Movilidad... un tren al que hay que subirse
Hace cinco semanas acerqué a Holanda hasta esta mesa. Entonces, mi intención fue la de establecer paralelismos que nos hicieran ver, primero, que el país ... de las bicicletas no partió de una situación tan distinta a la nuestra. Recuerden, problemas de salud pública, colapso de las ciudades invadidas por el vehículo privado y crisis energética. Y, segundo, que el cambio real y generalizado empieza por construir infraestructuras que conviertan el uso de este vehículo en la opción más rápida, cómoda y segura para todos. Pero déjenme profundizar un poco más en el asunto, porque el cambio de paradigma en la movilidad urbana es un tren que se ha puesto en marcha y, tanto por nuestra calidad de vida, como por el inaplazable compromiso que tenemos con las generaciones futuras, deberíamos cogerlo.
Bien, como decía entonces, la gran aliada de la movilidad sostenible y saludable es la bicicleta y su complicidad para incrementar la velocidad y el margen de movimiento que nos ofrecen nuestras piernas. Pero hoy quería poner el foco precisamente en caminar, el medio de transporte más amable y provechoso de todos pues, mientras lo utilizamos, también estamos favoreciendo, entre otras cosas, el contacto social, la actividad económica, la seguridad en las calles, la autonomía de los más vulnerables y, por supuesto, nuestra salud. Como ya he comentado aquí antes, desde mediados de los años 50 Jane Jacobs defendía la importancia de la presencia de gente diversa en las calles a través de charlas, acciones reivindicativas y su imprescindible libro, 'Muerte y vida de las grandes ciudades americanas'. Un texto que puede leerse en clave local sin dificultad ya que en sus apreciaciones es muy fácil reconocernos. Precisamente es su estela la que siguen en nuestro país profesionales como Col.lectiu Pun 6 o Gea 21 que llevan más de una década investigando, evaluando y haciendo propuestas urbanas con perspectiva de género. O la que más recientemente ha asumido la alcaldesa Anne Hidalgo para la mediática transformación de París en la ciudad de los quince minutos. Una apuesta cuyo éxito ha sido tal que no solo desembocó en su reelección, sino que puede llevarla a convertirse en la primera presidenta de la República por estar gobernando desde el compromiso real con la transición ecológica, la equidad y el bien estar.
¿Y qué defendía Jacobs, qué propone el urbanismo con perspectiva de género y qué se está ejecutando en París de manera tan ambiciosa? Pues simplemente la implementación de políticas urbanas que, para empezar, favorezcan que las personas podamos usar cómoda y ampliamente la ciudad a pie llenando así nuestras calles de actividad diversa, confortable y segura. La clave está en invertir en cercanía y gestionar la proximidad de las múltiples esferas que componen la vida cotidiana de los ciudadanos en toda su pluralidad. Es decir, enterrar esa idea tan extendida de que la relación entre movilidad rápida y productividad es unívoca y que la creación de riqueza está ligada irremediablemente a lo laboral y al vehículo a motor, para asimilar que nos desplazamos por muchos motivos y que destinar recursos a la circulación peatonal con el objetivo de alimentar su fluidez, su inclusividad y su comodidad no es una cuestión menor ya que significa también invertir en salud pública, creación de riqueza económica y cohesión social.
Destinar recursos a la circulación peatonal para alimentar su fluidez, inclusividad y comodidad no es cuestión menor
Después de todo lo dicho no puedo más que aprovechar este altavoz para elogiar la iniciativa de peatonalizar la Gran Vía de Murcia los domingos y animar a otras poblaciones y otros barrios para que la emulen. Es más, me gustaría alentar desde aquí la proliferación de este tipo de espacios públicos de quita y pon que no solo pueden tener un carácter festivo y dominguero. La misma táctica es utilizable para la creación de ensayos urbanos con los que prototipar y testear las implicaciones que puede tener la peatonalización de un área; o la apertura de patios escolares en horario no lectivo para acercar las instalaciones deportivas a la población infantil de un distrito; o la implantación de micro mercados que, sin demasiado impacto, ofrezcan un canal comercial a los pequeños agricultores que de forma casi heroica mantienen el cultivo tradicional y sostenible de nuestra huerta y nuestros campos.
En definitiva, son ya muchas las ciudades que se han subido al tren de las iniciativas con las que construir un círculo virtuoso en el que el espacio, el tiempo, la sociabilidad y la sostenibilidad se vinculen estrechamente para ofrecer una vida mejor y digo yo que a ese tren nos querríamos subir todos ¿No?
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