Nadie sabía morir como James Cagney

Texto sincero y conmovedor con el sello de Juan Marsé

Lunes, 20 de septiembre 2021, 21:27

Cualquiera diría que Juan Marsé estaba deseando morirse para que le publicaran estas memorias póstumas y vengarse así de aquellos políticos, escritores, gente del cine ... y otras especies mayores y menores que no le caían nada bien. Lo que deja claro en el prólogo Ignacio Echevarría es que el escritor barcelonés, semanas antes de despedirse, ya tuvo en sus manos unas pruebas de autor que, a la postre, serían definitivas, con lo que era consecuente y responsable de su más que polémico contenido.

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Marsé tiene su lista personal de bestias pardas. Y la hace pública. En el plano de la política, de mayor a menor, Carod Rovira, Pilar Rahola, José María Aznar y Mariano Rajoy. Entre los escritores, reparte cera, de principio a fin, a Baltasar Porcel, un paniaguado del nacionalismo catalán y un novelista mediocre y sin interés, Francisco Umbral y Cela (que mete en un mismo paquete, como fieles representantes de lo que él denomina, no sin mala leche, «prosa de sonajero») y, sobre todo, Juan Goytisolo, único autor que, según las palabras de Marsé, era capaz de sacarse en procesión a sí mismo. Es más fino, sin embargo, cuando habla de Miguel Delibes, por el que siente afecto, cuya prosa es «noble como la pana y sus temas nobles y aburridos como aperos de labranza».

El autor de 'Si te dicen que caí' duda a cada instante del valor de su diario. Termina por tomárselo como una especie de autodisciplina para mantenerse en forma y afilar la pluma antes de ponerse en serio con sus novelas. Pero lo que sí está claro es que aquí se observa una falta de elaboración, de reflexión, y se percibe un Marsé desinhibido, muy suelto, echando por su boca cuanto se le ocurre. Y, ahí, precisamente, está la gracia del libro.

Marsé habla de su música favorita (Billie Holiday, Cole Porter, Bach...), de sus escritores –incluidos los actuales– predilectos (Orwell, Roth, Gil de Biedma), a los que roba oportunamente citas; de las películas, de los actores y directores de sus sueños, como Berlanga, con el que compartió largas horas como jurado del premio la Sonrisa Vertical de novela, o James Cagney, que tenía la particularidad de saber caer muerto de un balazo como nadie. Estas 'Notas' son una buena prueba de que Marsé planificada sus textos, escribía como un verdadero profesional y los pulía hasta la extenuación. Y, aun así, es capaz de manifestar no haberse quedado contento nunca.

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