La Almazara, un rincón exquisito

Pero teniendo, como tiene, una cocina tradicional dirigida con metrónomo, sin fisuras, es en la sala donde La Almazara ha conseguido, bajo mi punto de vista, ese nivel de excelencia, de calidez y de rincón imprescindible que todos deberíamos de visitar de vez en cuando. Al mando está el hermano de Laura, Carlos, quien luce con orgullo el premio al Mejor Jefe de Sala de la Región de Murcia (2019) y quien tiene, sin duda, eso que lucen los grandes camareros que no se estudia, no se compra y no se encuentra, sino que, o lo tienes, o no lo tienes.

En la sala, en estos días de frío, encienden una chimenea en el centro del comedor de esta almazara rehabilitada para dar calidez a los comensales. En la carta, platos fríos como tartar de atún, jamón ibérico, ensaladas o una degustación de aceites por aquello de mantener vivo el espíritu del edificio. Entrantes calientes como berenjena con miel de caña, croquetas, quesos fritos con vino dulce o taco de pulpo al horno. Sopas, arroces, carnes a la brasa y al horno de leña, pescados y cuatro platos especialidades de Ortega; magret de pato a la naranja, manitas de cerdo en salsa campera, rabo de toro y carrillera de chato murciano en salsa de setas. Es curioso que, en la huerta de Cehegín, en el interior, con el frío, en zona de setas, de carnes, de guisos y asados, a Laura le encanta cocinar pescado. Y, además, están muy ricos.

Yo prefiero ir de carne y comienzo con el paté de perdiz escabechada, que llega a la mesa en una pequeña olla de hierro rústica y bonita. Las tostas que lo acompañan, la acidez y el sabor sutil del ave lo convierten en un gran entrante. Las alcachofas las cocinan con un sofrito de tomate, cebolla y piñones, como si fuese a la marinera, y le añaden unos taquitos de jamón para darle profundidad. Plato típico que ya hacía Raimundo González en El Rincón de Pepe hace unos años. Muy ricas y, sobre todo, muy bien de punto.

Más contundente veo el huevo poché con setas y trufa que la camarera rompe en la mesa para mezclar bien los ingredientes después de rallar una buena cantidad de trufa. El plato también lleva patata confitada en una combinación que no puede fallar en cien años que la hagas. Cierto es que lo encuentro un poco alto de precio (18 euros).

Deliciosas costillas de cordero segureño a la brasa con una guarnición de tubérculos fritos, salteados y en crema muy agradables, y sabrosísima la paletilla de cabrito al horno de forma tradicional. Pero quizá me quedo con la costilla de cerdo a la castaña, que recibe este nombre porque son cerdos alimentados con castañas, produciendo así una carne muy tierna y jugosa.

Los postres son uno de los platos fuertes de La Almazara y, en esta ocasión, me decanto por una versión casera de la mítica tarta de güisqui que mantiene el nivel del resto de la comida. Solo en el pan veo capacidad de mejora. En definitiva, todo un rincón exquisito en Cehegín.