Lolita Flores desata la locura en el Romea
El público le dedicó varios minutos de aplausos y bravos tras su excelente actuación en 'Poncia', de Luis Luque
Vale, tírale: «Hilo y aguja para la hembra, látigo y mula para el varón», dice Bernarda Alba, que hay que joderse con la señora, si ... bien la señora es uno de los personajes más populares, y poderosos, del teatro universal de todos los tiempos; gracias sean dadas por siempre a Federico García Lorca, cuyo asesinato hace todavía temblar, por igual, a los manzanos y a los recién nacidos. Bien, Bernarda es todopoderosa, en su fiereza y en el dolor que siembra y que recoge, pero es cierto que alcanza todo su brillo, y que se hace carne y guillotina ante nosotros, porque la ilumina y nos la acerca la criada de la casa, otro personaje deslumbrante: Poncia. Con este personaje, que Lolita Flores explicó a los lectores de LA VERDAD que para ella es como un Pepito Grillo que, en esa casa fúnebre, se atreve «a decir las verdades», se propuso Luis Luque hacer un monólogo, basado en 'La casa de Bernarda Alba', que en principio casi se podría pensar que era una locura de idea –el lenguaje lorquiano: su belleza, su profundidad, su magia–, pero que le ha quedado redondo: un texto que vuela muy alto, que emociona, atrapa, desconcierta, y en el que todo es creíble, y duele y te cabalga y a veces te da miedo, y otras te recuerda que el odio, la venganza, la frustración, el 'ordeno y mando' y la sinrazón de las pasiones desatadas siguen estando hoy a la vuelta de la esquina, incluso más cerca.
Luque, dramaturgo y director de escena, ha escrito y dirigido una función de una fuerza tal que no permite ni una distracción. Todo lo que se escucha importa, todo lo que se escucha te llega al alma, o a la razón maltratada por los caprichos de los hombres, las mujeres, la sociedad enquistada. 'Poncia' está escrita a mayor gloria de Lolita Flores, que, digámoslo ya, está espléndida, entre bruja y magnética, sacerdotisa y sombra en pena, enérgica, entrañable, espabilada, irónica, cabal, fiable, un torbellino de saber popular y de pobreza en los huesos.
Así fue
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Obra: 'Poncia'
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La representación: Teatro Romea de Murcia, viernes 28 de septiembre de 2024.
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Calificación: Excelente.
El montaje, que goza también del gran trabajo artístico de la escenógrafa Mónica Boromello, la iluminación de Paco Ariza, la música de Luis Miguel Cobo y el vestuario de Almudena Rodríguez Huertas, arranca con Poncia lamentándose por el suicidio de Adela, la menor de las hijas de Bernarda, que ha sumido la casa «en un mar de silencio» y la convertirá en una tumba para las otras hermanas. Ese comienzo, con una lluvia de ceniza que arrojará sobre el espectáculo un nivel poético que ya no abandonará, es el primer acierto de la dirección de Luque, que logra, a través de la sola presencia de Poncia, hacer presentes a Bernarda, sus hijas y su madre, todo ello consiguiendo que el espectáculo resulte atemporal y fuera de todo lugar concreto. Es el alma de la obra de Lorca lo que vemos, servida tan desnuda como al alcance de la mano de cada espectador.
'Poncia' está escrito partiendo de las intervenciones de este personaje en la obra más universal de García Lorca, que Luque ha completado con enorme sutileza, respeto, imaginación y acierto con reflexiones, vivencias, sentimientos, anhelos y sentencias que lo cierto es que encajan como un guante sobre lo que ya conocíamos de Poncia, que ajusta cuentas, sin ocultar su debilidad por Adela, con todas las habitantes de la casa; a excepción,claro, de María Josefa, la matriarca, cuya locura y encanto también nos hará presentes Lolita Flores, capaz de manejar los registros más dispares con envidiable soltura.
Luque, que consigue hacer fluir en su laboriosa dramaturgia eso que él llama «la filosofía oculta de las clases populares», trata en esta función, sin ningún afán de púlpito, temas siempre candentes como la libertad pisoteada, el suicidio, el sentimiento de culpa, las injusticias de clase, la necesidad de educación y el sexo como abuso de poder, motor social y oscuro objeto de deseo. Y lo hace con una sobriedad de elementos en escena que suma a favor de esa corriente poética por la que trasiega la actriz. Un bastón, unos vasos de leche, una jarra y una pequeña mesa son los únicos elementos puntuales en una puesta en escena en la que, a modo de visillos, de sábanas tendidas, de velas oteadas en un mar soñado, unas suaves telas primorosamente iluminadas cuelgan desde lo alto y arropan, acarician y esconden a Poncia a lo largo de su peregrinar ante el público, empeñada en su deseo de que la muerte de Adela no ha de ser en balde, sino que ha de servir de lección: la falta de amor es peor que la locura.
Producción
En la construcción de 'Poncia', cuya puesta en escena ha contado con la implicación de Jesús Cimarro en la cuidada producción, el autor se ha servido de otros textos del poeta granadino. Es el caso de los versos de la 'Gacela de la muerte oscura', «Quiero dormir un rato, / un minuto, un siglo...», que dan lugar a un pasaje bellísimo, que termina ya por completo de hacer que los espectadores caigan rendidos ante Lolita Flores, ovacionada casi salvajemente y que se dirigió al público del Romea para darle las gracias a Luis Luque, a su equipo técnico, al personal del teatro y al público presente. Y, también, para contar que se había enterado hacia nada de que el abuelo de su padre, Antonio González 'el Pescaílla', era pescatero y había nacido en la Región de Murcia.
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