Pedro Cano: «No me da miedo irme»

Hace diez años «no podía imaginar» el recorrido que hoy ha alcanzado su Fundación. Entonces «no teníamos referencias cercanas» y, por tanto, sostiene Pedro Cano (Blanca, 1944), levantar el proyecto, «no era fácil». La inauguración llegó, además, en medio de una «crisis complicada», «teníamos muy poquito y pasamos un periodo de gran dificultad». Ahora, sin embargo, relata el querido pintor, «todo eso se ha estabilizado y ha mejorado bastante. Nos hemos –dice– afianzado».

La Fundación Pedro Cano de Blanca cumple el próximo miércoles su primera década, diez años en los que el inmueble en que se ubica, un luminoso edificio de cuatro plantas diseñado por Martín Lejarraga, ha sido lugar de encuentro para vecinos y visitantes, y una gran 'casa' para la cultura. «Aquí ha venido gente como Ana María Matute –una de las grandes escritoras invitadas al ciclo literario 'Río de Letras' de 2011–, Miguel Ríos –homenajeado en una exposición colectiva en junio de ese mismo año– o Rosa María Calaf –quien visitó la Fundación en 2016 de la mano del pintor–, gente –matiza Cano– de distintos mundos que ha querido venir a vernos».

Todos estos encuentros son parte de los momentos que el artista de Blanca rescata al hacer memoria de los últimos diez años, caracterizados estos por todas las actividades que el centro ha impulsado, desde visitas escolares a encuentros de pintura, talleres de acuarela o concursos.

«Es –confiesa Pedro Cano– uno de los momentos más bonitos que vive la Fundación cada año». Se refiere el artista al concurso de dibujo para personas con discapacidad que de forma anual organiza el museo blanqueño, aunque este 2020, lamenta, no se ha podido realizar por la irrupción de la pandemia. Para él, cuenta, es un «concurso precioso; un día de convivencia fantástico». Permite, destaca, «que personas con problemas miren a otros que también los tienen y no se sientan tan diferenciados».

No solo este certamen, sino otro tipo de actividades como visitas guiadas llevan años acercando al público al museo. Por sus salas han paseado multitud de escolares y alumnos de instituto a los que el propio artista ha recibido: «El arte no está solo en un libro, hay que ir a verlo. Y si es el propio pintor el que está allí y viene a hablar contigo, solo con eso ya han merecido la pena estos diez años», añade Pedro Cano.

En esta primera década, entre el catálogo de actividades del centro de Blanca ha destacado el taller 'Partir de cero', guiado por Pedro Cano y destinado a personas sin experiencia en el campo de la acuarela. También el Taller Internacional de Pintura al Agua. «Pensar que en un pueblo tan pequeño como Blanca hemos creado un foco de cultura como este me hace sentir orgulloso», y ser transmisor de conocimiento, también: «Creo que la vida es una cadena y yo estoy obligado a enseñar todo lo que sé».

Junto a la pintura la música ha sido protagonista de la programación de sus salas en numerosas ocasiones. El espacio ha acogido diversos conciertos y recitales. «Todo se ha paralizado desde hace meses», lamenta Cano, quien para este décimo aniversario había previsto un trabajo «sobre la importancia del limón en la economía de la zona»: «Íbamos a llenar una pared de limones», sonríe, feliz, no obstante, porque tras la reapertura del museo al fin del confinamiento de abril y marzo, «empezó a venir otro tipo de gente».

A Ana María Matute, en los primeros ciclos de 'Río de Letras', organizado por el Ayuntamiento de Blanca en la Fundación, siguieron otros nombres de la literatura como Luis García Montero, Clara Sánchez, Rafael Chirbes, Espido Freire y Javier Sierra, entre muchos otros. El ciclo arranca este noviembre una nueva edición con cinco citas en el calendario: Ángeles González-Sinde (día 19), Paul Pen (día 26), Guille Galván (10 de diciembre), Yolanda Guerrero (17 de diciembre) y Carmen Chaparro (22 de diciembre).

Ocupan la tercera planta del edificio en el que se sitúa la Fundación y son para su autor «lo más intenso» y lo que «más» le gusta de todo lo que cobija el centro: sus 54 cuadernos de viaje. Dan testimonio de más de 30 años de periplo por Egipto, Grecia, Italia, Irán o Estados Unidos. «De vez en cuando les paso las hojas para que la gente pueda tener una visión total de ellos. Hay tanta vida y tantas cosas ahí dentro que cuando los miro parece que observo la vida de otra persona».

Si la tercera planta alberga el testimonio de 30 años de viaje, la entrada al centro es expositor del devenir de los días a través de las agendas a las que durante 40 años ha dado color Pedro Cano. Sus hojas cambian cada mes. Ahora acaban de hacerlo: «A veces me dan una sorpresa», afirma el artista.

Un paisaje de almendros bañado por el curso de un río da cuenta del primer cuadro que con 11 años elaboró Pedro Cano. Se expone en la segunda planta de la Fundación junto con su colección de óleos. En ella también se erige 'Retrato a mi madre', 'East Village', 'El hijo pródigo' y 'Pompeyano', títulos de algunas de sus pinturas más importantes.

La conmemoración de este décimo aniversario arrancará el próximo miércoles, día en que se cumplen los diez años de andadura de la Fundación. Una nueva exposición, 'Entre piedras. Blanca y Matera', será la propuesta que centre esta celebración. En torno a ella, se llevará a cabo, el jueves –9.30 h.–, la conferencia 'Dos identidades refugiadas en sus piedras', a cargo de Mª Carmen Sánchez Rojas; y una visita guiada –sábado, 12 h.– junto al pintor. También se ha programado una visita a la pescadería de los hermanos Cano, en Blanca, para conocer el mural que adorna sus muros.

«Tengo la suerte de contar con un gran equipo trabajando en la Fundación, y con el apoyo de la Comunidad y del Ayuntamiento. Aunque yo desapareciese esto seguiría funcionando. No me da miedo irme», afirma Pedro Cano. Su Fundación cumple diez años, dice, «afianzada»: «Los hemos vivido con mucha intensidad y eso se ha enredado no solo en nosotros, sino en toda la gente que ha venido. Las autoridades han comprendido que es importante y aunque yo no esté físicamente continuará existiendo porque no puede perderse. Para mí es como un hijo, un legado».