'Mariche' posa con la amplia selección de pescados y mariscos que ofrece en su pescadería de Pasajes de San Pedro, en Guipúzcoa (País Vasco). Arizmendi
Garum | Reportaje

El pescadero de Mazarrón que sobrevivió a ETA

Ginés Sánchez 'Mariche' empezó trabajando como 'lazarillo' para su padre en la lonja del Puerto de Mazarrón, fundó una de las empresas de exportación de pescado más potentes del País Vasco y salió ileso de dos atentados

Jueves, 13 de abril 2023, 01:08

Solo unas horas después de ver cómo su Peugeot 604 volaba por los aires en la puerta de su casa de San Sebastián, al estilo ... del Dodge 3700 GT en el que viajaba el malogrado almirante Carrero Blanco, Ginés Sánchez Méndez se cruzó en el bar con la persona que había colocado la carga explosiva en su vehículo, y a quien conocía perfectamente. «En una caja de pino. No tenéis cojones a echarme de otra forma. En una caja de pino», le soltó. La anécdota forma parte del inagotable catálogo de vivencias de este vecino de la localidad donostiarra de Pasajes de San Pedro, pero define a la perfección la arrolladora personalidad de Ginés Sánchez (Mazarrón, 1941), a quien todo el mundo conoce como 'Mariche'.

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«Mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo también eran 'Mariches'. En los pueblos nadie te conocía por el apellido. Era por el apodo», resume. Pueblos como Totana o Puerto Lumbreras a los que sus antepasados –y él mismo siendo un niño– viajaban en mulas para llevar el pescado fresco capturado en la bahía de Mazarrón. Llegar a Alcantarilla llevaba entre 12 y 13 horas. Los métodos de conservación de jureles, sardinas, boquerones y chicharros no tenían nada que ver con los de ahora. «Cuando mi bisabuelo Benito empezó no había hielo, así que salaba el pescado. Llenaba las tinajas de agua salada, a la que le añadía un saco de sal. Ahí echaba una patata, y la patata tenía que subir arriba del todo para comprobar que el agua tuviera la fuerza suficiente para que aguantara la mercancía. ¡Y aguantaba mucho tiempo! Hacía 'cascabillo' y el pescado duraba varios días para el viaje», ilustra. Un pescado que la familia no cambiaba por dinero, «que no había», sino en trueques. «Un kilo de sardinas por una docena de huevos, y así».

Ginés Sánchez pedía participar en aquellos viajes a gritos, en pelota picada y al pie de la carretera por la que pasaban los vehículos de su familia, cuando aún no levantaba dos palmos del suelo. Porque este empresario mamó el oficio desde que tenía uso de razón. No tenía ni cinco años el cuarto 'Mariche' de la familia – ya van por el quinto– cuando su padre perdió el habla a raíz de una operación de garganta en Barcelona. Y a Ginés le tocó ejercer de altavoz –«de 'lazarillo'», define –para su padre en las subastas, porque a su progenitor «no se le entendía nada». Así que el pequeño Ginés se ponía en los brazos de su padre, y este le tocaba el cuello cuando el niño tenía que pujar por el pescado entre un buen número de fornidos comerciantes. «Todo lo que sé de esto, si es que sé algo, se lo debo a mi padre y a mi primo Ginés», reconoce. También fue precoz a la hora de conducir un vehículo, aunque sin mucho éxito en los inicios: «Con ocho años ya había metido un Chevrolet en una balsa de agua. Mi padre casi me mata», sonríe al echar la vista atrás.

«A Tino le pagaron 200.000 pesetas por ponerme la bomba; los conocía a todos»

Una visión que sigue nítida gracias a una memoria prodigiosa. «Lo recuerdo todo como si fuera ayer mismo». En efecto, a sus 82 años Ginés Sánchez recupera con precisión de cirujano nombres y apellidos completos, fechas, direcciones e instantáneas que conforman una inabarcable enciclopedia de experiencias. Y sin entrar en la sabiduría marinera que despliega en cada frase: «jábega, estrobo, pleita, traíña...». También tiene muy presente la época en la que «la avaricia de algunos dejó la mar 'seca'» y en la bahía de Mazarrón no se pescaba ni una triste sardina. «Hoy en día tenemos el sónar. Pero entonces sólo se podía pescar 15 días, en función de la luz de la luna. En aquella época se encendían fuegos con gasolina en medio de la mar para que los peces acudieran a la luz. Y también se tiraba mucha dinamita. En poco tiempo, nos quedamos sin nada».

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Ginés Sánchez 'Mariche', con uno de los muchos pescados que vende en su pescadería de Pasajes de San Pedro, en San Sebastián. Arizmendi

Fue entonces cuando Ginés Sánchez buscó suerte en otras latitudes. «La primera vez que vine en camión a San Sebastián tenía yo 13 años», recuerda. «En octubre había de todo aquí. Sardinas, estorninos, jureles...». Y también había por Donosti, por aquel entonces, una chavala «guapísima» que acabó convirtiéndose en la mujer de su vida. «Me quedé admirado», admite. «Pregunté por ella, y me dijeron que era la hija de una exportadora de pescado muy importante, que trabajaba con ella. Y dije... 'esta mujer me conviene'», continúa sonriendo. Ginés vuelve de llevar flores a su mujer en el cementerio el día que atiende a Garum, pero sigue teniendo muy presente aquella mañana en que se cruzó con el amor de su vida por primera vez. «¡Pero pijo!», exclamó un joven 'Mariche' en perfecto murciano en el puerto de San Sebastián, a las siete de la mañana, cuando empezaban las ventas. «Ella llevaba un delantal muy brillante y unos choclos que se compraban en Francia y se ponían en los pies para evitar la humedad», repasa el atuendo que llevaba Nieves aquel amanecer. Porque Ginés se acuerda de todo. Hasta del momento en que se 'arregló' con ella: «Fue el Jueves Santo de 1961, un año después de la muerte de mi padre». Santo jueves aquel para 'Mariche', que se casó con Nieves cuatro años después, en 1965.

«Lo pasé muy mal»

Pese a todo, los inicios no fueron fáciles. «Lo pasé muy mal», subraya. «En el puerto todo el mundo hablaba en euskera y yo no entendía nada. Tenía unas peleas de miedo con los pescadores. Pero de miedo», enfatiza. Hasta que una de las vendedoras del puerto, –«Juana», desempolva– vio cómo sufría aquel joven de Mazarrón y empezó a vender también en castellano. Otra de las personas que más le ayudó en aquellos años –«la que más», deja claro– «se llamaba Francisco Espinosa Gil», le ofreció trabajo en Lasarte para poder salir de las faldas de su suegra, que tenía mucho dinero pero era muy suya, por utilizar un eufemismo. «Trabajábamos para ella pero no nos pagaba un duro», resume. «Intenté comprarle los negocios, pero se negó». Al final, se lió la manta a la cabeza con su Simca 1000 y se recorrió media España para hacerse con todos los clientes con los que trataba desde hacía años –para la suegra– y que acabó haciendo suyos.

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«Yo fui testigo del primer atentado de ETA contra Melitón Manzanas, en 1968»

Padre de tres hijos y abuelo de seis «preciosidades» de nietos, Ginés Sánchez es hoy el patriarca de una empresa exportadora de pescado –Ginés e Hijos– que lleva décadas codeándose con fuerza en el mercado vasco, nacional e internacional. «Vendemos a medio país y también a países como Italia, Francia, Portugual...». Uno de los clientes que más pescado le compró a Ginés Sánchez durante muchos años fue 'El Pajarito', propietario de una pescadería en el Mercado de Verónicas que era el proveedor habitual del Rincón de Pepe en su mejor época. Casi nada.

Cuando el pescadero de Mazarrón había cogido las riendas de sus propios negocios y se estaba haciendo un nombre en los muelles del puerto San Sebastián, empezó otra lucha: contra la organización terrorista ETA. Una pelea que duró tanto como la propia historia sanguinaria de la banda. «Yo fui testigo del primer atentado contra Melitón Manzanas», el 2 de agosto de 1968. Aquel día, Ginés Sánchez no podía imaginarse que él también acabaría siendo objetivo de los terroristas. Y hasta colega de algunos de ellos. Sobre todo, por el interés. Como a tantos otros empresarios de éxito, al pescadero de Mazarrón también empezaron a llegarle cartas con amenazas y con exigencias de pago del llamado impuesto revolucionario. «Siempre en dólares». Es algo que nunca quiso revelar a su familia, como también hacía el 'Txato', el personaje de la novela 'Patria' a quien asesinan por la espalda en plena calle de camino al trabajo –perdón por el 'spoiler'–.

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Ginés Sánchez (i) posa junto a un compañero de faena y uno de los primeros camiones de reparto utilizados en San Sebastián, en los años 60. G. S. H.

«Nunca solté un duro», sentencia 'Mariche'. «Además, Hacienda me puso una multa de más de mil millones de pesetas y siempre ponía como excusa que no tenía un duro». Eso supuso que al pescadero también intentaran quitárselo del medio. Primero, con una bomba lapa en el Peugeot 604 que tenía aparcado a la puerta de su domicilio, y que acabó saltando por los aires solo unos minutos antes de que 'Mariche' metiera la llave en el contacto. Aquella madrugada salvó el pellejo porque se retrasó un poco al salir de casa, «no recuerdo con qué». Su Peugeout 604, una berlina de lujo, era el único que había en el País Vasco además del que utilizaba el entonces Lehendakari, Carlos Garaikoetxea, «que estaba blindado». El suyo, no.

Intereses económicos

Ginés Sánchez sabía perfectamente quién había puesto la bomba –un tal Tino– «y quienes habían pagado por ponerla, aunque no le voy a dar los nombres. Pagaron 200.000 pesetas», recuerda. Porque, detrás del atentado de ETA, había intereses económicos. «Yo traía mucho pescado de Francia y los pescadores de Ondarroa decían que estaba haciendo daño al sector. Una mentira como tantas otras». Ginés Sánchez, que estaba metido «en todas las salsas», tenía más amigos que enemigos en la banda terrorista, con los que se tomaba los vinos en las herriko tabernas sin problema alguno. Después le pusieron otra bomba en un camión de la empresa.

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«Por aquel entonces no estaba muy bien visto que te pusieran una bomba», recalca. «Así que le pedí a un amigo –miembro de la banda– que llamara a la radio para negar la autoría de ETA», relata. Así se hizo. El caso es que, unas horas después, cuenta 'Mariche', el representante del Consorcio de Seguros le explicó que, si ETA no reivindicaba el atentado, el afectado no podría cobrar la indemnización. «Por eso le pedí a mi amigo que volviera a llamar a la radio para corregir la información. Que había sido ETA. Y me pagaron», detalla. «La historia tiene gracia», subraya. En otra de sus peripecias con los terroristas –si es que se pueden definir así– a 'Mariche' le vendaron los ojos, lo metieron en un coche y se lo llevaron a San Juan de Luz para participar en ciertas negociaciones –para salvar la vida a un colega, en resumen– y después de dar mil vueltas para despistarlo lo bajaron en un punto 'ciego', pero que conocía perfectamente: «Pero si estamos en el sitio donde os dejo yo siempre el pescado», espetó con sorna.

–¿Temió realmente por su vida?

–Por supuesto. Me pasé muchos años mirando atrás en la calle, y revisando el coche todos los días.

El hijo de Tino, que es amigo íntimo del hijo de 'Mariche', pidió «perdón» a Ginés hace solo tres meses por lo que hizo su padre hace varias décadas. Hoy, las dos familias trabajan juntas. Una reconciliación con el sello 'Mariche'.

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