El proyecto de Arata Isozaki que Murcia dejó escapar
El equipo que trabajó con el premio Pritzker recientemente fallecido recuerda el proyecto para San Esteban
Francisco Javier López Martínez
Arquitecto y profesor
Domingo, 8 de enero 2023, 07:30
Tecleé en un buscador, el día 29 de diciembre, la palabra «Isozaki» y, en el primer enlace, aparecía «Arata Isozaki fue un arquitecto japonés… En ... 2019 recibió el premio Pritzker…».
Me impactó el uso del pretérito indefinido. Solo habían pasado unas horas desde su muerte y ya quedaba reflejada en una página cualquiera. La rapidez es un signo de este tiempo, tiempo en el que Isozaki actuó con intensidad. La trayectoria que le hizo merecedor del importante premio Pritzker fue la de un arquitecto comprometido con la arquitectura y sus valores universales, síntesis de culturas, de movimientos y tradiciones. Fue un rotundo intérprete de cada lugar; maestro en las distintas escalas, la del territorio, la ciudad, el edificio y el detalle, materiales y técnicas.
Isozaki tenía 14 años cuando la bomba atómica destruyó Hiroshima, y eso, por cuestiones de cercanía, fue, según él mismo reconoce, una de sus primeras experiencias arquitectónicas: la destrucción, el vacío desolador, muerte y renacimiento.
Contaba con varios estudios en diferentes partes del mundo, uno de ellos en Barcelona (Arata Isozaki & Asociados España). No conocimos personalmente al señor Arata Isozaki, pero tuvimos el honor de estar en su equipo y él estaba presente con eficacia.
En un cruce de caminos, nos encontramos con Toshiaki Tange, responsable del estudio español... Cuando en 2011 se convocó un concurso de ideas para el yacimiento de San Esteban, propusimos a Isozaki que participara, y aceptó el reto de encontrar una solución para esa área desentrañada del centro de la ciudad.
Cuando Isozaki acepta un proyecto, lo hace de verdad y pone todos sus medios; organizamos varias visitas de trabajo y el contacto fue constante, se estableció una especie de enlace Tokio-Barcelona-Murcia.
Creyó que un icono, suficiente para servir de distintivo, referencia o reclamo, debía ser una de las claves de su propuesta
Isozaki se interesó por la ciudad y su historia. Creyó que un icono, suficiente para servir de distintivo, referencia o reclamo, debía ser una de las claves de su propuesta: torre para asomarse a la ciudad del siglo XXI y a la de los siglos XIII y XII (12-21 pusimos por lema a la propuesta global). Como suele ocurrir en sus proyectos, la geometría era protagonista: el plano de la plaza, la concavidad que acogía para conectar con el tiempo inferior, la torre como signo y recorrido ascendente, todo ello con la adjetivación que supone reflejar la ciudad del siglo XIII en superficie mediante patios, vegetación y la emergencia del alminar de aquel barrio que fue.
Isozaki actualizaba la ciudad destruida situándola en el presente; quizá la asoció a su experiencia de niñez, de hecho, años más tarde, el señor Tange, me decía «en Hiroshima han utilizado nuestra misma idea».
Todo constituyó una gran experiencia, un ejemplo de cómo un arquitecto se involucra en un proyecto
Los paneles del concurso se montaron en Barcelona, y una persona viajó con ellos hasta Murcia. Recuerdo que el día de la entrega paseamos por Santa Eulalia en fiestas.
Todo constituyó una gran experiencia, un ejemplo de cómo un arquitecto se involucra en un proyecto. Para nosotros, lo que realmente importaba era que Murcia contara con una intervención de Isozaki, pero fue un sueño que pugnaba con otros que fueron los seleccionados.
Lo que no llegó a ser
Cuando en 2019 se volvió a convocar otro concurso -difícil explicárselo- para San Esteban, propusimos retomarlo, pero el arquitecto, realista como su propuesta, no quiso repetir un esfuerzo que ya la ciudad había rechazado. Nos sugirieron, generosamente, que lo hiciéramos nosotros disponiendo de todo el material ya elaborado, pero no lo hicimos porque nos habríamos sentido huérfanos y ostentosos.
La muerte de Arata Isozaki lo ha traído a mi memoria, el recuerdo también supone una forma de existencia. Algún día veremos el tan deseado San Esteban reconvertido en plaza, el juego de los niños, el paseo, la estancia, la visita de los mayores. Entonces yo subiré a su torre helicoidal y miraré desde ella lo presente, lo desaparecido, y lo que no llegó a ser.
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