El decálogo de la divulgación científica
La Transferencia del Conocimiento es la tercera misión de las universidades. Aunque no es tan conocida como la Investigación y la Docencia (las otras dos ... misiones de la máxima institución académica), la Transferencia del Conocimiento es un motor de desarrollo social, sanitario y económico imprescindible en cualquier sociedad del siglo XXI.
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Hasta hace unos años la Transferencia siempre se asociaba al sector productivo, ya que está relacionada con el desarrollo de nuevos productos, de patentes, de spin-off, etc. Esta Transferencia del saber generado en los laboratorios de las universidades al tejido empresarial sigue siendo una pieza clave en la relación universidad-empresa, pero jamás deberíamos olvidar que la clave del éxito de la transferencia al sector empresarial reside en la investigación básica. Como dijo Santiago Ramón y Cajal: «Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las aplicaciones. Estas llegan siempre, a veces tardan años, a veces, siglos». Eso sí, es importante señalar que la transmisión del conocimiento universidad-empresa es bidireccional, ya que las empresas también aportan un gran valor añadido a las universidades.
Pero desde poco tiempo la Transferencia del Conocimiento se dirige también a otros dos sectores:
• a los gobiernos y administración pública para la toma de decisiones basadas en evidencias (un ejemplo lo tenemos en la pandemia del coronavirus donde científicos de todo el mundo asesoran a los dirigentes políticos sobre las medidas a tomar para combatir el SARS-CoV-2);
• a la sociedad a través de la divulgación científica, una labor con la que estoy fuertemente comprometido desde hace más de una década.
Centrémonos en este tercer pilar del concepto moderno de Transferencia del Conocimiento. ¿Por qué estoy convencido de la importancia de la divulgación científica? La última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología revela que en nuestro país solo una de cada siete personas manifiesta interés por los temas científicos y tecnológicos. Un alto porcentaje de las personas que no muestran interés por los temas científicos y tecnológicos esgrimen como principal razón que no los entienden. Por ello es necesaria la necesidad de herramientas que mejoren la difusión social de la ciencia a la sociedad de forma atractiva... y también es necesaria una mayor implicación de los investigadores. Como decía Carl Sagan: «Después de todo, cuando estás enamorado, quieres contarlo a todo el mundo. Por eso, la idea de que los científicos no hablen en público de la ciencia me parece aberrante».
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¿Cuáles son los principales objetivos que, personalmente, persigo pueden con mis tareas de divulgación científica? Los resumiré en este decálogo:
1. Elevar la cultura científica de la ciudadanía promoviendo una sociedad que apueste por el conocimiento.
2. Poner en valor el papel que la ciencia y la tecnología juegan en nuestra calidad de vida diaria.
3. Entender mejor el mundo que nos rodea.
4. Explicar a la sociedad del uso que damos de sus impuestos.
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5. Fomentar vocaciones científicas entre las nuevas generaciones.
6. Combatir las pseudociencias y promover el pensamiento crítico pero sin hacer de la ciencia un dogma de fe porque, como decía Julio Verne, «la ciencia se compone de errores, que, a su vez, son los pasos hacia la verdad».
7. Aumentar el prestigio social de la ciencia, ya que las actividades de prestigio son más susceptibles de financiación.
8. Estar actualizado de los últimos avances producidos en mi área de conocimiento y en otras afines favoreciendo la investigación interdisciplinar.
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9. Difundir los resultados de nuestro grupo de investigación estableciendo relaciones con otros investigadores e instituciones.
10. Hacernos personas más libres, entendiendo la libertad como la toma de decisiones basadas en el conocimiento y no en mitos, mentiras o falsas creencias.
¿Y qué se necesita para alcanzar los objetivos de este decálogo? En mi modesta opinión, tres aspectos claves:
En primer lugar hay que utilizar un lenguaje asequible para la sociedad pero sin perder el rigor científico. Este lenguaje debe estar adaptado a cada tipo público (niños, adolescentes o adultos) y a cada canal de comunicación (prensa, televisión, radio, blogs, redes sociales, etc.). Además, hay que emocionar a las personas que nos leen o escuchan. Pero para despertar esa emoción, el comunicador debe ser un apasionado de la ciencia y de su difusión. No entiendo la vida, ni la personal ni la profesional, sin pasión... y por ende tampoco la comunicación científica. Pero ser un apasionado de la divulgación científica no significa ser un forofo de la misma, ya que la difusión de la ciencia no entiende de verdades absolutas ni de titulares sensacionalistas.
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Por último, hay un tercer aspecto imprescindible para que se logren los objetivos señalados en el decálogo de la divulgación realizada por investigadores y del que poco se habla. Como componente de la Transferencia del Conocimiento, la divulgación científica forma parte de las labores de un profesional universitario. Eso no significa que todos los miembros de la comunidad universitaria deban divulgar la ciencia obligatoriamente (hay muchas tareas por hacer), pero al que lo haga no solo hay que facilitarle la labor sino reconocérsela como se hace con otras actividades. En otras palabras, la divulgación debe ser profesionalizada.
En ese sentido la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, en colaboración con la Fundación Española de la Ciencia y la Tecnología, ha publicado la 'Guía de valoración de las actividades de divulgación científica del personal académico e investigador', un documento innovador que viene a profesionalizar las labores de divulgación científica realizadas por investigadores. Actualmente, ya son varias las universidades que, con visión de futuro, huyendo del cortoplacismos y dándole a la divulgación el peso que merece dentro de sus instituciones, han incorporado dicha guía a algunos de sus baremos de contratación y promoción. Esa es la dirección que hay que seguir si creemos (de verdad y no solo de boquilla) en la importancia de la divulgación científica como pilar básico de una sociedad basada en el conocimiento.
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