Paco, Asunción, y el Gobierno regional
Una palabra tuya ·
Desde muy niña, Teresa Rabal quería ser actriz, y desde muy niña por su padre sentía un «fervor grandísimo»; por su madre también, por supuesto, ... pero nadie le «tiraba tanto» como su padre. Eran muy parecidos de carácter y se entendían muy bien. Y siempre fue así hasta el final, cuenta la actriz y cantante, consciente de la suerte de ser hija, nada menos, que del aguileño Paco Rabal, actor de prestigio internacional y un volcán de la naturaleza, y la también actriz Asunción Balaguer, a la que acababas de conocer y ya la querías.
Teresa y su hermano Benito, cineasta y escritor, disfrutaron siempre en su casa, por la que pasaban algunos de los personajes más interesantes del siglo XX, de «muchísima libertad». En ese hogar se hablaba de todo delante de ellos, y el aprendizaje para la vida recibido fue de lujo.
Paco y Asunción, me cuentan sus hijos, practicaban aquello que querían transmitirles: que fuesen buenos compañeros, que amasen a la familia y que no se olvidaran de ser buena gente. Cierto: jamás Asunción y Paco miraron a nadie por encima del hombro, ni dejaban de ser sencillos y amables en el trato por mucho que tuviesen fama o popularidad o que recibiesen premios. Fueron un ejemplo de vivir la vida procurando dejar a la gente en paz y siendo hospitalarios. La casa que tanto amaron en Calabardina, 'Milana Bonita', fue testigo de excepción de lo felices que allí fueron poetas, cineastas, pintores, y amigos y paisanos de toda condición.
A sus hijos, Asunción les enseñó a ser fuertes en la vida y a intentar no crearse problemas inútiles. Y aprendieron bien, sabiendo en los momentos complejos no quedarse paralizados. Benito sonríe. Tiene clarísima «la maravilla» que está siendo ser hijo de estos dos seres tan queridos. Lo cuenta con brillantez en unas divertidas y emocionantes memorias, 'Gracias por mi vida'. En ellas recuerda, por ejemplo, que cuando enterraron las cenizas de su padre, junto a un almendro de la aguileña Cuesta de Gos, su madre le dijo a una vecina del lugar: «Por la mañana que se lave la cara, le das un café y no le dejes salir hasta muy tarde...». Se adoraban.
Asunción más discreta, Paco un torbellino que no pasaba desapercibido ni para la duquesa de Alba, de la que, cuando el aguileño representaba 'Edipo Rey' en Madrid, se decía que había acudido al teatro más de una vez «para verle las piernas a Rabal». Dejaban huella, y junto a ellos era difícil no sentir que merecía la pena luchar por tus sueños y por un mundo mejor. Los otros les importaban.
A Benito se le saltan las lágrimas cada vez que le viene la imagen de su padre cuando lo hicieron doctor 'honoris causa' por la Universidad de Murcia. Paco Rabal apenas pudo ir a la escuela, pero toda la vida se la pasó devorando cultura. Y, de repente, cuenta Benito, verle ahí con el birrete, rodeado de sabios, de personas que él admiraba tanto... Fue quizá el momento más feliz de su vida. Y uno de los más felices de Asunción, porque, como saben bien quienes los trataban, se complementaban y no entendían la vida sin estar juntos.
En cuanto a las tan traídas infidelidades del actor que deslumbró al mundo en 'Los santos inocentes', su hijos defienden que es un tema que les pertenecía sólo a ellos y que, en cualquier caso, a Paco Rabal se le atribuyeron más aventuras de las que en realidad tuvo. «No era tan fiero el león como lo pintan», ironiza Benito, felizmente instalado en Águilas, de donde asegura que nadie le sacará ya ni con ácido sulfúrico.
Ya saben que Teresa y Benito se movilizaron inmediatamente en cuanto se supo que PP y Vox habían decidido cambiar sin avisar los nombres de la plaza y la casa de cultura de Alpedrete, que llevaban los nombres de Paco Rabal y de Asunción Balaguer, respectivamente. Una decisión más que desafortunada. El mundo de la cultura se indignó. Paco Rabal es lo que se llama una gloria nacional; de todos, por muy comunista que fuese. Hablamos de Marca España con mayúsculas.
Protestas
Hubo manifestaciones en Alpedrete y circularon manifiestos y declaraciones de protesta. Hablo con Aitana Sánchez-Gijón; me dice que no puede entender tanta ignorancia o malicia o ambas cosas. El poeta y profesor murciano Pedro Guerrero pidió públicamente al presidente regional López Miras que tomara cartas en el asunto. Silencio administrativo. Ni él ni el Gobierno regional han estado a la altura. Tuvo que salir a poner orden la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. A las notables figuras de Paco y Asunción no se les toca un pelo. Y aprovechó la ocasión para hacer una defensa de la necesidad e importancia de una cultura sin sectarismo ni censura ideológica alguna. Bien. Su consejero de Cultura es murciano, Mariano de Paco, culto y un buen gestor. Sabe muy bien el desaguisado que se cometió. Lo del Gobierno regional ha sido una pena. Ni pincha, ni corta.
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