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Jaime Martínez Morga, en el centro, durante la preparación de una prueba. lv
Jaime, la bala de la calle uno

Jaime, la bala de la calle uno

«La vida no es fácil», dice este murciano, ejemplo de superación, que ha batido el récord europeo de 800 para sordos

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Jueves, 27 de diciembre 2018, 12:17

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Su madre recuerda aún aquella tarde en que un cartel del tablón de anuncios del colegio de Santa María de Gracia donde estudiaba su hijo le llamó la atención. Era del club de atletismo Tovarsport, que buscaba a jóvenes atletas con ganas de comerse el mundo. Una llamita fulguró dentro de su cabeza: era el sitio perfecto para su Jaime, que arrancó así su carrera como atleta a los siete años, una carrera que había forjado en realidad desde los siete meses, sin él saberlo, cuando sus padres le pusieron una logopeda que enseñase a hablar a ese hijo que nació sordo. Así que su vida ha sido un batallar casi desde el alba. Cuando a los siete años llegó a las pistas se encontró en su elemento: de una forma o de otra, llevaba toda la vida corriendo. «Si es que la vida no es fácil», suele decir a su madre Jaime Martínez Morga que, a los 22 años, acaba de batir el récord de Europa de 800 metros para sordos en pista cubierta.

En el atletismo Jaime encontró una válvula de escape a su energía. «Mamá, ¿cuándo hay más carreras?», preguntaba al principio si llegaba el fin de semana y no había nada. «Es un luchador infatigable», dice su madre, Isabel Morga. Tanto ella como Miguel Ángel Martínez, su padre, empezaron una carrera propia a la par que Jaime, al que han acompañado en todos los campeonatos, pidiendo préstamos en ocasiones, porque los atletas sordos no tienen las ayudas con las que cuentan los paralímpicos. «Están como en un limbo, ni en un sitio ni en otro. Aunque hay una federación para ellos, es un desastre y apenas tiene recursos», lamenta Isabel.

La marca

  • 1:52:66 es el récord de Europa de 800 en pista cubierta para sordos logrado por Jaime en Madrid.

No solo han acompañado a su hijo en sus viajes por toda Europa, sino que a veces han tenido que participar de forma activa a la hora de la prueba, formar parte del decorado, por así decirlo, para amortiguar las desventajas propias de la sordera. Como Jaime no escucha el disparo de salida, ha sido su padre quien se ha colocado junto a la pista con un pañuelo para darle el pistoletazo. «A menudo pedíamos que lo pusieran en la calle uno, que es la peor, pero al menos tenía el juez al lado y lo podía ver», explica su madre.

En los campeonatos específicos para sordos no hace falta, porque tienen semáforos, pero en los demás Jaime compite con atletas sin ningún tipo de discapacidad y necesita un cierto 'avituallamiento' visual para mitigar su desventaja. Aun así suele salir más tarde, para remontar después. En el Europeo de Bielorrusia disputado en marzo, el murciano empezó rezagado y, cuando parecía que no iba a ser su día, remontó en la recta final para llevarse el oro.

Nunca le abandonó la fuerza de voluntad, ni las ganas de hacerlo bien, desde que aquella logopeda le ayudó a aprender a hablar y ya supo que en la vida le tocaba luchar. Un coraje que le ha permitido seguir en pie pese a las trabas, como aquella vez en Valladolid que no le dejaron salir por la calle 1 en un 400, y tuvo que partir agachado y sin un compañero al lado que le sirviera de referencia.

En la Joaquín Blume

Jaime Martínez pertenece al Fent Camí Mislata de Valencia y desde hace cinco años vive en la famosa residencia Joaquín Blume de Madrid, desde que fue a Polonia, donde una centella pasó como un tsunami por la calle 1 para llevarse el oro en 400, 800 y 1.500 metros, siendo la del medio su distancia predilecta. «La vida es lucha», suele decir a su madre y él lo sabe bien. Ha compaginado el atletismo con los estudios de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y ha completado el Grado de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (INEF) en la Universidad Politécnica de Madrid. Su palmarés está enguirnaldado por 14 oros, 2 platas y un bronce en las Sordolimpiadas, pero Jaime no para. Ahora espera brillar en el Mundial de Tallín (Estonia) del próximo marzo, con los Juegos de Tokio, su gran y verdadero sueño, titilando en el horizonte.

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