Con la sal por bandera
Las salazones condensan la historia y la identidad de la Región de Murcia
Se le atribuye a Plinio el Viejo (s. I) la frase que reza: «No hay nada más útil para la salud que la sal y ... el sol». Si pudiéramos recorrer a vista de pájaro el contorno de las costas murcianas –258 kilómetros– encontraríamos los hitos que jalonan la historia del producto icónico por excelencia de la gastronomía regional contemporánea: las salazones.
En el norte se encuentran las Salinas de San Pedro del Pinatar, que ofrecen la base de un sistema de conservación de alimentos que se ha acabado elevando a categoría de técnica gastronómica, la sal. Un poco más al sur se ubica la Encañizada, un sistema centenario de pesca pasiva introducida por los árabes. En la zona central de la costa, una ingente cantidad de vestigios arqueológicos hablan de las factorías fenicias y romanas que surtieron de salazones y garum a los diferentes ocupantes de la Península. Por fin, al sureste, junto a la bahía de Mazarrón, la única almadraba que queda funcionando en el Mediterráneo. Aquí, grandes atunes pero también mújoles y otras especies son capturados 'al cerco'.
Con toda probabilidad, la salazón de pescado se remonta a la Edad de Bronce, donde ya se comercializaba la sal para utilizarla en la conservación de alimentos. Pero serían los fenicios, hace 2.500 años, los que crearían las primeras factorías para comercializar este apreciado producto, si bien fueron los romanos los que acabarían impulsando esta industria.
Beneficios y consejos
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1. Moderación. Los alimentos en salazón presentan altos contenidos en sal. Por tanto, se recomienda un consumo moderado, especialmente entre las personas que sufran problemas de hipertensión.
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2. Vitaminas. Presentan un alto contenido en proteínas y ácidos grasos omega 3. También contiene vitaminas del complejo B, importantes para el desarrollo muscular y el buen funcionamiento del sistema nervioso. Asdemás, su aporte en vitamina D contribuye a mantener sano el sistema inmune.
Pero aclaremos las cosas. La mojama se elabora a partir de la carne del atún que las empresas salazoneras –generalmente de origen familiar y la mayoría pequeñas y medianas empresas artesanales– obtienen de los ejemplares enteros. Tras proceder al ronqueo o despiece del atún, separan los diferentes cortes como el solomillo, el tarantelo o la ventresca. Los lomos, la parte más noble, se destina a elaborar la mojama, o 'el jamón de mar'. Por cierto, su nombre procede del árabe 'mussama' que significa 'encerado', 'hecho cera', aludiendo a su aspecto, ambarino y brillante. Estos lomos se salan (18-36 horas), se lavan, se secan, se prensan y se envasan. Naturalmente, aquí hay un amplio espectro de variedades. El 'ibérico' del mar sería la mojama elaborada a partir del atún rojo salvaje de almadraba y, a partir de ahí, diferentes calidades dependiendo de la parte del lomo utilizado y de si se trata de atún rojo o de atún de aleta amarilla, que es la más común.
El otro miembro de esta maravillosa dupla es la hueva. Que no las huevas, ojo. Otro bocado exquisito que no es sino los ovarios encerrados en la bolsa oval de los peces hembra sometidos a un proceso de salazón. De sabor más delicado que la mojama y textura más blanda, ya eran consumidas por los egipcios, especialmente las de mújol. Como en Murcia. Porque el mújol es el pescado murciano por excelencia. Aunque en barras y terrazas son también habituales las huevas de maruca, de melva y de atún. En los establecimientos de corte más tradicional se sirven las salazones acompañadas por habas crudas –dentro de su vaina– en uno de los espectáculos típicos más singulares. Gracias a su intenso sabor, estas salazones se emplean también como condimento o sazonador para ensaladas, 'snacks' o platos de pasta, entre otras elaboraciones. Especialidades que en algunos casos han obtenido prestigiosos premios internacionales como la medalla de oro de los Superior Taste Awards.
Pero la verdadera evolución de estos productos ha venido de manos de los chefs creativos que desde hace tiempo han empezado a jugar con los distintos grados de salazón y alterando los ancestrales procedimientos. Piezas de atún envueltas en vendas y enterradas en sal; huevas sometidas a periodos muy cortos en contacto con la sal hasta lograr una textura cremosa, perfectamente untable; huevas envueltas en una costra crujiente de almendra o unas quisquillas de Águilas curadas en sal durante diez minutos.
Desde hace milenios la industria de las salazones se ha identificado con esta tierra. Hoy, la Región de Murcia se identifica con sus productos más exquisitos.
Tosta de hueva con semillas de tomate
Ingredientes: 4 rebanadas de pan de molde rústico; Hueva de maruca; 2 pepinillos baby. (Los podemos sustituir por pepinillos en vinagre, pero resultarán más agresivos); 2 tomates rojos maduros; 1 limón; Hojas de hinojo; Aceite de oliva. Empezamos 12 horas antes por cortar los pepinillos baby en láminas longitudinales muy finas y los ponemos a marinar en un recipiente pequeño con sus ingredientes. Tapamos con papel film y al frigorífico. Llegado el momento, cortamos los bordes del pan, aplanamos con un rodillo y cortamos tiras del tamaño de la hueva. Untamos en aceite y doramos al horno. A 180 grados con cuidado de que no se quemen. Sacamos con una cucharilla las semillas de los tomates y las ponemos en un bol. Añadimos aceite y removemos suavemente para mezclar un poco ambos elementos. Y a montar. Ponemos encima de cada tosta una lámina de hueva de maruca. Encima, una lámina de pepinillo encurtido. Salseamos con un poco de aceite con semillas de tomate, espolvoreamos con unas hojas de hinojo y rallamos por encima la piel del limón.
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