Mari Carmen López Castillo. Andrés Molina / AGM

Mari Carmen López Castillo

Psicóloga
«No basta con medidas sancionadoras. Es imprescindible un trabajo interdisciplinar»

«La falta de un control parental adecuado sobre el uso de las tecnologías facilita la normalización de patrones de conducta agresivos», advierte

Lunes, 8 de septiembre 2025, 01:28

Mari Carmen López Castillo tiene claro que el problema de la violencia de los menores contra sus familiares está a la orden del día. Psicóloga ... sanitaria y forense, coordinadora de parentalidad (www.divorcioencalma.com) y miembro de diversos grupos de trabajo del Colegio Oficial de Psicología de la Región, trabaja en su día a día con adolescentes como estos y enfatiza que no existe una única causa para abordar un fenómeno tan complejo.

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-¿Han percibido unas elevadas cifras de violencia doméstica entre menores? ¿A qué lo achacan?

-Los datos oficiales coinciden con lo que observamos en la práctica sanitaria, educativa y judicial: en los últimos años ha habido un elevado número de casos de violencia filioparental. No se trata de un fenómeno nuevo, pero sí más visible gracias a la denuncia y al reconocimiento institucional. Las causas son múltiples y de naturaleza diversa. En el ámbito familiar destacan la ausencia de normas y límites, las carencias en comunicación y en gestión del conflicto, junto con una insuficiente educación en respeto, valores y habilidades emocionales. Asimismo, muchos menores presentan dificultades para reconocer y comprender las emociones ajenas, lo que debilita la capacidad de establecer vínculos empáticos. A ello se suman factores individuales como trastornos de conducta, dificultades emocionales, dificultades en la gestión de la tolerancia a la frustración, impulsividad o consumo de sustancias. Además, la falta de un control parental adecuado sobre el uso de las tecnologías favorece un uso excesivo que expone a los menores a contenidos impropios o violentos. Esto no solo limita el tiempo de calidad y la comunicación intrafamiliar, sino que también facilita la normalización de patrones de conducta agresivos. En conjunto, hablamos de un fenómeno complejo en el que confluyen variables familiares, individuales y sociales que requieren un abordaje integral.

-¿Qué consecuencias tienen este tipo de episodios en los núcleos familiares?

-Las consecuencias son profundas y de gran impacto emocional y relacional. Los progenitores (y familiares convivientes) que sufren violencia por parte de un hijo o hija suelen experimentar sentimientos de culpabilidad, impotencia, miedo, vergüenza y aislamiento social, lo que incrementa de forma significativa su vulnerabilidad psicológica. En muchos casos, se rompe la confianza intrafamiliar y se instauran dinámicas de tensión latente que convierten la convivencia en una fuente constante de estrés. Los hermanos o hermanas u otros miembros de la familia también quedan expuestos a este clima violento, lo que repercute en su desarrollo emocional y en la cohesión del sistema familiar. A largo plazo, si no se interviene, la violencia filioparental erosiona gravemente el vínculo afectivo, cronifica patrones disfuncionales y aumenta el riesgo de transmisión intergeneracional de la violencia.

-¿De qué manera cree que deben ser abordados?

-El abordaje de la violencia filioparental exige una intervención integral y coordinada. No basta con medidas sancionadoras, sino que es imprescindible un trabajo interdisciplinar desde el ámbito clínico, educativo, social y judicial. Se requiere trabajar con el menor desde una perspectiva psicoeducativa y terapéutica, ayudándole a desarrollar habilidades de regulación emocional, control de impulsos, empatía y respeto. Paralelamente, es necesario dar apoyo y orientación a las familias, fortaleciendo su capacidad de poner límites claros, restaurar la autoridad parental y recuperar dinámicas de convivencia saludables. La prevención es la pieza clave y fundamental para lograr erradicar la violencia: programas de educación emocional desde edades tempranas ayudan a reducir el riesgo de aparición de este tipo de conductas.

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-¿Qué medidas se suelen adoptar con estos jóvenes? ¿Son eficaces?

-Las medidas más habituales incluyen programas de intervención psicoeducativa, terapia familiar y la aplicación de medidas judiciales recogidas en la Ley Orgánica 5/2000 de Responsabilidad Penal del Menor, como son, entre otras, libertad vigilada, prestaciones en beneficio de la comunidad o, internamiento en centros especializados. En términos de eficacia, las medidas son más exitosas cuando se centran en la reeducación y la reinserción, no únicamente en la sanción. La evidencia señala que los programas que involucran activamente a la familia, trabajan la reparación del daño y refuerzan las competencias socioemocionales del menor tienen mejores resultados en la reducción de la reincidencia y en la mejora del clima familiar.

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