El Cartagena está fuera de cobertura

Ahora mismo este Cartagena es una incógnita y tampoco anda en condiciones de hurgar en la herida del Ibiza. «¿Cómo se ha caído así el equipo?», se preguntaban este domingo veteranos abonados del equipo en la tribuna alta. Los muchachos de Carrión están fuera de cobertura desde antes de la Navidad y esta cuesta de enero no ha hecho más que confirmarlo: es preocupante tendencia de resultados y mucho más la frustración del equipo, incapaz de encontrar la vía del gol. Ni en el once titular ni en el banquillo y ni siquiera con el estreno de Ureña. Nadie encuentra el antídoto y nadie da con la tecla.

Lo que mal empieza, mal acaba. Y el partido contra el Tenerife empezó rematadamente mal. Tanto, que los aficionados aún tomaban asiento cuando Borja Garcés ya celebraba el 0-1 delante de las cámaras de televisión. Era el primer parpadeo del partido, pero el primer disgusto de la tarde ya era una realidad para el Cartagena. Para un equipo al que no le sale nada, ir por detrás del marcador en el minuto 3 fue una losa enorme desde el principio y hasta el final. Pintaba fría la tarde, por lo tanto. Y bastante gélido el encuentro.

El Tenerife es un equipo diseñado para pelear por el ascenso, pero que su mal arranque liguero le ha penalizado muchísimo. Qué armas tiene su entrenador, Ramis, para permitirse el lujo de dejar en el banquillo a Elady, Dauda, Corredera y Enric Gallego. Lo cierto es que Waldo, Garcés, Shashoua e Iván Romero tampoco son monaguillos. Los tres dislocaron a la defensa y los tres pilotaron la victoria de los suyos. Waldo golpeó a la base del palo y el pie de Escandell evitó otro tormento para el Cartagena. El guardameta valenciano es el único argumento positivo al que pueden agarrarse los albinegros ahora mismo.

El Tenerife jugó con alfombra roja una primera parte muy pobre del Efesé. Waldo, Romero, Shashoua y Garcés ponían las balas; y el exlabinegro Jurado, el hormigón. Atormentado, previsible y sumado en una crisis hasta de identidad, el Cartagena fue un cero a la izquierda en los primeros 45 minutos y Soriano, un espectador de lujo a pie de campo. Solo un pase entre líneas de Mikel Rico encendió las alarmas del portero del Tenerife, quebrado por Isak Jansson. Tanto se escoró el sueco para tumbar a Soriano, que al final se quedó sin espacio para disparar.

Luis Carrión tiene que dar un giro de 180 grados. Un giro de timón en toda regla. Su equipo ha pasado de dominar a ser dominado; de sorprender, a ser sorprendido; y de ser el más goleador y centrador, a encontrarse nublado en tres cuartos de campo. Jairo ha perdido el factor sorpresa, Calero va solo contra el mundo y hasta De Blasis sigue sin espabilar, por momentos impreciso. Cuando el motor no marcha, el resto de engranajes parecen averiados. Sadiku lleva dos meses sin asomarse por el área, el murmullo de la grada persigue a Ortuño y rara vez armó filas Franchu.

Muy espeso y atascado, ni siquiera el debutante Ureña fue el colmillo. El chaval lo intentó más que nadie, pero la pasividad de López Toca tampoco le favoreció. El árbitro señaló hasta once tarjetas amarillas. Quedó bien servido el cántabro, a la par que despachado por los ocho mil aficionados de siempre. Hay murmullo, algún silbido y ya se escucharon los tímidos reproches a Carrión. El Cartagena era puro fuego y ahora está tan apagado como el equipo.

Tampoco da argumentos el equipo, que se marchó sin disparar entre los tres palos. La sensación es que durase lo que durase, aquella no lo iba a desatascar nadie. Tampoco en la otra orilla, donde el Tenerife protagonizó varias galopadas para sentenciar el partido. Perdonaron demasiado los visitantes. Especialmente fuera de sí Dauda, recibido con silbidos y expulsado a las primeras de cambio. Cambiar Cartagena por Tenerife no le ha sentado nada bien al ghanés. Tampoco el año nuevo al Efesé. Enero acaba en Ibiza. Y Levante, Eibar, Oviedo y Alavés darán la bienvenida en febrero. Es el peor momento y el peor calendario. El Cartagena, apagado, tiene que encenderse cuanto antes.