Francisco Toledo: «Estamos ante una sociedad enferma que necesita un plan de choque»
«Debemos tener nuevos patrones para ver cómo mejorar la tolerancia a las frustraciones y aceptar los límites que la vida tiene sí o sí», avisa
Muestra satisfecho Francisco Toledo (Albox, 1960) la cotidianidad de los pasillos de la Unidad de Psiquiatría de La Arrixaca, donde los ingresados lo están en ... igualdad de condiciones con cualquier otro enfermo, y no en centros apartados como ocurría cuando él comenzó a ejercer. Preocupado por la pandemia de salud mental que tenemos encima, Toledo advierte de un problema de base en la crisis: su origen hay que buscarlo en el déficit de tolerancia a la frustración, en la ausencia de límites, en dinámicas y hábitos sociales que la psiquiatría sola no puede corregir. La sociedad, «enferma», necesita un plan de choque.
La afluencia a las consultas de salud mental se ha incrementado más de un 25% desde que se declaró la pandemia, especialmente entre los adolescentes.
–Incluso más, cerca del 30%. La pandemia ha llegado sin avisar a nadie. Hemos tenido que elaborar programas y formas de actuar contra todo lo que significaba la enfermedad cada día. Ahora conocemos mucho más, y todo parece que se va a controlar, fundamentalmente por la vacunación. Pero quedan personas que no se vacunan, que son las que no dejan que la epidemia termine, por puro egoísmo, porque no se trata de su posición ante la vacuna, se trata de la salud de todos, y si no lo hacen el riesgo no para. Con respecto a la salud mental, los trastornos de ansiedad, los trastornos depresivos, y sobre todo, la intolerancia a unas nuevas normas impuestas por el confinamiento, están pasando factura. No ha habido posibilidad de adquirir una mínima resiliencia, algo así como la capacidad de aceptar las frustraciones que te ha generado una normativa absolutamente imprescindible para encontrarnos como estamos. Eso, desde mi criterio, ha hecho que las personas más sensibles, o con mecanismos de defensa más inmaduros, cuya manera de presentarse en las familias, en los colegios, en la sociedad o en el trabajo es con muy baja tolerancia a las frustraciones y a los límites que impone la vida cotidiana, sean la razón primera de que sociedad haya acusado esta segunda pandemia.
«La afluencia a las consultas de salud mental ha aumentado un 30%, especialmente entre los adolescentes»
PANDEMIA
–¿Se refiere a una segunda pandemia, de salud mental?
–La hay a nivel nacional, a nivel mundial y a nivel de la Región de Murcia.
–Esa pandemia de salud mental, ¿ha crecido al cobijo de la Covid, o el coronavirus la ha puesto en evidencia?
–Lo que ha hecho la Covid es poner a las personas en la necesidad, como si hubiera sido una guerra, de actuar de una determinada manera más madura, y no han podido. La sociedad no estaba preparada para ese giro.
–¿Está preparado el sistema sanitario para enfrentar esa situación?
–Los recursos son ahora mismo absolutamente insuficientes. No damos abasto. Faltan profesionales para atender este nuevo cambio de tendencia de la demanda, que incluye ansiedad, depresión, tentativas de autolisis, particularmente en la adolescencia... Pero independientemente de tratar las patologías como venimos haciendo los psiquiatras, psicólogos, enfermeros, terapeutas, debe crearse una mesa de trabajo para que técnicos, y solo técnicos, puedan estudiar cómo tratar a la sociedad. Hace falta un plan de choque, en el que deben intervenir también sociólogos, porque esto apunta a una sociedad enferma. Debemos tener nuevos patrones para ver cómo mejorar la tolerancia a las frustraciones y aceptar los límites que la vida tiene sí o sí. La sociedad, independientemente de que no estuviera preparada para una pandemia, no tiene herramientas para mandar los mensajes pertinentes, en edades críticas como la adolescencia, para que se entienda que, nunca, una tentativa de suicidio es una opción a nada. La enfermedad mental grave, en cambio, ha tenido una mayor resiliencia, pero la sociedad no estaba preparada y se necesita un plan de choque.
«La gente se queja mucho de la ansiedad, y muchas veces no lo es, es intolerancia a la frustración»
ENFERMEDAD
–Entonces, la raíz del problema está en los cambios sociales que ha traído la pandemia, más que en la situación sanitaria en sí misma...
–Está en la poca tolerancia que tiene una sociedad hedonista a que se le pongan límites.
–¿Podemos permitirnos esa falta de recursos, esos retrasos en la atención?
–No, siempre he defendido nuestras redes sanitarias, pero ahora mismo son insuficientes. Nuestra unidad de Psiquiatría en La Arrixaca es abierta, no encerramos a los enfermos para tratarlos, y soy absoluto defensor de tratar al enfermo mental en igualdad. Se ingresa en una unidad abierta, y así debe ser. Por esa razón, nuestro hospital ha aumentado la demanda: hemos asumido la población del Norte, en pro de que se cumpliese algo que la ley general de sanidad contempla hace ya mucho tiempo, que es el cierre de los hospitales monográficos. No tiene sentido que a un enfermo mental se le trate de forma diferente a ningún otro enfermo, y la ley dice que tienen que estar en hospitales generalistas. Pero los hemos asumido a cambio de nada, y las guardias se han multiplicado, no ya por la pandemia.
«Hay un aumento; tal vez por el mayor uso de las redes sociales, pero el incremento es claro»
TRASTORNOS ALIMENTARIOS
– Los pacientes con trastornos mentales graves han demostrado, dice, una mayor capacidad de adaptación...
–Nos han sorprendido mucho. Estos sí que han demostrado una mayor adaptación. Ya fuese porque su enfermedad mental ya es bastante, pero no les ha afectado tanto, y no ha habido mayores descompensaciones, a pesar de que las sesiones telemáticas no han sido suficientes.
–¿Se traduce esa pandemia de salud mental en un incremento de los casos de suicidio?
–Lo que no se ha demostrado es que tras la pandemia hayan aumentado los suicidios consumados, aunque sí las tentativas. En todas las edades ha habido un incremento de las tentativas de suicidio, particularmente entre adolescentes, pero no del suicidio consumado.
–El incremento de la incidencia de trastornos depresivos y de ansiedad tiene mayor incidencia entre los adolescentes y jóvenes. ¿Por qué?
–No tengo una respuesta, pero la realidad es esa. El cambio biológico hormonal, el momento impetuoso de descontrol de impulsos, los trastornos de personalidad asociados, el consumo de tóxicos, sobre todo de cannabis y de alcohol, la falta de límites sociales impuestos por la sociedad, la escuela, por las propias familias, son factores documentados.
«Los ansiolíticos se utilizan en dosis más altas de las pertinentes y más tiempo del necesario»
MEDICACIÓN
–¿Ha habido también un repunte de los trastornos de la conducta alimentaria?
–Es otro de los repuntes que hemos tenido después de muchos años. Tal vez la gente estaba más metida en redes sociales porque no podía hacer otra cosa, las técnicas de retoque de las fotos nos envían unas imágenes de perfeccionismo que intentamos emular, pero lo cierto y verdad es que sí, claramente hay un aumento de los trastornos de la conducta alimentaria.
–El incremento de consultas por trastornos depresivos y de ansiedad, ¿ha ido acompañado de un aumento de la prescripción de psicofármacos?
–La queja de tener ansiedad no siempre se corresponde con la necesidad de recetar un ansiolítico. Los ansiolíticos, desde mi punto de vista, se utilizan en dosis más altas de las pertinentes y más tiempo del necesario. Y es también labor del médico de atención primaria y del psiquiatra vigilar el consumo de benzodiacepinas.
–¿Se receta demasiado?
–Se receta mucho porque la gente se queja mucho de la ansiedad. Y muchas veces no es ansiedad, es intolerancia, las cosas no son como a mí me gustan, y a eso le llamo ansiedad. Y esa regla de tres no es. Tenemos que aprender a tolerar.
–La pandemia, ¿ha generado un trastorno de estrés postraumático, como los que suceden a una catástrofe o una guerra?
–Ese trastorno hay que entenderlo como una percepción de muerte inminente que se manifiesta con pesadillas de gran viveza, y que ocurre en situaciones de muerte, como ha podido ser el fallecimiento de familiares, el verse ingresado en la UCI o el miedo a que uno podía ser afectado de Covid y podía morir. Esos cuadros de estrés postraumáutico ya no se ven tanto ahora, pero sí se vieron en su momento.
–Pero en general, la mayoría de personas sí se adaptan a situaciones de catástrofe sin desarrollar ninguna psicopatología...
–La mayoría de las personas se adaptan, y solo aquellas personalidades más débiles y menos tolerantes son las que han desarrollado los trastornos de conducta de los que hablábamos. Las familias y la sociedad deben entender que poner límites no es algo que vaya en contra de la mejor maduración en la personalidad de los individuos más jóvenes.
–¿Hemos tomado conciencia ya de en qué momento nos encontramos?
–Todavía no hemos tomado conciencia, y vamos a empeorar. Pero con total seguridad, el movimiento va a ser pendular. La sociedad responderá readaptándose y buscando un equilibrio. Lo que está pasando, la propia sociedad no lo va a poder digerir. Y habrá que hacer algo diferente a lo que venimos haciendo.
–Al final, ¿es un problema de educación?
–La norma social ha quebrado, y ha quebrado la norma familiar. Los límites han desaparecido, y uno ha pensado que no tener límites es una buena cosa para madurar, pero no lo es. Es un factor muy importante: no dejarse vencer fácilmente por la frustración, y no llamarle frustración a cualquier cosa.
–¿Hay un componente generacional en esta pandemia de salud mental?
–Yo estoy absolutamente convencido. La pandemia ha puesto en evidencia los muchos puntos débiles de la sociedad. Estamos ante un cambio, y aún no hemos llegado al punto más álgido de empeoramiento. Ahora mismo, todos los profesionales que pongas en salud mental son insuficientes, pero no va a ser esa la única solución. Hay que tener en cuenta que no podemos generar una oferta infinita; los demandantes de todo, que nunca tienen bastante, están cogiendo el espacio de quienes no pidieron tener una enfermedad mental. Los recursos son limitados. No es ansiedad todo lo que las personas dicen que es ansiedad, y no es depresión todo lo que las personas dicen que es depresión. Lo que hay que hacer es ayudar a la sociedad a avanzar, y a aceptar los cambios que ha habido. Esto va 'in crescendo', y como la sociedad no reaccione tendremos un problema.
–¿Percibe un incremento del consumo de sustancias tóxicas?
–Sí, claramente, el cannabis, el alcohol y la cocaína han aumentado, y muchas veces están en la base de la propia psicosis y de los trastornos de personalidad.
–¿Hemos pasado de tratar la salud mental como un tabú a frivolizarla?
–Un poco sí. De ser un tema tabú, parece que es un tema de necesidad de uso. Es una paradoja que nos hemos encontrado.
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