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La piel cristalina

Música inesperada ·

El caso Sokolov

Sábado, 26 de febrero 2022, 13:41

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La reciente visita del pianista Grigory Sokolov (Leningrado, 1950) es un acontecimiento cultural con efectos colaterales en la esfera emocional. No sólo estamos hablando de un músico excepcional desde el punto de vista técnico y artístico, sino de un intérprete que globalmente es singular, único e inclasificable.

Para entender bien a Sokolov hay que escucharlo en directo y percibir lo que sucede en nuestro alrededor cuando termina el concierto. Es posible que, desde que Liszt instaurara el recital de piano tal y como lo entendemos hoy día, no haya otro solista más admirado por los demás compañeros de profesión. Por ello, el pasado domingo pudimos cotejar impresiones personales con las opiniones de los mejores pianistas de la región que asistieron al evento.

Las expresiones perfección, entrega, control, sonoridades, articulación, infalibilidad, maestría o gratitud, eran repetidas constantemente entre profanos y expertos del mundo del piano, dentro de un entorno de consenso y excitación colectiva como hacía tiempo que no sucedía tras un concierto.

La asimilación de cómo es posible que un pianista con expresión huraña y andares de hombrón torpe pueda tener manos con la delicadeza de un pájaro, tal y como lo definió Antonio Muñoz Molina, no deja de ser un enigma incómodo para unos e insoportable para otros. Es cierto que Sokolov se aproxima al centro del escenario como las personas de setenta y un años, pero al posar su mano sobre el piano y sentarse al teclado, entra en la dimensión inmortal del compositor a interpretar.

La maestría y precisión de Grigory Sokolov diluyen las dificultades de la obra musical y el oyente sólo siente la esencia de la música. Este pianista tiene las claves para llegar a lo que pensaron los compositores a través de un profundo análisis de la obra. De este modo, se mete en la piel de ellos y logra conmovernos desde dentro.

Sokolov no necesita ser comparado con nadie para ser el mejor pianista contemporáneo. Su grado de exigencia sólo es compatible con una carrera musical como solista, tocando instrumentos preparados a conciencia por él mismo, afinados por un técnico de su confianza y con un programa anual tan bien planificado que hasta las seis propinas que ofrece al público están definidas con antelación.

Paradójicamente, este intérprete tan colosal y fiable no es nada conservador en escena y asume constantes riesgos en el manejo de sonoridades, articulaciones, pedales y rubatos. Sokolov expresa con espontaneidad lo que siente en cada momento, lo que dota de sentido a su profundidad expresiva. Así, el oyente reconoce con emoción sonidos propios de la naturaleza y trasciende hacia una experiencia mística y singular.

Aunque sea complicado describir con palabras lo que ocurre en un concierto de Sokolov, gracias a ellas podemos compartir lo afortunados que somos gracias a su música.

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