Guardaba el beso de mi padre
Esperanza e ilusión por viviren el nuevo libro de Dionisia García
Con un prólogo de Alfonso Levy se inicia esta última entrega poética de una de las voces más personales de la actual lírica española: «Una ... voz de contención clásica, y elegancia en el dolor, que solo alcanza a aquellos que no conocen la queja y regresan al silencio». Mucho de esta idea hay en toda la poesía de Dionisia García: sobriedad, belleza y dolor, maduración personal en un camino que, por fortuna, ha recorrido durante algunas décadas en las que nos ha ofrecido lo más genuino de su creatividad, lo más profundo de sus reflexiones: «Dionisia muestra sin hacer ruido, casi sin querer, una alternativa a la desolación». El propio título de la obra lo matiza, con ese adverbio de tiempo de matiz durativo, mientras, que adquiere las dimensiones metafísicas de esa gran reflexión acerca del paso del tiempo, de la fugacidad de la vida y de la necesidad de aprovechar los últimos granos de arena.
Y es que el verbo poético de Dionisia García se engendra en la esencia de lo clásico y adquiere aires nuevos en la modernidad, en la idea y en el concepto necesariamente pesimistas de una mujer que contempla el paso de la vida con serenidad, con lucidez y con armonía: «No miran a lo alto quienes viven deprisa, / sin tiempo para orar a la luz del crepúsculo/ que en otra épocaplasmó Millet». Ese ambiente crepuscular empapa todos los versos de este poemario, pero sin excesos, con la quietud y la elegancia de una poesía en voz baja que destella fulgores en cada poema: «Con anhelo guardaba el beso de mi padre/ y, subida a su altura,/ todavía en sus brazos, miraba aquel entorno». También la infancia se cuela en todos sus libros con la naturalidad de una experiencia única que Dionisia desgrana como un mapa de su experiencia y de su valía que tiene a gala siempre.
El tono de sus versos, la valentía de sus impresiones, la calidad de un espíritu inquieto y de una inteligencia inusual cristalizan en ese espacio privilegiado de la feminidad, que ella, la poeta, ha defendido siempre con tanta firmeza así como una fe constante que ella misma ha cuestionado en muchas ocasiones: «Dios mira y ríe/ el juego de los hombres,/ y después se retira/ moviendo la cabeza». La esperanza, la ilusión por vivir y la fuerza le sobran a la escritora murciana que llegó del norte, por fortuna, hace muchos años para engrandecer nuestro mundo literario y regalarnos libros como éste.
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