Lágrimas de princesa
El limón es como el carné de identidad de los murcianos, al que se le da múltiples usos
Érase que se era una bella princesa asiática que se enamoró de un humilde maestro. Su padre, el rey, que tenía muy mala baba, desterró ... al joven profesor. La desolada princesa se convirtió en un ser duro y áspero como la corteza de un árbol, brotando lágrimas tan agrias que manando hasta sus pies la convirtieron en un limonero. Así que ya saben: los Citrus limón son en realidad las lágrimas de una princesa.
Lo único cierto de este bonito cuento es que el primer cítrico apareció en Asia, en las faldas del Himalaya, hace ocho millones de años. Aunque no fueron domesticados por el hombre -cultivados- hasta hace 4.000 años. Ayer, como quien dice. Llegaron a Europa hacia el 300 a. C. provenientes de China y en la Península Ibérica -y por lo tanto en Murcia- fueron introducidos por los árabes hacia el siglo X. Antes, los romanos lo tenían por un artículo de lujo y se dice que Nerón se hartaba de ellos (por si no tenía ya suficientemente agrio el carácter, la criatura).
Nuestro amarillo y ácido amigo viajó a América, llevado por don Cristóbal cuando el hombre se equivocó de continente. Y no es que lo llevaran a casico hecho; es que los limones se convirtieron en un eficaz instrumento contra el escorbuto, que diezmaba las tripulaciones. Fue precisamente en el siglo siglo XV cuando el cultivo del limonero se extendió como la espuma en la Región de Murcia .
¡Cómo pudimos vivir los murcianos sin limones hasta entonces! Porque este cítrico en concreto, el limón, ha acabado indisolublemente unido a nuestros hábitos alimentarios, a nuestro carácter y a la visión que tienen los foráneos de nosotros. Ya se sabe: un murciano es un señor o señora que le pone un chorrico de limón a todo. Deberíamos adoptar como nuevo himno de la Región aquella canción de Henry Stephen que proclamaba: «Mi limón, mi limonero...».
Y bien que hace. Porque a sus propiedades medicinales -Alejandro Magno fue el primero que le dio este uso- se unen sus propiedades utilizables en la industria cosmética, en la producción de artículos de limpieza, en la coctelería, confitería y heladería, y, desde luego, en la cocina.
Beneficios y consejos
-
1. Farmacia ambulante. Ejerce actividad antiinflamatoria, anticancerígena, antibacteriana, desintoxicante, reforzador del sistema inmunitario y beneficioso para la actividad renal.
-
2. Vitaminas y minerales. Alto contenido en vitamina C, ácido cítrico y potasio. La vitamina C ayuda en la formación de colágeno y la resistencia a las infecciones. El potasio facilita la transmisión y generación del impulso nervioso, para una actividad muscular normal equilibrio normal de agua dentro y fuera de la célula.
-
3. Fibra. También es potente fuente de fibra soluble como la pectina (que se encuentra especialmente en la capa blanca, el albedo) que hay debajo de la piel, cuyas propiedades más notables son la disminución del colesterol y la glucosa en sangre, y el desarrollo de la flora intestinal.
Todos conocemos su poder acidulante, que lo hacen apropiado para mil y un aliños, pero también como elemento clave en ceviches, marinados y escabeches. Pero es que, además, posee una gran potencia saborizante que puede usarse en cualquier tipo de platos, desde largos guisos de carne, hasta asados, platos de pescado y ligeros salteados de verduras. Especialmente aromática es su piel rallada -donde se encuentran sus aceites esenciales, sustancias volátiles-, especialmente si se ralla la piel de un limón congelado.
No debemos olvidarnos que la humilde hoja del limonero es el mástil de una de nuestras banderas gastronómicas por excelencia: el paparajote, ese postre que nos permite tomarles el pelo a los foráneos cuando intentan masticar la hoja. Y es que aquí somos maestros en su uso... y producción. Porque más de la mitad de la superficie dedicada en España al cultivo del limonero está en Murcia, la mayoría repartida a lo largo de la vega del Segura; y más del 80% de la exportación española sale de la Región, donde son autóctonas las variedades Verna y Fino.
Les debemos mucho a los árabes. Especialmente, el limón y otros cítricos. Y poder bebernos los gintónics con porciones de lágrimas de princesa oriental. Que tiene su punto, oye.
Codornices asadas al limón
Ingredientes: 8 codornices; 3 limones; aceite de oliva; manteca de cerdo; sal; pimienta negra; romero fresco; 1 cabeza de ajos; cucharadas de miel de romero (o similar); 1 copa de vino blanco; caldo de ave.
Exprimimos los limones y los mezclamos con la miel. Metemos en el interior de las codornices ramitas de romero y rodajas de limón, además de un chorrito de aceite y unos dientes de ajo un poco aplastados. Las atamos por las patas para que mantengan la forma y se mantenga el relleno. Las untamos también por fuera con manteca de cerdo -eso ayudará a que queden tostadas y crujientes- y salpimentamos. Podemos forrar los extremos de las patas con un poco de papel albal, para evitar que se quemen, al estar a más altura en el horno. Las ponemos con las pechugas hacia arriba en una bandeja de horno a 180 grados y las regamos con el vino y la mezcla de limón y miel, y las asamos durante quince minutos. Subimos la temperatura a 220 grados, agregamos un poco del caldo y las dejamos media hora más. Las sacamos, las desbridamos y reservamos. Recogemos los jugos de la bandeja en un cazo y los reducimos, hasta conseguir una salsa ligada. Las podemos servir con la salsa aparte para que los comensales se sirvan a su gusto.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión