La soledad del agua
En este marzo de 2023 es difícil referirse al déficit de recursos hídricos en el Sureste Español sin incurrir en tópicos manidos o alabanzas sobre el uso eficiente del agua en nuestros regadíos que ya no parecen impresionar a ninguno con poder real sobre estos territorios
Isidoro Ruiz Gabaldón
Presidente de la Junta Central de Usuarios Regantes del Segura
Domingo, 19 de marzo 2023, 10:16
Mucho menos novedoso es hablar de la dependencia socioeconómica del Trasvase Tajo-Segura y de las consecuencias de su supresión. Sin embargo, los peores augurios se están cumpliendo; tal vez están ya aquí y la pesadilla se ha hecho realidad.
Los habitantes de estos territorios nos hemos quedado solos en la defensa del Trasvase y también de los regadíos que con tanto esfuerzo se han consolidado a lo largo del tiempo porque nadie con poder asume ya la defensa de lo que antaño nos parecía indispensable para nuestra subsistencia y asumible por todo el mundo. La soledad de los usuarios del agua no se disipa con palabras, sobre todo cuando las pronuncian los que carecen o carecemos de potestad para convertidas en realidad. Palabras que por demasiado repetidas han perdido fuste y aburren más que interesan.
Años de equivocada gestión del problema nos ha dejado reducidos a potencia mendigante de agua sin nada sólido que ofrecer en el tenebroso tablero de la política general.
«Años de equivocada gestión del problema nos ha dejado reducidos a potencia mendigante de agua»
Y lo que es peor, quienes sí pueden hacerlo han reducido nuestras penurias hídricas a cuestión de enfrentamiento entre el Sureste y la Comunidad Autónoma de Castilla – La Mancha. Cuestión astutamente alusiva al enriquecimiento de los levantinos a costa del agua que le quitan a los manchegos y que ha dado paso a la demoledora dialéctica de pobres contra ricos.
En todo ello subyace una realidad incontestable: los habitantes de Castilla-La Mancha, Madrid o Extremadura no perciben beneficio alguno del hecho de trasvasar al Sureste las aguas excedentes desde la cabecera del Tajo. Por tanto, es ocioso apelar a su solidaridad cuando ésta no se da en sentido inverso, es decir de los usuarios de las aguas trasvasadas hacia los de esas Comunidades.
Algunos creen que para corresponder a esa solidaridad es bastante con la trasferencia del importe del coste de amortización de las obras que pagan los usuarios de aguas trasvasadas en la correspondiente tarifa. Ciertamente, el Consejo de Ministros acordó el 18 de abril de 1986 que lo recaudado por ese concepto se transfiriera entre las Comunidades Autónomas en la proporción: 4/9 para Castilla-La Mancha, 3/9 para la Comunidad de Madrid y 2/9 para la Comunidad de Extremadura. Sin embargo, hasta la fecha esos fondos no han servido para alcanzar los fines que tienen asignados y prueba de ello es que todavía se sigue distribuyendo agua con cisternas por la Cabecera del Tajo cuando desde hace mucho tiempo se ha dispuesto de aquellos fondos para haber corregido esta situación.
Es difícil que exista solidaridad cuando el régimen del Trasvase se ha construido sobre el concepto de aguas excedentes y la Administración retiene la facultad de definir lo que éste significa por lo que la gestión del Trasvase es un permanente juego político. Un juego en el que los ciudadanos de los territorios ribereños del Tajo pintan tan poco como los regantes levantinos. Por tanto, cualquier decisión política sobre la trasferencia de agua entre las cuencas del Tajo y del Segura acaba dejando agraviados en una o en otra, cuando no en las dos.
Más de cuarenta años después de que llegaran al Segura las aguas de la Cabecera del Tajo, es apreciable cómo día a día se van enrareciendo las justificaciones políticas de su viabilidad. Es por ello necesario cambiar su planteamiento básico a fin de superar la dialéctica surgida sobre la gestión de los recursos hídricos tanto en la cuenca cedente y como en la cuenca receptora a fin de que éstas contribuyan con mayor eficacia al interés general. Para ello parece útil sustituir el concepto aguas excedentes por el de aguas sobrantes porque en realidad lo que necesitan los usuarios levantinos son las aguas que les sobran a los usuarios regantes de la cuenca del Tajo, a los que debe otorgarse la plena capacidad de disposición sobre los recursos concesionales que no utilicen; y también, el derecho a ser remunerados directamente por la cesión de los recursos hídricos que transfieran.
De esta manera se establecerán vínculos socioeconómicos entre cedentes y usuarios dando base a la solidaridad que permita satisfacer las demandas hídricas de unos y otros.