El guitarrista cartagenero Antonio Piñana, con su nieto Rafa, que sigue atentamente las lecciones de su abuelo JUAN MANUEL DÍAZ

La pasión jonda de la familia Piñana llega al Teatro Circo de Murcia

Antonio Parra dirige el documental que se estrena este miércoles en la Cumbre Flamenca, que entrega su Catavinos al guitarrista Antonio Piñana

Miércoles, 22 de febrero 2023, 01:41

Primero, el niño. Rafa Piñana tiene doce años, salero de sobra y toca la guitarra. La sangre sigue su curso repartiendo arte, y el niño ... ya sabe, sin saberlo, que «la guitarra es un pozo / con viento en vez de agua», según Gerardo Diego. Con su primera imagen, dándole a la guitarra junto a su tío, el también guitarrista y compositor Carlos Piñana (Cartagena, 1976), arranca el documental 'Familia Piñana. Una pasión flamenca' (2023), con guion y dirección de Antonio Parra, y que será estrenado este miércoles –a las 19.30 horas, en el Teatro Circo Murcia (TCM)– en el marco de la Cumbre Flamenca de Murcia 2023, de la que Parra es también director artístico.

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Tocan la guitarra sobrino y tío y aparecen rápido y risueños, todos ellos en la casa familiar, el cantaor Curro Piñana (Cartagena, 1974) y su hermano Pepe (Cartagena, 1965), también artista; el primero no lo puede evitar, y se arranca a cantar la zambra 'María de la 0': «¡Te quieres reír, y hasta los ojitos los tienes moraos de tanto sufrir...!». Empieza un documental necesario y valioso.

«La familia Piñana», explica Parra –poeta, ensayista, flamencólogo, exdirector de ediciones históricas del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión...–, «conforma una de las estirpes flamencas más importantes, no solo de la Región, sino de toda España». «Eso es algo», prosigue, «que en este documental que presentamos en la Cumbre Flamenca reconocen expertos y maestros tan importantes como Fosforito». «La familia va ya por la cuarta generación de artistas», indica. «El último en unirse –añade– es el pequeño Rafa, de doce años, que como guitarrista muestra ya unas maneras muy prometedoras, heredadas de su abuelo Antonio [Piñana Calderón –Cartagena, 1940–] y de sus tíos».

Cuenta Parra que «la estirpe fue fundada por don Antonio Piñana [Segado], cantaor –Cartagena, 1913-1989– que se consideró siempre el verdadero patriarca y velador en sus esencias de los cantes mineros». Veamos: «Don Antonio fue siempre estricto, intransigente con cualquier desvío de lo que él consideraba el verdadero cante minero. Y, en cierto modo, tenía razón».

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Antonio Parra (izq.) sigue el cante que interpreta Curro Piñana, al que acompaña su sobrino al toque. JUAN MANUEL DÍAZ

Por fortuna, «la familia artística ha ido creciendo. Primero con su hijo Antonio, guitarrista y actual patriarca, y después con los hijos de este, Pepe, Curro –único cantaor como su abuelo– y Carlos».

«Curro y Carlos», destaca el responsable del documental, «son verdaderos artistas internacionales que han recorrido el mundo con su arte». Por su parte, «Pepe es también un excelente guitarrista que fue pionero en la mezcla de la formación familiar y la formación académica. Además son todos extraordinarios pedagogos».

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Claramente: «Este es un reconocimiento merecido, es una familia en la que se ha vivido siempre el flamenco con devoción y pasión, como un verdadero destino». Además, Parra resalta que «Antonio Piñana, de quien el mismo Paco de Lucía dijo que no había nadie como él para tocar por Levante, recibirá el 9 de marzo el nombramiento de Hijo Predilecto por el Ayuntamiento de Cartagena, donde también se proyectará el documental, que ha hecho posible un equipo formado por Juan Manuel Díaz (fotografía y edición), Laura Muñoz y Pedro J. Sánchez (producción), Paz Martínez y Raquel Cantero (locución), y Curro Piñana (asesoramiento).

El guitarrista y compositor Carlos Piñana, en un mano a mano con Rafa, el pequeño de la familia de artistas. JUAN MANUEL DÍAZ

Antonio Piñana hijo es el primero en tomar la palabra en el documental, y lo hace hablando de su padre, que «tiene una historia legendaria y muy interesante». Por ejemplo, un accidente en su infancia lo marcó ya para siempre: «Estando en el colegio de huérfanos de Guadalajara, se subió a coger una pelota que se había caído a un tejado y se cayó». «Para sintetizar esta odisea», precisa, «se quedó con una pierna más corta que la otra». Tras la caída, «lo tuvieron que operar en el [Hospital] Gómez Ulla de Madrid, y desde ahí le venía su cojera». Corrían los años 20, y según su hijo estuvo hospitalizado «cuatro o cinco años». Por entonces, teniendo lugar «la guerra de África, llegaban al Gómez Ulla muchos oficiales heridos. Y algunos de estos oficiales, cuando se iban al centro de Madrid de juerga, se llevaban a mi padre, que tendría 10, 12 o 14 años. ¡Ya cantaba!».

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Festival universal

De regreso a Cartagena, continúa narrando, «empezó cantando con amigos de aquí, se fue aficionando más y más», pasó un tiempo, «pidió excedencia en la Bazán, donde trabajaba, y se fue a Madrid a vivir del arte». Allí actuaba en la célebre Venta Villa Rosa, «donde estaba la plana mayor de todo el flamenco». Antes de cumplirse los dos años, «volvió a Cartagena y a la Bazán, siguió con sus cantes» y se dedicaba a organizar «muchos espectáculos flamencos por la provincia».

No se olvida Antonio Piñana hijo de que por entonces ocurrió «el conocido incidente con Juan Valderrama en La Unión, al que no dejan cantar una taranta». Eso, dice, «pondrá en alerta al propio Valderrama y a Piñana», quienes «felizmente» contarían «con el impulso decisivo de un gran alcalde de la época, Esteban Bernal», quien los llamó para que los aconsejase sobre qué se podría hacer para que los cantes de la tierra «cogiesen el auge que tenían que tener de verdad». Y, a partir de ahí, se puso la semilla de lo que terminaría siendo, con reconocimiento en todo el mundo, el Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión, que este año celebrará su 62 edición. Esta tarde en el TCM, rodeado de familiares y admiradores, Antonio Piñana hijo recibirá también por parte de la Cumbre el Catavinos Flamenco. ¡Ojalá su hijo Curro se arranque a cantar 'la bruja Piruleta'! ¡Canela fina!

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