UCAM: llega la hora de repensar el proyecto
Toquen y vayan ·
El derbi ante el Murcia deja definitivamente herido de muerte al equipo universitario, un desastre desde agosto en una campaña aciagaSiempre he pensado que en la ciudad de Murcia no hay sitio para el UCAM Club de Fútbol. Ni para ningún otro equipo. Nadie puede ... vivir a la sombra de una entidad como el Real Murcia, que en los años 80 –en pleno auge del sentimiento autonómico en regiones limítrofes como Andalucía o Valencia– galvanizó a través del fútbol ese sentir regionalista que en esta tierra no existía. Al margen de Cartagena, donde por norma no escrita prácticamente se rechaza todo lo murciano y el Efesé es algo tan sagrado como la Semana Santa y el asiático, en la mayoría de municipios de la Comunidad –desde Beniel hasta Águilas y desde Moratalla a La Unión– abrazaron el murcianismo con más o menos pasión. Pero lo abrazaron. El Murcia de Figueroa, Guina, Manolo, Vidaña y Pérez García, habitualmente en Primera División, era el pegamento que todo lo unía.
Han pasado muchos años y el club grana sale de una crisis que ha estado a punto de llevárselo por delante. Ha resistido porque su gente así lo ha querido. E incluso, en el caso de que hubiera desaparecido, estoy convencido de que su legítimo heredero (un Real Murcia que hubiera arrancado de cero desde Primera Regional) habría contado con el respaldo mayoritario de la afición murciana. La batalla la tiene perdida el UCAM, un club que ni siquiera ha sido capaz de rentabilizar su temporada en Segunda. Y el Racing Murcia. Y cualquier otro proyecto que nazca con la intención de ocupar el lugar que siempre le corresponderá al Real Murcia, esté mejor o peor.
Más feas se le van a poner las cosas al equipo universitario a partir de ahora, ya que la entidad grana ya está despegando y en el conjunto presidido por José Luis Mendoza van cuesta abajo. Cada campaña han ido un poco a menos, pero este curso están tocando fondo. El derbi del pasado domingo, en el que los azulones fueron atropellados por un rival mucho más intenso, comprometido y acertado, dibuja perfectamente el estado de un equipo catatónico, que anda de desastre en desastre en una campaña aciaga. Ya va por el cuarto entrenador, pero la sensación es que los problemas con Asier Santana son casi los mismos que ya existían en ese vestuario con Rubén Albés y Miguel Rivera.
La temporada está perdida y ahora ha llegado el momento de repensar el proyecto. El UCAM se ha gastado este año un millón de euros en una plantilla con futbolistas que tenían que haber peleado por el ascenso. Sin embargo, desde la jornada 1 se vio claramente que eso no iba a suceder. Tal vez ha llegado el momento de cambiar el modelo y apostar por gente de la tierra. Al Real Murcia no le va mal así.
El personaje
Carrasco, una vida en boca de gol
El don del gol se tiene o no se tiene. Es lo que cuesta dinero en el fútbol, aunque hay artilleros, como es el caso de Andrés Carrasco (Murcia, 31 años), que llevan toda la vida marcando y a esa cualidad tan diferencial no le han extraído todo el beneficio que podrían haberle sacado. Carrasco, con menos temporadas en Segunda B de las que merece en su hoja de servicios, ya es de nuevo el pichichi del grupo XIII de Tercera, con 16 dianas. Son las mismas que Javi Bolo, compañero suyo en el Lorca Deportiva.
Para Carrasco esto no es nuevo. En la 2016-17 hizo 44 tantos con su actual equipo, con el que de nuevo aspira al ascenso. En la 2015-16 se quedó en 34. El curso anterior, en el Águilas, celebró 27 goles. Canterano del Real Murcia, donde destacó en el Imperial que coqueteó con los mejores en Segunda B entre 2008 y 2010, no tuvo suerte en sus efímeros pasos por la división de bronce, primero en el Yeclano y el Caravaca y el año pasado en el Villanovense. En tierras extremeñas solo hizo 4 goles en 35 partidos y vivió un amargo descenso.
Nunca es tarde para un ariete fiable como pocos, que se ha pasado toda la vida en boca de gol y que perfectamente podría cuajar en Yeclano, UCAM e incluso Real Murcia. Lo tiene todo. Solo falta que alguien apueste por él.
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