Muriel Romero: «Yo decía que de mayor iba a tener una escuela de danza en la Luna»
Es la segunda figura de la Región de Murcia que se pone al frente de la institución, tras el cartagenero José Carlos Martínez
Hay una frase de Carl Gustav Jung a la que regresa de vez en cuando: «La vida no vivida es una enfermedad de la ... que se puede morir». No es su caso: ella vive apasionadamente. Y cuando, porque el mundo es ancho y ajeno, como decía Ciro Alegría, y la vida no es fácil y llegan las tormentas, ya no baila la luz en su sonrisa, como canta con tristeza Alejandra Pizarnik en un verso, ella procura escuchar también qué le dice en secreto ese momento amargo. Muriel Romero (Murcia, 1972), bailarina clásica y contemporánea, coreógrafa, emprendedora, amante de las nuevas tecnologías y lenguajes artísticos, ha llegado a la dirección de la Compañía Nacional de Danza (CND), por concurso, en sustitución de Joaquín de Luz, quien a su vez sustituyó al cartagenero José Carlos Martínez, hoy director del Ballet de la Ópera de París. La también bailarina y coreógrafa murciana Alicia Narejos dice de Romero que, «después de diez años trabajando con ella, he podido ver que siempre ha apostado, con curiosidad y entusiasmo, por la innovación, trabajando con nuevas tecnologías al tiempo que aprovechaba y reinventaba su amplio bagaje dancístico en su área más clásica». Romero, «que se ha ido poniendo retos cada vez más grandes», aporta «un perfil híbrido para una compañía ecléctica». Está feliz con su nueva responsabilidad.
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–La infancia.
–Era una niña muy curiosa, algo en lo que no he cambiado. Me encantaba jugar e imaginar; no sólo mi casa, sino todo el edificio, eran para mí como mi palacio; jugaba con mis vecinas, con mis amigas, disfrutaba de la calle, no paraba quieta...; y, al mismo tiempo, tenía mi propio mundo interior.
–La madre.
–Mi madre bailaba y tocaba el piano...; era muy creativa, tengo fotos suyas bailando con un tutú blanco [sonríe]. Le debo muchísimo...
–El padre.
–Era matemático, físico y químico; amaba la música clásica, Chopin, por supuesto. Mis padres fueron decisivos en que yo tuviese una infancia muy bella.
–Los hermanos.
–Tengo dos mayores y uno pequeño, que nació cuando yo tenía diez años. Fui la pequeña durante todos esos años y, sí, mi hermano mayor me mimaba [ríe], mi padre me mimaba...; tengo muy buena relación con mi hermana y mis hermanos.
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–Dejar la casa, dejar a la familia, dejar Murcia.
–Salí muy joven de Murcia, tenía once añitos cuando me fui a Madrid a seguir formándome allí.
–¿Cómo recuerda ese cambio?
–Vanesa, mi amiga desde que teníamos cuatro años, recuerda que ella lloraba muchísimo en el andén cuando fue a despedirme en mi primer viaje a Madrid para quedarme allí. Siempre me dice que ella lloraba y que yo no [ríe]. Mi madre me preguntó si quería hacerlo, y me dijo que allí estaría en casa de alguien con quien teníamos algún parentesco. Yo dije que sí, que me iba.
–¿No lo dudó?
–Aunque era todavía una niña, era una niña vieja [ríe] y tenía un sentido del deber muy claro. Y sabía que tenía talento y valía para la danza, y también que mi madre y otras personas importantes confiaban en mí, estaban convencidas de que ese era mi camino. Sentía mucha energía positiva a mi alrededor.
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–¿Qué fue lo más duro?
–Hubo momentos en los que lo pasé muy mal: echaba de menos a mi madre, a mi padre, a mis hermanos... Descubrí lo que es sentirse sola, que es un sentimiento muy 'heavy' que tienes que ir aprendiendo a trabajártelo para que no te impida ir madurando bien. Ese vacío que sientes a veces, esa especie de herida emocional, en ocasiones es difícil de llevar. Pero, bueno, a mí me gustaba mucho bailar, me gustaba mucho la aventura y siempre supe también que me gustaría mucho viajar. Y ese deseo de vivir todo eso intensamente me compesaba el haber dejado mi cómoda vida en Murcia.
–¿Siempre quiso ser bailarina?
–También quería ser astronauta, decía que de mayor iba a tener una escuela de danza en la Luna [sonríe]. Y la realidad es que también la ciencia y la tecnología me interesan, mi madre me conectó con la danza y mi padre con la ciencia. A ella le debo la pasión por el arte, por el baile, por la música, por la estética; era también una mujer muy creativa, que iba siempre por la vida con una sonrisa. Mi padre era muy buena persona, un ser muy sensible; a veces no quería ver los problemas y se refugiaba en un mundo imaginario y en su mundo interior.
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–¿Usted hace lo mismo?
–Yo soy una persona que asume riesgos, que se pone retos, que se enfrenta a los problemas. Yo lo que no quiero es aburrirme en esta vida.
–Los duelos.
–Mi madre murió en 2008 de cáncer, y mi padre en 2016. Estuvieron toda la vida juntos, desde la adolescencia. Fue muy duro perderlos, muy duro, pero creo que el haber recibido de ellos tanto amor me ha ayudado a hacerme resiliente a los problemas de la vida. El pasado 9 de julio, justo cuando me dijeron que había sido elegida para dirigir la CND, hacía 16 años que había muerto mi madre; la sentí muy cercana. En la vida hay cosas que no controlamos. Puedes trabajar, formarte, mejorar, ser un virtuoso, respetar la naturaleza, valorar la belleza, ir día a día evolucionando como persona, prepararte para tomar las mejores decisiones...; pero, luego, habrá algo que no controlas que cambiará tus planes, algo que no depende de ti, que no está en tus manos poder controlar.
–La experiencia.
–La melancolía, la tristeza, también encierran cierta belleza; incluso el duelo por la pérdida de un ser querido conlleva unas emociones que también tienen un punto maravilloso. La vida es también dolor, y empezar de nuevo cuando crees que ya lo tienes todo perdido.
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Madurez
–¿Usted ha tocado fondo?
–Y he salido fortalecida. En la medida en la que vas superando esas crisis y momentos duros de la vida por los que todos pasamos, te sientes más libre. La madurez es eso, haber ido aprendiendo de todas las experiencias y conociéndote a ti misma, sabiendo que los sentimientos cambian y estando a la escucha de lo que pasa a tu alrededor. Y sabiendo también que todos tenemos sombras, y que debemos conocerlas, aceptarlas e integrarlas.
–El feminismo.
–Este motor de transformación social está claro que hay que seguir manteniéndolo en marcha y alimentándolo porque llevamos siglos de patriarcado. Patriarcado que ha influido en el comportamiento de todos, asumiendo roles que se van perpetuando. Yo no he sufrido abusos machistas, pero sí que me he encontrado con misóginos, alguno de ellos gay y misógino, lo cual todavía se entiende menos.
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–¿Qué no ha hecho jamás?
–Nunca le he bailado el agua a nadie. Y tampoco he ido por la vida con armadura, suelo ser confiada. A mi favor tengo que soy lista y que ya he vivido mucho, tengo muchas experiencias de todo tipo y soy empática y también intuitiva. He convivido con mucha gente diferente en muchos sitios distintos.
–La maternidad.
–Hubo un momento en el que nos lo planteamos [su pareja y ella], pero al final decidimos no tener hijos.
–¿Contra qué combate?
–No me acostumbro a las desigualdades, al hecho de que por nacer en un sitio u otro tengas más o menos oportunidades y la vida te sea más fácil o más dura. Me incomoda mucho que no sepamos o no queramos acabar con las desigualdades, que son injusticias, y que en pleno siglo XXI sigamos conviviendo con esas atrocidades que son las guerras; que sigamos comportándonos como animales es algo que me hiere y a lo que no me resigno.
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–A la dirección de la CND también llegó el cartagenero José Carlos Martínez.
–¡José Carlos es muy grande!, me felicitó nada más conocer la noticia de mi nombramiento y se lo agradecí mucho. Hace muchos años [sonríe] protagonizamos los dos una gala en el Romea. Yo tenía 14 años. Fue una gala un poco accidentada [risas], se me rompió un tirante en dos ocasiones en pleno baile, ¡menos mal que nunca más me ha vuelto a pasar algo así!
–La lectura.
–Siempre he sentido liberación leyendo.
–¿Qué autor ha descubierto recientemente?
–A la argentina María Negroni, maravillosa. También he descubierto a Robert Musil, su novela 'El hombre sin atributos'. Hay tantas buenas obras en la historia de la literatura, tantas buenas historias entre las más recientes también, que estoy convencida de que sería bueno para la danza trasladarlas a su lenguaje. Los clásicos son maravillosos, pero me gustaría poder ofrecerle al público otras miradas más actuales.
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–¿La veremos bailar con la CND?
–No, no, bastante he bailado ya.
–¿Siente vértigo?
–Sí, claro, imagínese la responsabilidad. Ha habido noches en las que no he pegado ojo.
De Maya Plisétskaya a Nacho Duato y a William Forsythe
Muriel Romero mereció con 15 años el 'Prix du París' en el prestigioso concurso internacional Prix de Lausanne, y un año después entró a formar parte del elenco de la Compañía Nacional de Danza (CND), bajo la dirección de Maya Plisétskaya. Tras presentarse al reconocido concurso International Ballet Competition, en Moscú, obteniendo tres galardones: Premio Mijail Baryshnikov, Premio de la Crítica y Premio del Público. Precisamente, a raíz de este concurso da el salto internacional como primera solista del Bayerische Staatsballett en Múnich. Llegado 1993, actúa en la 'Gala de estrellas' en el Teatro Mariinski de San Pertersburgo y consolida su carrera de danza clásica como primera bailarina en la Deutsche Oper Berlin.
En 1995 vuelve a la CND bajo la dirección de Nacho Duato, y en el 2000 comienza su carrera como artista 'freelance' para explorar nuevos formatos, colaborando en proyectos con coreógrafos y dramaturgos de vanguardia. Completará su carrera como solista en la compañía Grand Théâtre de Genève y, más
tarde, de 2006 a 2008, como primera solista en la Semperoper Ballett en Dresden, bajo la dirección del canadiense Aaron Watkin, donde profundiza su relación artística con el coreógrafo William Forsythe.
En 2008 funda el Instituto Stocos en Madrid, junto al compositor Pablo Palacio, un proyecto transdisciplinar que combina danza, música, matemáticas, psicologíaexperimental e inteligencia artificial. En sus creaciones escénicas ha desarrollado una visión original desde el cuerpo, como un lugar del que emanan de forma interactiva el sonido, la imagen y la luz. Muchas de sus obras han sido representadas en festivales de países de Europa, América, África y Asia.
Además, ha participado e impulsado prestigiosos proyectos europeos en el ámbito de la danza, junto a otras instituciones como la Politécnica de Milán, la Universidad de Génova o la Conventry University.
Ha desarrollado nuevas técnicas y tecnologías orientadas tanto a la creación y la enseñanza de la danza, como a la preservación del patrimonio coreográfico europeo mediante las citadas nuevas tecnologías.
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