De una poética trascendida
Pasados tres lustros desde el hermosísimo 'Tardes de domingo', 'Las cosas del tiempo' demuestra el decantado hacer de Antonio Parra como poeta
SOREN PEÑALVER
Lunes, 25 de octubre 2021, 22:31
Los buenos poetas, en general, espacian en el tiempo la publicación de sus obras, aun siendo inspirados y fecundos. 'Las cosas del tiempo' (Calle del ... Aire. Renacimiento, 2021), aparece pasados tres lustros, desde que el hermosísimo 'Tardes de domingo' (2005) irrumpiera en el panorama poético. Antonio Parra, su autor, tiene en su haber un primer poemario de versos de juventud, ya maduros: 'Poemas (1979-97)'. Además, ha publicado plaquettes de poesía taurina y de cante jondo, de una clasicidad impecable y visión nueva de ambas partes.
Antonio Parra es un periodista nato y maestro de periodistas; además consumado ensayista y narrador. Entre sus publicaciones podemos citar: 'El obispo de Tánger' (1995), 'Tiempo, relato e información' (2002), 'Periodismo y verdad' (2003) o 'Poesía y razón' (2004). Parra es un hombre de cultura amplia, un intelectual al modo de Walter Benjamin o Francisco Jarauta. Y como poeta, Antonio mismo se ha expresado acerca de sus influencias (su diría mejor, identidades): Leopardi, Ibn Arabi, Borges, Alfonso Reyes, Francisco Brines, Jaime Gil de Biedma, María Zambrano, Ramón Gaya... Los poemas de 'Las cosas del tiempo', ahora, demuestran el decantado hacer de Antonio Parra como poeta: una treintena de poemas, la mayoría breves, muestran una lengua poética despojada de inútil retórica, en los cuales el pensamiento es a la vez evocador y meditativo. Parra tiene mucho en común con la mejor poesía de la llamada Escuela de Nueva York; sobre todo con el iniciador de la 'poesía confesional', Robert Lowell y su 'Life studies' (1995). Pero el poeta se impersonaliza, para poder hablar por y a través de los demás, muy a la forma impecable de nuestra Dionisia García. 'El joven pastor', un precioso poema, nos transporta a un escenario idílico, mas su filosofía es real: «El joven pastor/ guía el ganado hasta el río/ y escucha en la radio los sucesos deportivos./ No sabemos si el tiempo/ para él/ se habrá detenido./ Ni siquiera sabemos/ si conoce qué es el tiempo.../ No sabemos si el tiempo/ para él/ se ha detenido o ni siquiera existe./ Quizás para él no existan/ más que las cosas del tiempo...» (págs. 37-39).
Antonio Parra es poeta de la memoria emotiva, y de la memoria sensual. Personalmente, mi obsesión por la memoria del cuerpo, gracias a la agudeza mórbida del gran Cavafis, me atrevería a indicar que el poema 'Eterna juventud' responde a lo dicho: «Soy una mujer ajada,/ me dices,/ y añoras el tiempo de la frágil juventud,/ y tu energía como amante./ Pero tu cuerpo acoge aún/ todo amor posible/ y los años no cambian/ la firmeza de tu piel/ ni la fuerza de mis manos/ al explorarla» (págs. 53-54). El maravilloso poema del viejo poeta de Alejandría, 'Recuerda, cuerpo' ('Zimísu, soma'), le da la razón a la memoria del cuerpo, sensorial, sin duda, pero no por ello menos estimulante para el espíritu de la experiencia. También, en Paco Brines, el gran poeta y amigo, recientemente desaparecido, el cuerpo es quien provoca la memoria del placer vivido.
Por sobrados méritos, estéticos, éticos (o morales, como Luis Cernuda daba al término), 'Las cosas del tiempo' permanecerán, y son una voz para el devenir.
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