Un retrato de Gaya para pagar la cuenta del hotel
El murciano pintó a la dramaturga y novelista mexicana Elena Garro, una mujer fascinante y contradictoria, en uno de los peores momentos en la vida de ambos
Llegó a coincidir en una ocasión con Lee Harvey Oswald, poco antes de que este perpetrara el asesinato de John F. Kennedy. Garro dejó una ... huella profunda en la literatura hispanoamericana como precursora del 'realismo mágico' -una etiqueta que detestaba-, aunque su historia personal está marcada por luchas, desencuentros, exilio y por cargar con otra etiqueta que detestaba: ser la esposa de Octavio Paz.
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En los años cuarenta, Ramón Gaya, exiliado en México, retrató a Elena Garro. Habían coincidido años atrás en Valencia durante la Guerra Civil Española, cuando Garro y su entonces esposo, Octavio Paz, participaban en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. Mientras que Gaya dejó este retrato inolvidable de Garro, no existe evidencia de que hiciera lo mismo con Paz, a pesar de la amistad entre ambos.
El retrato de Elena Garro fue pintado por Gaya en un momento trágico en la vida de la escritora. Experimentaba un profundo malestar en un matrimonio que era «un fracaso desde su noche de bodas, el 25 de mayo de 1937, hasta sus respectivas muertes en abril y agosto de 1998», como señala Peter Earle, autor de 'Una incompatibilidad creativa'. Elena Garro vivía frustrada: «Durante mi matrimonio, siempre tuve la impresión de estar en un internado de reglas estrictas y regaños cotidianos», escribiría en 'Memorias de España 19370. Ambos serían infieles. A finales de los años 40, ya con una hija, Octavio Paz tuvo una relación con la pintora Bona Tibertelli, mientras que Elena se enamoró del escritor argentino Adolfo Bioy Casares: «Es el único hombre en el mundo del que me he enamorado y creo que eso nunca me lo perdonó Octavio». La presión de un matrimonio infeliz la llevó a cometer un intento de suicidio en 1947. Dos años después, finalmente, firmaron el divorcio.
Tras ser acusada de participar en un supuesto 'complot comunista' relacionado con la masacre de Tlatelolco, Elena Garro se vio forzada a huir de México con su hija Helena (con 'hache' para diferenciar madre e hija). Fue en el exilio donde el retrato de Gaya, que había llevado consigo, se convirtió en una tabla de salvación. En palabras de la escritora: «Lo único que me había sacado de México era mi retrato de Gaya. Me fui a venderlo. Se cotiza muy alto ese pintor. Recuerdo esa tarde ardiente en la galería Séiquer, extendieron el retrato en el suelo y ante mi urgencia, llamaron a un señor muy rico, que llegó corriendo al saber que se trataba de un Gaya. El señor vio el cuadro extendido en el suelo y preguntó:' ¿Quién es esta mujer tan divina?'. Una desconocida, le contesté. ¡Ah! La dueña de la galería, se puso encarnada y dijo: 'No, no, es esta señora', y me señaló. El comprador también se puso encarnado y dijo: '¡Claro claro!'. Lo compró. Pagué un mes de hotel, pero no me alcanzó para mudarme. Además la chata estaba flaquísima, pesaba cuarenta y dos kilos».
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En el imprescindible libro sobre la escritora 'Debo olvidar que existí', Rafael Cabrera escribe: «Existe una sola imagen de Elena Garro posando junto al retrato hecho por Gaya. Se trata de una fotografía, tomada al parecer en junio de 1972, donde se ve a la escritora sentada en la sala de su casa y se alcanza a ver parte del cuadro, aunque la mala calidad de la imagen no permite verlo a detalle. Esa imagen fue tomada poco antes de que la escritora y su hija, Helena Paz Garro, salieran huyendo de México de manera ilegal por miedo a presuntas amenazas de muerte a raíz del movimiento de 1968».
Recuerdos
El retrato de Elena Garro forma parte de la exposición 'De escritor a escritor', un recorrido por aquellos literatos con los que Gaya mantuvo relaciones. De manera curiosa, el retrato está colocado junto al de Tomás Segovia. Esta coincidencia resuena de manera especial al recordar que, en su primera novela, 'Los recuerdos del porvenir' -considerada por Octavio Paz como una de las obras más perfectas de la literatura hispanoamericana contemporánea-, Garro retrató a Segovia como un personaje peculiar: poeta aficionado, pedante y cursi. En la novela, es el boticario, un hombre pequeño, delicado y de rasgos femeninos, perdidamente enamorado de una mujer que no le corresponde.
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Elena Garro no fue solo 'la esposa de Paz', fue una mujer que, a pesar de las adversidades, dejó un legado imborrable. Una mujer que despertaba tanto afecto como rechazo, y cuya historia sigue fascinando por las contradicciones que la definieron. La podemos ver -a través de la mirada del pintor- en el Museo Ramón Gaya.
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