El baño en las calas de Cartagena siempre es más tranquilo

Van con bártulos, sombrilla y de todo. Nada es impedimento. Buscan un baño sin necesidad de escuchar el juego de palas, los niños trasteando con cubos y rastrillos o los cada vez más presentes altavoces con el reggaeton a toda pastilla.

Unas horas en las cercanías del muelle de la Curra, el Espalmador o el arco de la Amalia, en la Algameca, son sinónimo de cerrar los ojos, inspirar hondo el olor a salitre y descargarse de ansiedad concentrado en el sonido de las olas rompiendo sobre la bahía.

Y cuando uno se cansa de poner el culo en la silla, también pasear libremente, con cuidado de no tropezarse y buscar entre las rocas a esos cangrejos y algún pececillo que se esconden entre los recovecos preguntándose «qué hace un humano como tú en un sitio como este».