Una investigadora revisa con una lupa la figura de sirena, realizada en coral, hallada en los fondos del Arqua. Pablo Sánchez / AGM

El Arqua bucea en su almacén

La revisión de los fondos del Museo Nacional de Arqueología Subacuática saca a la luz piezas que habían pasado inadvertidas y que aportan nueva información a la ciencia

Domingo, 23 de julio 2023, 07:26

Esta cámara acorazada no custodia oro ni piedras preciosas; tampoco se encuentra aquí el cargamento de monedas de la fragata 'Nuestra Señora de las Mercedes'. ... A 22 grados de temperatura y un 38% de humedad, la 'nevera' más vigilada del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua), con sede en Cartagena, solo guarda material orgánico (diferentes tipos de maderas, fibras vegetales, defensas de elefantes...), que por su naturaleza requiere de unas condiciones especiales para garantizar que no sufrirá daños.

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El inventario permite localizar una rara ánfora con el sello 'Pella Trebel', que apunta a una red de comercio con el Adriático

«El concepto de valor cambia cuando entras a un museo», indica la conservadora e historiadora del arte Elena Escudero, mientras guía a LA VERDAD por las dependencias reservadas a los investigadores. Su afirmación suena como un aviso a navegantes novatos, para no levantar falsas expectativas sobre inexistentes cofres del tesoro. En el almacén aledaño, donde se encuentra el resto de piezas menos sensibles, el protocolo de seguridad también es máximo. Para acceder se necesitan dos llaves, que no están en manos de la misma persona. El guardia de seguridad trae la suya; un técnico, la otra. Cada movimiento queda registrado. Dentro se trabaja estos días en la actualización del inventario de los fondos del Arqua.

Casi dos mil cajas, repartidas en bloques de estanterías móviles, contienen una variopinta selección de objetos arqueológicos hallados bajo las aguas, principalmente en las costas de la Región. Fragmentos de cerámica doméstica, trozos de ánforas y pedacitos de lucernas constituyen el 70% de este legado en forma de rompecabezas, pero también se conservan restos de mosaicos, lastres de barco, cepos de anclas, vidrio y lingotes de mineral. Atesoran siglos de historia y pueden arrojar luz sobre el pasado.

Grafito de un falo en la base de un cuenco cerámico; sello con la marca 'Pella Trebel' en la boca de un ánfora y fragmentos de discos de lucernas romanas con escenas eróticas. Pablo Sánchez / AGM

La revisión de este vasto conjunto de bienes fue uno de los retos que se marcó Rafael Sabio a su llegada a la dirección del Arqua hace poco más de un año. Belén Madariaga, técnico auxiliar de museos, y el arqueólogo Adrián Baeza García, responsables del proyecto, confían en tener acabado el encargo en los próximos meses. Cada caja viene marcada con un número de referencia y, en muchos casos, también aparece el yacimiento de procedencia de su contenido. En el interior, convenientemente envueltas, las piezas, que en su día recibieron un tratamiento de conservación preventivo, están etiquetadas con una breve descripción. El trabajo consiste en «mirar con nuevos ojos» la extensa colección, explica Madariaga, a la búsqueda de información que haya podido pasar inadvertida. Cualquier detalle (el rastro de un parásito, la firma acuñada por un artesano, una simple inscripción a mano...) puede dar la clave para futuras investigaciones. Un vistazo en el mismo almacén sirve para realizar una primera criba; se anotan los detalles y se toman fotografías. Si algo llama la atención de los especialistas, entonces la pieza se traslada a los laboratorios para un examen más en profundidad.

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La iconografía presente en objetos cerámicos facilita a los zoólogos un repertorio de cómo era la fauna antigua

La investigación en marcha ya ha ofrecido resultados que han despertado el interés del equipo científico del museo. Los técnicos han localizado, por ejemplo, una enigmática sirena de doble cola, realizada en coral y trabajada por las dos caras, que probablemente fue fabricada en Nápoles (Italia), sede de una potente artesanía basada en esta materia prima, entre los siglos XVII y XIX y que sirvió como remate artístico para algún recipiente u objeto de prestigio. Además se han documentado restos de elementos constructivos que dejan constancia de cómo era el sistema de conducciones para la calefacción en las edificaciones romanas (los 'tubuli' que canalizaban aire caliente por suelos y paredes), y fragmentos de disco de lucernas, del mismo momento histórico, con escenas eróticas, muy del gusto de la época. Belén Madariaga recuerda que las lamparillas con ese tipo de decoración procaz eran habituales en el ámbito doméstico, es decir, no estaban reservadas para establecimientos como lupanares y saunas donde se ejercía la prostitución.

Adrián Baeza y Belén Madariaga revisan una de las cajas con material arqueológico. Pablo Sánchez / AGM

El grafito de un falo

También se han hallado pistas del reciclaje de cerámica de época fenicia: piezas lañadas con grapas que algún marinero mandó reparar para darle una segunda utilidad. Otro cuenco, en 'terra sigillata', de color rojo brillante, conservaba en su reverso las letras 'S. A.' (quizás las iniciales del nombre de su propietario o una fórmula propiciatoria abreviada que él mismo inscribió con un punzón) y un grafito de un falo, un símbolo apotropaico con un efecto mágico, según la creencia de su poseedor, para quizás atraer la buena suerte en las largas singladuras. Asimismo, una boca de ánfora ha revelado su singularidad. Contiene la marca 'Pella Trebel', un sello del taller de producción de la pieza que sitúa su origen en el mar Adriático y que apuntaría a un intercambio de mercancías (probablemente vino) procedentes de aquellas costas. Con este, solo se conocen tres ejemplares. De época reciente, se ha estudiado un alcatruz de barro empleado para la pesca de pulpos y loza importada de fábricas inglesas, que da cuenta de un intenso tránsito comercial.

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En cifras

1,2 millones

de objetos arqueológicos constituyen los fondos del Arqua, conservados en varias dependencias.

7.600 piezas

se exponen al público; representan apenas el 1% del material que custodia el museo.

Todavía está en estudio si alguno de estos descubrimientos merece hacerse un hueco en las vitrinas de la colección del museo, que acerca al público la historia de las civilizaciones que surcaron los mares a través de 7.600 piezas. Quizás puedan parecer muchas, pero apenas representan el 1% de todo el patrimonio arqueológico que atesora el Arqua. Repartidos en su almacén y en la nave de Arquatec (unas dependencias para el tratamiento y conservación de grandes lotes) se conservan 1,2 millones de objetos. Casi la mitad procede de la carga de 'La Mercedes'. El proceso de limpieza y estabilización de sus 600.000 monedas acaba de concluir.

Loza británica del XIX

Desde los años 50 del siglo XX, los fondos de este centro de investigación de referencia se han ido nutriendo con los resultados de excavaciones, prospecciones y hallazgos casuales. La llegada de objetos continúa, sobre todo durante los meses de verano, cuando se desarrollan la mayoría de las campañas. Las últimas incorporaciones, hace dos semanas, tienen su origen en el Espalmador (Cartagena), donde un sondeo para unas obras en el club náutico El Chalet ha permitido localizar fragmentos de piezas de origen romano (como restos de lucernas, en apariencia de escasa relevancia) y de loza británica del XIX.

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La última incorporación procede de un sondeo arqueológico por unas obras en la zona del Espalmador de Cartagena

En cualquier caso, toda la información que se recopile durante el nuevo inventario se incluirá en la base de datos de la Red Digital de Colecciones de Museos de España (Cer.es) para consulta de los expertos o de cualquier persona interesada. La conservadora Elena Escudero comenta que cualquier detalle puede servir a los científicos para atar cabos. La arqueología va de la mano de otras disciplinas, en lo que se conoce como investigación cruzada. Los restos de salazones hallados en fondos de vasijas «ayudan a los biólogos a conocer cómo era la vida marina hace dos mil años». Los químicos pueden rastrear el origen de algunos metales, y los zoólogos encuentran en la iconografía de la cerámica que se conserva en el Arqua un repertorio de la fauna antigua.

Una muestra del Bajo de la Campana con objetos nunca vistos

Aunque el Arqua permanece cerrado al público desde el mes de mayo, debido a filtraciones por las intensas lluvias de finales de la pasada primavera, la actividad continúa en su interior. Además de los proyectos de investigación en marcha, como la revisión de los fondos, el equipo del museo sigue con la organización de talleres de divulgación para los ciudadanos y de jornadas científicas a partir del próximo curso. De cara a 2024, está previsto que el centro inaugure una exposición con piezas procedentes del yacimiento fenicio del Bajo de la Campana, en aguas de Isla Grosa (La Manga), nunca antes mostradas al público. El descubrimiento de este pecio supuso uno de los grandes hallazgos del patrimonio arqueológico de la Región y sorprendió por la rica carga que contenía, desde medio centenar de colmillos de elefante tallados con inscripciones hasta materias primas (estaño, plomo y cobre) y bienes de lujo, como perfumes para ungüento y mobiliario de bronce. El preámbulo a esta muestra será un ciclo de conferencias, coordinado por Juan Pinedo, con investigadores de referencia, en octubre, que hablarán sobre la civilización fenicia y sobre las piezas localizadas en ese yacimiento.

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