Y usted, ¿ha atropellado alguna vez a alguien? Veo saliendo del juzgado, de prestar declaración, a un hombre corriente, que podríamos ser cualquiera, al lado ... de su abogado. Luce el sol, que no entiende ni de mala suerte, ni de remordimiento, ni de vidas perdidas. Camina tranquilo, y nada en su apariencia, en sus gestos, te lleva a pensar en el horror en el que se adentró, de pronto, este conductor al que se aferran las sombras de dos muertes terribles. Un hombre estaba ayudando a otro, ambos en la carretera. Un problema parecía estar a punto de arreglarse, ¡bien! Lo arreglamos y a seguir cada uno con nuestras familias, los amigos a los que no vemos tanto como quisiéramos, la celebración de ese próximo cumpleaños en el que tanto nos vamos a divertir...
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Un hombre ayuda a otro en la carretera, donde demasiadas veces se tienta al Diablo. Diciembre es frío, un mes muy triste para morir. Uno es camionero, ha tenido una avería; el otro, un empleado de la empresa de mantenimiento que acudió en su ayuda. No sabemos de qué hablaron, qué tenían en común...; no pudieron despedirse. Nuestro hombre corriente se enfrenta a dos presuntos delitos de homicidio imprudente. Los arrolló con su vehículo, fallecieron en el acto. Todo muy veloz, sin testigos, y lo que sucedió a continuación fue un dolor muy agudo, sin piedad, en el seno de unas familias hechas polvo.
Es un caso que te hace pensar, que te obliga a ponerte, una vez llorados para siempre los dos muertos que no debieron irse, en el lugar de los vivos: las familias de ambos, la familia del conductor, y él mismo; ¿cómo es la vida día a día también para él después de lo ocurrido? Nos cuenta Alicia Negre que dio negativo en las pruebas de alcohol y drogas, y que mantiene que el siniestro ocurrió siendo ya noche cerrada, resaltando la oscuridad que envolvía la carretera y que él no vio «absolutamente nada». ¿No iluminaron la escena de la avería el camionero y el técnico en averías?
Y no: afirma que no se distrajo mirando el móvil. Un vehículo lo adelantó por el carril izquierdo y él miró por el retrovisor, eso defiende que ocurrió. Lo que siguió de inmediato, como un rayo furioso, es un «fuerte golpe» que le pilló por sorpresa...; en ese instante no paró. Un fuerte golpe que, al igual que le sucedió al protagonista de 'El extranjero' cuando disparó contra un hombre, sintiendo «un ruido seco y ensordecedor» tras tocar «el vientre pulido de la culata», que destruyó el equilibrio del día y le hizo comprender que acababa de golpear «la puerta de la desgracia», a él también le cambió su vida para siempre.
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Cuando «volvió a pasar nuevamente por la zona», tomó conciencia del espanto que tenía delante. Fue entonces cuando llamó al 112. Las familias de los fallecidos presentaron contra él sendas querellas. Su falta de atención al volante, indican, provocó el infierno en mitad de «una iluminación» y unas «condiciones de la vía» óptimas. ¿Una distracción? Dos muertos en el acto. ¿No es cierto que una distracción la puede tener cualquiera?
Te haces preguntas; todos, creo, hemos tenido momentos de infarto: un niño se ha cruzado de improviso y frenas de milagro. Te entran ganas de llorar. Una moto sin luz alguna te adelanta a destiempo, de manera incorrecta; la ocupan dos jóvenes, ambos sin casco. No son uno, ni dos, ni tres los patinetes que de pronto surgen como de la nada, otra vez frenas, has estado a punto de chocar, vienen en dirección contraria, también son niños, o una pareja de novios, o una madre, un padre, adultos... No llevan cuidado. Tú vas atento y eso evita un susto o algo mucho peor, por ahora.
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Ruina
Otras veces no, y descuidamos nuestro deber de no hacer daño ajeno; llegan las infracciones, el hablar por el móvil, o el conducir bebido, o drogado, o ambas cosas. Están ahí, y son los suficientes para sembrar la ruina. Hay quienes tienen vocación de plaga, gusto por empeorar las cosas, prisa en exceso: son pequeños fuegos encendidos que se pasean por las carreteras impunemente, acechantes. Sin conocerte, sin respetar las leyes, poniéndose libremente en peligro y ya veremos, pueden dejarte sin vida en lo que dura un parpadeo.
Qué desgracia toparte con ellos, en una curva o incluso en una línea recta, tú solo o peor aún: en compañía...
Es muy dura, cierto, la vivencia de nuestro hombre corriente, que al parecer no se saltó norma alguna. Una pesadilla, sí. Sólo de pensarlo... Al protagonista de 'El extranjero', justo antes de disparar, le pareció que «el cielo se abría en toda su extensión para dejar que lloviera fuego» y, entonces, todo su ser «se distendió» y crispó su mano «sobre el revólver». Nuestro hombre corriente miró unos momentos por el retrovisor. ¿Un consejo? «Al volante, el 99% de tu atención no es suficiente».
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