Los tesoros de Júpiter
Cuando se opta por coleccionar música clásica por entregas es probable que la primera de ellas, generalmente de precio reducido, oferte un libro con disco compacto sobre las dos últimas sinfonías de Mozart
Cuando se opta por coleccionar música clásica por entregas es probable que la primera de ellas, generalmente de precio reducido, oferte un libro con disco ... compacto sobre las dos últimas sinfonías de Mozart. El hecho de abandonar esta suscripción periódica, favorece que este primer disco dedicado a al compositor austriaco quede relegado a un lugar anodino del hogar.
Mozart comenzó a componer sinfonías desde los ocho años y completó el ciclo a los treinta y dos, durante el verano de 1788. La última de ellas fue la Sinfonía nº 41 en Do mayor K. 551 que recibió el sobrenombre de Júpiter aludiendo al principal dios de la mitología romana.
Esta joya universal de la historia de la música es una de las seis sinfonías vienesas y fue escrita para una orquesta más grande de lo habitual para la época, dadas las enormes posibilidades que ofrecía la capital vienesa. Mozart escribió música muy elaborada y dio especial protagonismo a los instrumentos de viento que, lejos de duplicar la melodía de los de la sección de cuerda, cobraron un papel como solistas lo que aportó un singular colorido a la orquesta.
Otra de las aportaciones del genio salzburgués al género sinfónico fue la incorporación de un movimiento adicional, situado en tercera posición y concebido como un minuetto, confiriendo al movimiento conclusivo un protagonismo sin par, como veremos más adelante.
La Sinfonía Júpiter, la más extensa de las que creó Mozart, es una mezcla del más puro Clasicismo y del Barroco, que combina la moderna forma sonata con el contrapunto propio del periodo musical precedente. Sin embargo, la maestría del compositor austríaco nos lleva en esta obra hacia las puertas del Romanticismo, como defienden muchos expertos en la materia.
Efectivamente, Mozart trató con destreza el arte de encadenar acordes (armonía) con el de desdoblar un tema en dos o tres líneas independientes y simultáneas (contrapunto) manteniendo la arquitectura de la sinfonía y la lógica formal de su mensaje. Solo así se explica la asombrosa capacidad de Mozart para expresar lo que sentía en su interior.
Los movimientos que componen la Sinfonía nº 41 reflejan en cierto modo aspectos biográficos del maestro. El conocido tema con el que comienza el Allegro vivace nos recuerda a su ópera Don Giovanni estrenada en Viena tres meses antes y procede del himno «Lucis creator» tratado con un toque militar, reflejando el conflicto armado con los turcos. Hay que recordar que en el año 1788, Mozart dejó de ser el compositor de moda y no sólo vio mermado su poder adquisitivo sino que tuvo que cancelar los conciertos por suscripción que organizaba. Además, la guerra contra los turcos hizo que la nobleza austríaca dejara la capital para instalarse en sus fincas campestres, lo que contribuyó aún más al declive profesional del músico.
El segundo movimiento Andante cantabile se sustenta en un onírico y extenso tema de once compases que se combina con otro de carácter más doloroso y sombrío en Re menor. Lo más interesante de este andante es la bella coda con la que finaliza y que se considera uno de los momentos más inspirados de Mozart.
En el Minuetto el oyente es transportado a los salones imperiales a través de una danza vienesa, lo que es un anticipo de la música que compondría Schubert.
Como el buen vino se reserva para el final, la Sinfonía Júpiter concluye con un Finale.Molto Allegro donde el compositor recapitula su esencia musical. A modo de compendio sobre los recursos del contrapunto de Bach, Mozart crea el primer gran final de sinfonía haciendo gala de la riqueza y exaltación de un contrapunto sin límites, llegando a exponer hasta cinco temas en una doble fuga.
Invito desde estas líneas a que el lector se encuentre con la Sinfonía Júpiter teniendo presente que aunque fue compuesta para personas de muy distinta condición social, éstas comprendieron la importancia de la música de Mozart. Como dijo Harnoncourt, cultivar la sensibilidad por la música es una cualidad exclusivamente humana.
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