De Sevilla a Murcia. El artista, en Arquitectura de Barrio. AINHOA GÓRRIZ

Androides que arreglan desaguisados humanos

Francisco García Silva muestra hasta el 16 de julio en Arquitectura de Barrio un futuro apocalíptico en el que solo sobrevivirán las máquinas (casi perfectas) creadas por el hombre

Martes, 15 de junio 2021, 01:15

Francisco García Silva (Marchena, Sevilla, 1945) cierra la temporada de Arquitectura de Barrio (C/Julián Calvo, 6, Murcia) con 'Androides (Deus ex machina)', una fusión ... de abstracción y figuración que da lugar a «un espacio absurdo» por la manipulación de sus personajes. «Las contradicciones, las cosas difusas, son lo que realmente me atraen». La tecnología, cuenta el artista, va forzando mucho la cosa, no solo la sociedad, sino también la política y las religiones. ¿Quiénes serán los nuevos dioses de ese mundo que estamos construyendo? Silva se apoya en el constructivismo ruso y utiliza el cuadrado y el círculo para componer escenas futuristas en las que uno pronto advierte que el colapso está cerca y el hombre, lo que quede del hombre, el último hombre, estará solo.

Publicidad

Tres detalles del futuro apocalíptico que plantea García Silva. AINHOA GÓRRIZ

En sus anteriores exposiciones en el Museo de Bellas Artes de Murcia y en Torrevieja había tratado temas orientales, pero la pandemia le hizo pensar mucho más en el devenir de la humanidad, e imaginar que en un futuro solo sobrevivirán los androides creados por el ser humano. En estas obras a veces da la impresión de que moviendo círculos, abriendo puertas, derribando palabras mayúsculas, ascendiendo líneas hasta el infinito... los androides ponen un poco de orden entre tanto desbarajuste.

La mayoría de piezas –más de 30, de pequeño y mediano formato, que se podrán visitar hasta el 16 de julio– giran en torno al confinamiento, a la noche y el día. Esos androides que habitan estas escenas parecen esas máquinas «casi perfectas» que habrán sustituido al hombre, tan casi perfectas que no saben leer un libro y han de inventar un sistema de poleas para pasar las páginas –no saben mojarse los dedos con saliva–. «Tal vez estos androides se hayan rebelado contra su hacedor para proclamar libres que el arte y la vida constituyen una única cosa, un todo indisoluble», entiende Pedro Manzano, comisario de la exposición, que nos invita a observar este «inteligente juego visual» sin perder de vista la ironía del arte y la vida.

«La tecnología está forzando mucho las cosas, no solo la sociedad, sino también la política y las religiones»

Samurái al borde del precipicio listo para defenderse de una abeja. AINHOA GÓRRIZ

Ellos, los androides, lucen todos una indumentaria diferente. No tienen pelo ni piel; lo que les singulariza es la heterogeneidad en el modo de vestir. Hay un mundo peligroso, y catastrófico, en una pieza en la que encontramos un samurái al borde de un precipicio y una abeja merodeando. En la nada, el espacio, el androide transita por líneas que parecen electrificadas. Otra de las piezas es una parábola del homo sapiens, con un mono ascendiendo por una columna y un hombre sentado mirado «otro futuro distinto, con gafas de realidad virtual, y, por supuesto, olvidado de la historia, en un futuro tecnológico, aunque esté ahí la amenaza de lo primario, del pasado, porque pudiera ser también un King Kong que viene a darte un zarpazo».

Publicidad

Añade Manzano que estas obras son, en realidad, para el espectador «impresiones del alma». «Restos de lágrimas arrastradas por la lluvia, momentos, anhelos, que a pesar de todo permanecen en nuestra memoria ayudando a componer el relato de nuestra propia existencia. Certezas que nos sugieren que el destino del hombre, el destino del arte en tanto en cuanto producto humano, está más allá de su propio control», dice el comisario.

La soledad del último hombre. AINHOA GÓRRIZ

Murcia, más moderna

«Me lo he pasado bien en esta exposición porque todas son historias diferentes y no hay repetición», cuenta Silva, que vino a Murcia en 1973 como profesor de la Escuela de Arte de Murcia. «Me gustó Murcia por su tamaño, huía de una ciudad grande como Sevilla. Sigo teniendo familia allí, pero ya van muriendo. En Andalucía no me he molestado en exponer, porque es una región muy conservadora en las artes plásticas, siguen gustando, aunque parezca que no, los toros, las flamencas y los cantaores, todos los topicazos, y las vírgenes y los santos. Ese espíritu de Zurbarán y Murillo. Aquí en Murcia hay mucho beato también, pero allí hay más. Cuando yo llegué a Murcia a mí me pareció que los artistas de aquí hacían cosas más modernas. Un dato, la galerista Juana de Aizpuru, una mujer decidida y valiente, se tuvo que ir de Sevilla al cabo de unos años porque allí no le interesaba a nadie, aunque tenía muy buenos contactos».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad