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Atasco en una de las avenidas de Shanghái. Afp
El motor de la automoción china se gripa

El motor de la automoción china se gripa

La venta de coches cayó el año pasado por primera vez desde 1990, y no se prevé que vaya a mejorar

zigor aldama

Shanghái

Domingo, 27 de enero 2019, 00:13

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Lo que hace solo un año parecía imposible ha sucedido: las ventas de automóviles cayeron en China el año pasado por primera vez desde 1990. Según la Asociación China de Fabricantes de Automóviles (CAAM, en inglés), en 2018 se vendieron 28,1 millones de vehículos. Sigue siendo la cantidad más abultada del mundo, pero supone un retroceso del 2,8% con respecto a la de 2017 y una diferencia sustancial con la previsión de un crecimiento del 3% que la propia patronal hizo a principios del año pasado.

Además, el comportamiento de los coches privados fue todavía peor que la media: se vendieron 23,71 millones de unidades, un 4,1% menos que en 2017. Y esa es una caída que ya les habría gustado firmar a gigantes como General Motors o Volkswagen. Porque el grupo americano se desplomó casi un 10% -Ford fue su marca peor parada, con un batacazo del 37%- y, aunque la empresa alemana todavía no ha proporcionado los datos del conjunto de 2018, en noviembre ya vendía un 7,3% menos que el año anterior.

Desafortunadamente para los fabricantes, no parece que la situación vaya a mejorar. Al contrario, los datos de diciembre -el sexto mes consecutivo de caídas- fueron los peores: de hecho, el último mes del año cerró con un desplome del 13%. Así, incluso marcas que en 2018 aumentaron sus ventas, como la local Geely -que creció un 20%-, esperan que 2019 dibuje un encefalograma plano. Y gracias. Eso es también lo que prevé la CAAM -exactamente 28,1 millones de unidades, un crecimiento del 0%-, mientras que los organismos gubernamentales más optimistas apuntan a una expansión máxima del 2%.

«Como ha sucedido en meses anteriores, la disputa comercial entre China y Estados Unidos está teniendo un impacto notable en el mercado. Por ello, los consumidores chinos son reticentes a comprar vehículos y eso se ha traducido en una caída en las ventas», analizó Volkswagen en un comunicado. Shi Jianhua, uno de los directivos de la CAAM, es de la misma opinión, y en una rueda de prensa reconoció que el mercado chino «todavía se verá afectado por presiones a corto plazo». En este sentido, esgrimió la reducción de los incentivos fiscales a la compra de vehículos para explicar la actual coyuntura.

Sin duda, esa es una de las variadas razones que han provocado esta contracción del sector en la segunda potencia mundial, pero la mayoría de analistas achacan la situación más a una ralentización de la propia economía china y al hecho de que muchos prevén un año complicado. Y esa es una percepción que se extiende a otros sectores.

«No sé muy bien cómo hace las cuentas el gobierno chino, pero nosotros no hemos notado un crecimiento menor; al contrario, vemos una caída importante de la facturación, en torno al 20%», comenta un empresario del sector hostelero que pide mantenerse en el anonimato. «El consumo interno había ganado mucha fuerza, y eso es algo muy importante para que China dependa menos del comercio exterior y para que convierta a su propia población en el motor económico del país, pero ahora parece que estamos ante un parón», añade con preocupación.

Las excepciones

No todos están en números rojos. Toyota, por ejemplo, elevó las ventas un 14,3%, dentro del grupo japonés la lujosa marca Lexus fue la que mejor se comportó. Por otro lado, los vehículos comerciales, cuya adquisición suele ir muy ligada al comportamiento de la economía, subieron un 5,1% hasta los 4,37 millones. Y la medalla de oro del crecimiento se la llevó el segmento de los coches de emisiones cero, que se dispararon un 62% y rompieron la barrera del millón de unidades. Concretamente, se vendieron 1,26 millones.

Sin duda, China apuesta fuerte por los automóviles de nuevas energías. El Gobierno ha anunciado que en los próximos tres años la inversión en infraestructura para la carga de vehículos eléctricos aumentará notablemente, aunque no parece que vaya a alcanzarse el objetivo que se propuso en 2015, cuando anunció que habría 4,8 millones de puntos de carga para 2020. Porque el año pasado se cerró con 760.000.

En esta situación, la gran pregunta es si China decidirá introducir nuevos subsidios o incentivos fiscales a la compra de automóviles. Si lo hace, supondrá un vuelco importante porque el plan era hasta ahora, precisamente, el contrario. Pekín había decidido acabar con las ventajas para quienes compren vehículos con motor de combustión y reducir sustancialmente las ayudas para los coches eléctricos en 2020. Sin embargo, la semana pasada los dirigentes de la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Reforma afirmaron que se aprobarán medidas para incentivar el consumo, también en el sector de automoción.

Aunque no se han detallado esas medidas, lo que sí hizo el Ejecutivo de Pekín ya a finales del año pasado fue reducir la presión fiscal sobre la población con una reducción del impuesto de la renta, sobre todo para quienes menos cobran. Para Patrick Yuan, un analista de la banca de inversiones Jefferies que habló con Reuters en Hong Kong, eso podría ayudar a que las ventas de automóviles vuelvan a crecer «hasta un 7%». No obstante, la mayoría no comparte este optimismo, ya que el conjunto de la economía china aumenta al menor ritmo también desde 1990, esto es, de los últimos 28 años. Su Producto Interior Bruto (PIB) creció en 2018 'solo' un 6,6%.

¿Se acabó la era de los grandes estímulos?

A grandes males, grandes remedios. Ese ha sido el lema que, por lo menos hasta ahora, ha guiado la política económica del Gobierno chino. Y se ha traducido en grandes planes de estímulo que han permitido al país más poblado del mundo capear con solvencia batacazos como el de la crisis global iniciada en EE UU en 2007. Ingentes inversiones en infraestructuras, posibles gracias a sus enormes reservas, han modernizado el país y proporcionado empleo a decenas de millones de personas.

Ahora, el gigante asiático cuenta con la mayor red de trenes de alta velocidad del mundo -TAV en su caso, frente al AVE español, el segundo más extenso-, una magnífica red de autopistas y aeropuertos vanguardistas que han mejorado considerablemente la conectividad de zonas depauperadas. Es más, con la deslumbrante tarjeta de visita de las obras realizadas en su propio país, las empresas chinas se han lanzado a construir todo tipo de infraestructuras por el mundo, impulsadas por el ambicioso proyecto de la Nueva Ruta de la Seda intercontinental.

Pero con la economía creciendo al ritmo más bajo de las últimas tres décadas, Pekín está siendo presionada para que vuelva a diseñar un plan para incentivar el crecimiento. Y esta semana ya ha anunciado un paquete de 1,3 billones de yuanes (166.000 millones de euros).

Además, a diferencia de lo que se hizo hace una década, las medidas adoptadas se centran ahora más en incentivos fiscales que en inversiones en infraestructuras -salvo por la red de TAV que seguirá extendiéndose-. Así, la mayoría de los analistas cree que hará falta más esfuerzo para evitar que el crecimiento caiga por debajo de la línea de confort.

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