Desvelar las relaciones y reglas sociales de El Argar está entre los objetivos
Los datos de parentesco hablan de que una «norma política» pudo regir la migración de hombres y mujeres en un territorio argárico de 35.000 km2
«Este año ha sido muy importante para la gente argárica. Las últimas novedades nos adentran en el ámbito del parentesco, hasta hace poco inaccesible ... para la arqueología», apunta el investigador de la UAB Vicente Lull. De hecho, con la colaboración del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) y el material genético de 68 individuos de La Almoloya –la más amplia muestra prehistórica del mundo–, se han documentado 13 relaciones de primer grado y 10 de segundo.
Pero «lo excepcional y fantástico es que los resultados de ADN han podido relacionarse con una información arqueológica muy detallada de sus tumbas. Ello permite conocer aspectos inéditos de estas gentes de la Edad del Bronce».
Así, al contrario de lo que se supone para las sociedades prehistóricas, «las relaciones de consanguinidad no dictaban la organización social. Tampoco las decisiones individuales». De hecho, saben que las mujeres adolescentes abandonaban su poblado para residir en otro y que «solo en algunos casos» esto se debió a la 'exogamia femenina' –trasladarse donde vive la familia del marido–. Pero la mayoría migraron «por razones económicas o políticas», cuenta Camila Oliart. Lo que indica que las relaciones sociales están más influidas por obligaciones políticas. «Los cambios residenciales que parecen afectar a las mujeres obedecieron a una norma política, una ley más fuerte que la consanguinidad, vigente en un territorio argárico de unos 35.000 km2».
«Pero eso no es todo», indica Cristina Rihuete. «Es interesante constatar que el cambio de residencia no iba en detrimento de los derechos políticos y económicos de las mujeres, ya que recibían sepultura según el ritual común y ofrendas según su clase».
Los hombres, en cambio, tienen relaciones de sangre de primer grado de varias generaciones, lo que se llama patrilocalidad. Pero, «entre los adultos analizados no hay hermanos. Así pues, si existía patrilocalidad no regía para todos los hombres de La Almoloya; una parte se trasladó a otros lugares (como las mujeres), mientras que algunos llegaron y acabaron recibiendo sepultura aquí. Las cosas no son tan sencillas como las narrativas de trazo grueso prefieren», dice Lull.
En resumen, esta investigación comienza a desenterrar unas pautas de residencia que tenían muy en cuenta el sexo y la proximidad biológica entre individuos. Sin embargo, «para entender las relaciones sociales es necesario incluir las complejas relaciones de poder y desigualdad a escala territorial y, para ello, es fundamental la investigación arqueológica», reivindica Eva Celdrán.
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