El hombre y su gesta

Con la maestría del escritor que no es historiador, sino narrador que sabe sacarle partido a una historia sin necesidad de acudir a la ficción, Zweig ofreció al mundo una crónica rigurosa [con los datos que se conocían entonces] sobre la gesta que comenzó el portugués Fernando de Magallanes en 1519, y que terminó tres años después con la primera vuelta al mundo de una expedición que pretendía, en realidad, llegar a las islas Molucas para aprovisionarse de especias y decidir si los lugares pertenecían a la corona de Portugal o de España.

Stefan Zweig, durante una larga y tediosa travesía a Brasil en 1936, había quedado cautivado por la figura del marino portugués y dedicó un año de trabajo a documentarse para esta biografía que, con el paso del tiempo, sigue siendo modelo de equilibrio entre el rigor histórico y el exquisito estilo literario. El escritor vienés utilizó como fuente principal el relato del italiano de Vicenza Antonio Pigafetta, que acompañó a Magallanes en aquel periplo y le fue fiel incluso después de la muerte del portugués. Aunque su diario, minucioso y pormenorizado, desapareció por oscuras razones tras el regreso a España, consiguió dar a la imprenta una crónica impagable para biógrafos e historiadores posteriores.

Escribió Zweig en sus diarios que la redacción de este libro había sido como escribir una novela sin tener que inventar nada. «¡Nada hay más excelente que una verdad que parece inverosímil!», llega a decir Zweig en la introducción. Y esa es la sensación, precisamente, que tiene el lector al introducirse en la vida de Magallanes contada por un escritor prodigioso que pone todas sus herramientas narrativas al servicio del placer literario y de la verdad, frente a la invención.

Publicado en varios continentes y traducido a más de cincuenta idiomas, no es casualidad que ahora salga una nueva edición en Alfaqueque & Gollarín, pues se cumple este año el quinto centenario de la muerte del marino en Filipinas, a manos de los nativos cebuanos, sin haber llegado siquiera a sospechar que sus hombres [al menos dieciocho de los doscientos sesenta y cinco que zarparon de Sanlúcar de Barrameda], con los que tuvo numerosos enfrentamientos, terminarían dando la vuelta al mundo por primera vez, capitaneados en el último tramo por Juan Sebastián Elcano.

Precisamente Elcano, que a la postre fue quien recibió la gloria y el reconocimiento de la hazaña, en detrimento de Magallanes, no sale bien parado en la obra de Stefan Zweig. Sobre él hace caer la sombra de la sospecha, la mancha de la traición y el oportunismo.

La biografía de Magallanes podría leerse como una novela si no supiéramos que se ajusta a los hechos históricos y, además, trata de ser objetivo en el relato de los acontecimientos. Y, al menos en parte, lo consigue. Asunto complicado este de la objetividad. Zweig dibuja magistralmente las figuras de los héroes de esta gesta, Magallanes principalmente y Elcano como segundón y arribista. Y, sin duda, toma partido por el portugués, al que trata como si fuera el personaje de una novela. Es cierto que durante mucho tiempo la figura de Elcano se había visto oscurecida por cronistas que lo describían como el sublevado, el rebelde, el taciturno que participó en la rebelión contra Magallanes y a punto estuvo de hacer fracasar la expedición. Sin duda, la personalidad y las gestas de Magallanes deslumbraron a su biógrafo, y eso se nota en el retrato y tratamiento del personaje. Incluso se sirve de él para profundizar en cuestiones que tienen más que ver con la psicología y el comportamiento humano que con la trascendencia de sus hazañas, que pasaron a olvidarse durante un tiempo mientras otros recibían los honores.

En definitiva, este es un clásico del género biográfico, un libro de extraordinaria belleza, a veces con pinceladas poéticas, como la descripción de la travesía del estrecho surcado por primera vez por las cuatro naos supervivientes, a la orden de Magallanes, del que recibiría su nombre. Y en este caso la belleza del texto queda realzada y acompañada de forma magistral por las ilustraciones de Pascual Adolfo López Salueña, que ha sabido captar la esencia del relato y plasmarla con su estilo propio e inconfundible. Sin duda, un aderezo de lujo para una edición cuidada y mimada por sus editores. A todo esto hay que sumar el prólogo ameno, pero no por eso menos riguroso, que Carlos Martínez Shaw regala a los lectores. Un broche de lujo con el que el catedrático de Historia Moderna termina de colocar los puntos sobre las íes y nos ofrece una información que arropa el contenido del trabajo de Zweig y lo contextualiza.