El más feo del barrio
El gallopedro, pese a su aspecto, se ha convertido en una de las estrellas de las cocinas de costa
Es feo, el bicho. Pero con ganas. Tiene toda la pinta de un monstruo de las profundidades acorazado. Pero todo lo que tiene de feo ... lo tiene de rico. El gallopedro, ese pescado presente en la gastronomía de costa regional, era hasta no hace mucho un proscrito en las mesas. Una de las características del pez San Pedro es la elevada cantidad de espinas que posee. Esa circunstancia, junto con su poco agraciado aspecto hizo que durante mucho tiempo no fuera apreciado gastronómicamente y fuera un pescado de bajo precio. Casi casi 'ni pa' caldo'. Vayan ustedes ahora a la pescadería a comprar gallopedro y no se olviden la Visa. Entre 30 y 50 euros el kilo. Y en un restaurante vayan añadiendo porcentajes. Teniendo en cuenta, además, que la merma del San Pedro es grande. Prácticamente, se desperdicia un 50% una vez que se quita la cabeza, las espinas y aletas, aunque con todas estas cosas sí que da 'pa un caldo bueno'.
Y no solo es feo, el pobre. Es que es rarito. Pertenece a la categoría de los peces aplastados, que se suelen tumbar en el fondo y ven pasar a otros peces sobre él, momento que aprovecha para zampárselos. Pero la rareza viene de que el gallopedro tiene un ojo a cada lado, al contrario de los demás peces aplastados. Que digo yo que vaya faena de la evolución que le obliga a estar con un ojo pegado al suelo marino, pero en fin. Suele aprovecharse también del hecho de que, de frente, es prácticamente invisible, lo que usa como arma para comerse al pescadito que pase a su lado.
Y otra rareza más: dos manchas circulares, una a cada lado en la mitad de su longitud. Esas manchas oscuras le han dado su nombre: Gallopedro o Pez de San Pedro. Y en que un buen día San Pedro, viéndose apurado porque no podía pagar el impuesto del imperio romano, introdujo la mano en el mar y con dos dedos extrajo un pez. Le abrió la boca, sacó una moneda y con ella pudo contentar al recaudador imperial. Esas dos manchas serían la marca de los dedos de San Pedro. Pues esto sería.
En las profundidades
Nuestro poco agraciado amigo es un pescado semigraso que vive tanto en fondos de rocas como en praderas submarinas y fondos de arena, donde puede enterrarse a veces. Vive a profundidades que varían desde los 10 a los 100 metros, aunque se le puede encontrar hasta a 400 metros. Su hábitat es muy extenso e incluye el Mediterráneo, donde se encuentra hasta cerca de la costa. De hecho, es cerca de la costa cartagenera donde se capturan una buena cantidad de ejemplares, tanto la variante de gallopedro pequeño como la grande. Su carne es blanca, tersa– hay quien dice que similar a la del rodaballo– y muy sabrosa. Su temporada de consumo tiene lugar durante todo el año, excepto en los meses de verano, cuando se produce el desove.
Beneficios y consejos
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1. Pescado semigraso. Su moderado contenido en grasa lo hace recomendable dentro de una dieta saludable y equilibrada. Con menos de un 2%, con apenas ácidos grasos saturados, destacando más su aporte en poliinsaturados. Su consumo no aporta hidratos de carbono ni fibra.
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2. Vitaminas. Aporta vitaminas tales como la B6, imprescindible para la formación de los glóbulos rojos, B9 (ácido fólico) , esencial para el sistema nervioso.
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2. Minerales. Tiene porcentajes apreciables de fósforo, magnesio, potasio y yodo, siendo este último uno de los minerales que más escasea en las dietas, y su carencia provoca trastornos relacionados con la tiroides.
En cuanto a sus posibilidades culinarias, a pesar de que lo habitual es comerlo en fritura o a la plancha, la firme y sabrosa carne del gallopedro admite un amplio abanico de posibilidades. Una de las más típicas es presentar cabeza frita y rebozada, con las espinas más finas crujientes y los sabrosos lomos a la plancha, e incluso, a la brasa. Es un pescado semigraso que admite muy bien cocciones al horno, rebozados, en papillote acompañado de unas hojas de limonero, y en elaboraciones como gratinado con una bechamel, hinojo y gambas. Y en cocina creativa las posibilidades son infinitas, porque, aunque su carne es delicada y exige precisión en los tiempos de cocción para mantener su jugosidad, a la vez es muy versátil en su relación con multitud de ingredientes y aliños. Un ejemplo es la receta que hoy nos ofrece en estas páginas uno de los mejores chefs de la Región de Murcia, Cayetano Gómez.
Es feo, sí, el pobre. Pero se le puede perdonar porque es una verdadera exquisitez que afortunadamente ha sido rescatada del olvido.
Gallopedro, lechuga trocadero, shimeji y almendras marconas
Ingredientes: 1 lomo de gallopedro. / 1 lechuga trocadero. / 1 racimo de setas shimeji. / 40 gr almendra marcona. 45 gr mantequilla salada. / 130 ml leche entera fresca. / Sal . /Aceite de oliva virgen extra. / Pimienta negra recién molida.
Cocinamos el lomo de gallopedro a 53°c al vacío sazonado y con aceite de oliva durante 30 min. En un cazo ponemos la mantequilla la leche y dos gramos de sal al fuego y cuando empiece a hervir añadir 70 gramos de hojas de lechuga de las más verdes y sanas. Dejar que vuelva a hervir triturar bien y colar, reservar caliente para pochar un par de buenas hojas más tiernas para el servicio.
En una sartén con unas gotas de aceite de oliva virgen extra dorar las almendras y asar las setas.
Pochar dos hojas de lechuga justo un minuto en la crema bien caliente. Emplatar.
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