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Diario de escritura (LII)

TIEMPO POR VENIR ·

Domingo, 26 de abril 2020, 03:20

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Lunes 13 de abril

Continúas tu ritmo lento de escritura. Un párrafo, un día. Sigues teniendo la sensación de que todo se mueve a cámara lenta. Es probable que ese sea el ritmo natural de las cosas. En cualquier caso, no vas a obligarte a hacer más que lo que el cuerpo y la mente puedan ofrecer en estos momentos. Un párrafo, una línea, una página o un silencio de varios días.

Comienzas a leer 'Una historia de la luz', la primera novela del escritor checo Jean Němec. Te cautiva el tono en segunda persona. Te sientes reconocido. Pero sobre todo te interesa el tema: la fotografía y la luz. Te gusta algo menos el modo tan lineal en el que está escrita. La vida de un fotógrafo, desde que nace hasta que muere. Echas en falta tensión narrativa, conflicto.

A media tarde, llega una caja de Estrella de Levante y la recibes como el maná. No tenías cervezas para el Bando y esto te alegra el día.

Antes de dormir, le comentas algo a Raquel y conforme lo haces no sabes si le estás contando un sueño, un recuerdo o una conversación por videoconferencia. Es curioso, ahora todo son imágenes y se mezclan en tu cabeza. Sin tacto, la vida es una película.

Martes 14 de abril

Te vistes hoy de huertano. Nada más levantarte, te pones la camisa de lino, el chaleco y la faja. Los zaragüelles y las esparteñas los guardas para otra ocasión.

Te sientas frente al ordenador a la una y te levantas más de doce horas después. Un día entero de aperitivo virtual. Pasan por la videoconferencia todos los amigos. Es como ir encontrándose gente por la calle. Personas que vienen y van. Como en el Bando de la Huerta. Y en todo momento, una y otra vez, la necesidad de hablar y de dejar de hablar de la situación. Del presente y del futuro. De lo que está sucediendo y de cómo se saldrá de esta.

La pantalla crea la ilusión de cercanía y, sin embargo, suscita el deseo de estar aún más cerca. Acerca y aleja. Lleva a la gente a tu casa, pero al mismo tiempo te hace consciente de la lejanía, de la ausencia, de la necesidad de estar juntos. Añoras tocar, besar y abrazar.

Por la noche, sueñas con videoconferencias. Incluso los sueños se han vuelto digitales.

Miércoles 15 de abril

Despiertas con resaca, como cualquier otro día después del Bando de la Huerta. Te duele la cabeza, pero eso te produce una secreta satisfacción, una especie de efecto de vida real.

Por la mañana hay otro aperitivo en la red, pero desconectas rápido. Lo de ayer se te fue de las manos. Contestas mails atrasados y tratas de convertir de nuevo la mesa del despacho en un escritorio. Hay latas de cerveza, vasos vacíos, restos de patatas fritas... En estos días, la superficie que utilizas para trabajar se ha transformado también en algo parecido a un bar.

Jueves 16 de abril

Te levantas temprano y desayunas en el balcón mientras tomas el sol. Después, apagas las redes, bajas la persiana y escribes. De repente, pierdes la noción del tiempo y te sorprendes pensando que no sabes qué hora es, si es de noche, de día, si has cenado, comido... En ese momento, eres consciente de que, por primera vez en todo este encierro, te has perdido en la escritura, te has abandonado del todo al texto. Es apenas un instante. Pero te alegra la semana porque sientes que ya se ha abierto el camino, la grieta por la que puedes introducirte y avanzar por ese lugar del que habías sido expulsado.

Continúas por la tarde. La escritura sigue fluyendo.

Terminas de ver 'Devs', la serie creada por Alex Garland, el director de 'Ex Machina'. Te gusta. Es hipnótica, pero quizá hubiera funcionado mejor como película. Demasiada cámara lenta. No todas las historias dan para serie.

Viernes 17 de abril

Hoy el debate es el de la libertad de información. El control de los bulos. Tiene que ver de nuevo con el proteccionismo. El control de la información siempre es una privación de libertades. Y en última instancia toma al receptor como una víctima pasiva. Lo peor es que la realidad es precisamente esa: la gente se lo traga todo y no contrasta nada. Pero eso no es nuevo; siempre ha sido así. Los bulos no han cesado de circular desde el principio de la historia. La gente ha vivido en universos paralelos de ficción y desinformación desde los albores de la humanidad. Entre otras cosas porque esa es siempre la salida más fácil. Creer lo que más nos conviene. Quizá tengamos lo que nos merecemos.

Después de la siesta, te levantas creativo y escribes un microrrelato sobre la posibilidad de que nos acostumbremos a esta situación excepcional y nos cueste salir de casa. 'Los regazados', lo titulas. Y por un momento se te despierta el gusanillo de la escritura de ese género. Afortunadamente, logras contenerte.

Sábado 18 de abril

Por la mañana sales a comprar. Es la primera vez que pisas la calle desde que te metiste en casa el 14 de marzo. Sientes el mismo vértigo que el protagonista de tu microrrelato. Una inquietud e incertidumbre que se acrecienta conforme te alejas y emprendes el camino hacia el supermercado, como si la cuerda invisible que te uniese con tu casa corriese el peligro de romperse en cualquier momento.

Al entrar en el Sangüi es cuando se te parte el alma. Parece una distopía. Un espacio semivacío, como una gasolinera a medianoche. Más que nunca, un no-lugar.

Es en el momento en que te acercas a la fruta y una empleada la manipula por ti cuando, sin saber muy bien por qué, se te humedecen los ojos y ya no puedes parar de llorar. Sales de allí con las gafas empañadas y regresas a casa por el camino más largo. Quieres ver qué sigue abierto y qué continúa cerrado. Hay más gente de la que imaginabas, pero la situación es desoladora.

Llegas a casa y caes al sofá sin palabras. Hoy el hogar es más refugio que cárcel. Pasas todo el día anulado. Habías pensado que salir te vendría bien. La noche anterior estabas ilusionado por pisar la calle. Pero salir ha sido como constatar la realidad. Comprobar que el mundo que conocías se ha resquebrajado. Tal vez ese sea el origen de las lágrimas, el duelo por todo lo que se ha ido, por aquello que ni siquiera habías apreciado y no tienes claro si algún día regresará.

Por la tarde escribes. Lo intentas. Te das cuenta de que escribir es sobre todo cortar. Siempre te ocurre igual. Procrastinas constantemente, leyendo y tomando notas. Haces esbozos y esbozos de las secciones. Y luego te das cuenta de que sobra todo. Que menos es siempre más.

Veis 'Unorthodox'. Los cuatro capítulos del tirón. Correcta. Curiosa. Nada más.

Domingo 19 deabril

Hoy te duele todo el cuerpo. Tendrías que moverte un poco, pero al final no haces nada. Te sientas todo el día frente al ordenador y no cesas de escribir. Recortar, reformular, introducir frases y referencias. El pequeño ensayo sobre la siesta va tomando forma ya. Creías que no tenía sentido y ahora comprendes que, en realidad, habla sobre este presente, sobre el tiempo interrumpido, sobre el hogar, sobre la necesidad de refugiarnos en el interior cuando el mundo exterior se hace pedazos.

Llueve. Los aplausos de las ocho son hoy menos intensos. Al menos tú lo percibes así. No sabes qué va a ocurrir con ellos cuando esto acabe. Es posible que se apaguen. O tal vez permanezcan como memoria de estos días aciagos. Eso te gustaría. Aplausos que recuerden que lo que tenemos puede perderse en cualquier momento. Aplausos para celebrar la rutina. Aplausos para protegernos del miedo.

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