad un ranking de Cartagenas, el primer lugar tendríamos que situar a Cartagena de Indias, denominación que sustituyó a la primigenia Cartagena de Poniente, con sus más de un millón de habitantes. Su fortaleza económica, social, turística e histórica la convierten no solo en una de las principales ciudades colombianas sino también en una de las más visitadas e importantes del continente americano.

Muralla de Carlos III de Cartagena, en una imagen de Pablo Sánchez.

Pero volvamos a la toponimia. No es casual que a este emplazamiento se le nominara Cartagena. Topográficamente, existen numerosas coincidencias entre ambas Cartagenas. Conformadas por bahías naturales excepcionales, constituyen un emplazamiento ideal para el establecimiento de un puerto, incluso la existencia de un asentamiento precolombino en una de sus penínsulas dentro de la bahía se asemeja mucho a la descripción que plasmó el historiador romano Polibio de la que luego sería Carthago Nova.

Baluarte de las murallas de la ciudad colombiana.

No es de extrañar que cuando Rodrigo de Bastidas, un notario de Sevilla acompañante de Colón, exploró aquella zona se fijara en ese lugar y propusiera un emplazamiento junto a un golfo al que inicialmente denominó de Barú. Fue en 1503 cuando el cosmógrafo cántabro Juan de la Cosa pidió a la reina de España Isabel la Católica que cambiara ese nombre por el de Bahía de Cartagena, debido a su similitud con la nuestra y así se hizo.

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Pedro de Heredia y un grupo de soldados, algunos originarios de Cartagena, se instalaron en 1533 en esa bahía y sobre un poblado indígena, en un lugar denominado Calamarí, asentaron una fortaleza, trazando la planta de una nueva ciudad y estableciendo un puerto al que bautizaron como Cartagena de Poniente para diferenciarla de la Cartagena de Levante, comenzando una increíble historia solo comparable a la de su homónima a pesar de su corta edad.

Cartagena de Indias, denominada como tal, se convirtió durante la época colonial española en uno de los puertos más importantes de América. De allí salían las mayores riquezas que la Corona Española precisaba para el mantenimiento de aquella empresa conquistadora, por rutas marítimas que terminaban en los puertos peninsulares de Cartagena, Cádiz y Sevilla. También fue el mayor punto de comercio de negros esclavos traídos del continente africano.

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Plano de Cartagena de Indias donde se aprecian las similitudes con la de Levante.

Pronto se convirtió en codiciada presa de piratas y de tropas inglesas, francesas y holandesas, que la asolaban e intentaban conquistarla por todos los medios. Por ello se convirtió en plaza fuerte y fue fortificada con murallas, castillos y fortalezas casi al mismo tiempo que se hacía con la de Levante, e incluso por los mismos ingenieros en épocas de Felipe II y Carlos III. Un caso singular es el del ingeniero Bautista Antonelli, quien estuvo en ambas Cartagenas fortificándolas, de aquí la similitud que actualmente se pueden establecer entre ambas ciudades.

No podemos ocuparnos ahora sobre la intensa historia que Cartagena de Indias atesora, de su frustrada toma inglesa en 1741 y su defensa heroica dirigida por Blas de Lezo; o de cómo se convirtió en 1811 en el segundo territorio que declaraba la independencia absoluta de España.

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Lo que sí quisiera señalar, para tenerlo en cuenta, es la delantera que esta ciudad nos lleva en algo fundamental: su puesta en valor como referente turístico en base a su patrimonio histórico, no solo como ciudad colonial, sino como máximo exponente de su arquitectura defensiva militar. Es aquí donde las comparaciones pueden resultar sorprendentes, en positivo para Cartagena de Indias, que hace 36 años, en 1984, consiguió de la Unesco su declaración como Patrimonio de la Humanidad, precisamente por algo común que ambas ciudades tienen, un conjunto defensivo único en el mundo formado por murallas, castillos, baluartes y baterías. Ellos sí entendieron y supieron hacerlo y de ello obtienen los máximos réditos. Para Cartagena de Levante apenas hemos comenzado este irrenunciable camino, en donde incluso estaríamos mejor situados que la americana: aquí tenemos un sistema defensivo con más fortificaciones, metros de murallas, diversidad, tipología constructiva y abarcando en el tiempo un marco cronológico superior a dos mil años que, dudo, pueda existir en otro lugar del mundo.

El menor debería aprender del mayor, pero en este caso quizás convendría darse una vuelta por Cartagena de Indias, ver cómo se gestionó aquella declaración, cómo se realiza su conservación y puesta en valor, cuáles son los elementos necesarios para que, de una vez por todas Cartagena, la de Levante, se alce de esta obscena incapacidad y luche decididamente por su futuro, aunando esfuerzos en pos de la declaración como Patrimonio de la Humanidad.

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