Los profesionales del Real y Santo Hospital de la Caridad de Cartagena tratan a los usuarios por su nombre de pila, con cercanía, para que se sientan como en casa. R. Madrid

Caridad con los pacientes más valiosos de la sociedad

ACCIÓN SOLIDARIA - OBRA SOCIAL 'LACAIXA' ·

El Real y Santo Hospital de la Caridad de Cartagena, una institución con 327 años de historia, sigue trabajando a día de hoy para que sus usuarios, con pluripatologías o problemática social, tengan donde ir para recuperarse y que puedan sentirse como en casa durante ese tiempo

alicia conesa

Lunes, 25 de enero 2021, 07:53

Se enorgullece de ser una de las instituciones caritativas más antiguas de la Región. Y es que el Real y Santo Hospital de la Caridad de Cartagena cumple 327 años al servicio de la ciudad, desde que en 1693 Francisco García Roldán, soldado de la Galera San Miguel, y cuatro compañeros más iniciaran la tarea de recoger enfermos y pobres y atenderlos bajo el fundamento de «ayudar al bien morir», pidiendo con sus cartucheras limosnas para el mantenimiento de los enfermos. Ahora, más de tres siglos después, la meta es ofrecer un lugar donde ir a muchas personas que no tienen medios y que presentan pluripatologías o problemática social, para que puedan recuperarse.

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«Es un tipo de hospital muy particular, de caridad. No solo recibimos pacientes que vienen derivados del Servicio Murciano de Salud, sino personas que aparecen por la puerta, que no tienen donde ir y están enfermos. Otras vienen derivadas de otras residencias en las que no pueden estar y tampoco reúnen los requisitos para que la Seguridad Social cubra sus gastos», señala Mamen Vera, coordinadora de Cocina y Planta. Relata que su misión es que estén «lo más parecido a su casa». «Parece que lo conseguimos, porque los pacientes y sus familias están bastante contentos», afirma con satisfacción.

Aunque se trata de una entidad católica, la orientación religiosa no es excluyente para acoger a las personas que lo necesiten

El hospital dispone de un jardín y un gimnasio, además de pequeñas salas de estar para que los usuarios puedan reunirse, e incluso permiten celebrar en sus instalaciones los cumpleaños y otras fechas señaladas de sus ingresados. Hasta allí llegan todo tipo de pacientes, como personas mayores, con esclerosis múltiple o que han sufrido ictus o accidentes de tráfico; enfermos terminales, pacientes oncológicos o jóvenes con desequilibrios psiquiátricos a raíz de las adicciones. Extranjeros o indigentes que no tienen donde ir y necesitan recuperarse de cualquier contratiempo temporal también llegan hasta aquí, ya que para lo que cualquier persona requiere reposo en casa, como una rotura de rótula, para estas personas no es posible. «Son los que suelen alargar más la estancia y la mayoría vienen de caridad porque no tienen la documentación en regla», matiza Mamen. Los mayoritarios son «los pacientes más valiosos de la sociedad», personas mayores que ahora están indefensas en cama, «pero que si no hubieran hecho todo lo que hicieron por nosotros, no tendríamos esta vida tan maravillosa que tenemos. Se lo debemos», agradece Mamen Vera.

Su cámara hiperbárica es la mayor de Europa, capaz de dar tratamiento a 34 pacientes diarios

Para hacerles sentir como en casa, les hablan por su nombre de pila y les ayudan a ubicarse, informándoles de cada una de las acciones que van realizar, como llevarles a la bañera o inyectarles la alimentación, ofreciendo así un trato de cercanía. Además de dar fisioterapia, una trabajadora social les organiza cuadernillos de actividades para los que así lo prefieran. Aunque se trata de una institución católica, «no preguntamos el Credo», señala José Vera Sánchez, hermano mayor de la Junta de Gobierno de la Fundación Santo y Real Hospital de Caridad, refiriéndose a que aceptan a cualquier persona que requiera de su caridad. «Hay trabajadores y pacientes musulmanes a los que se adapta la dieta», añade Mamen Vera. Una clara muestra de que la solidaridad no distingue entre aquellos que lo necesitan.

Una historia ligada a la ciudad

El Real y Santo Hospital de la Caridad de Cartagena ha tenido varias ubicaciones desde su creación hace más de 300 años: desde el barrio de San Roque, que al quedarse pequeño compraron dos viviendas al lado de la calle Caridad para adaptarlo al llamado segundo hospital, en la plaza Del Roldán y calle Del Ciprés. Este se amplió creciendo en el entramado del centro de Cartagena, pasando de tener una pequeña capilla a una iglesia que a día de hoy es la Basílica de la Caridad. Fue durante la primera guerra mundial, en 1917, cuando le dieron una finca al final de la calle Ramón y Cajal para construir el hospital, donde está actualmente. Su basílica sigue estando en su lugar de origen.

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El hospital fue el primero en tener, a principios del 1900, una máquina de rayos X que a día de hoy está expuesta en la Universidad Politécnica. «La primera resonancia regional fue en el Hospital de Caridad, y se ha ido cambiando a máquinas más modernas», señala José Vera. Por su parte, su cámara hiperbárica es la mayor de Europa, dividida en dos para acoger a unos 34 pacientes diarios.

José Vera ha sumado 30 años como hermano mayor de esta institución. «Ya tengo 81 años. Espero que el Espíritu Santo me releve. Me encuentro bien de salud, tengo algunos achaques pero normalmente estoy bien», afirma. El 24 de diciembre volvió a pisar el hospital desde el mes de marzo. «En plena pandemia me he quedado en mi casa tres tardes y el resto de días he ido a mi oficina para poder gestionar todo. En la providencia hay que hacer muchos cálculos y muchos números», matiza.

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