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Los enterrados en la Catedral de Murcia
Historia. Santiago Delgado reúne en un volumen, 'Ludibria Mortis', los avatares de 29 muertos ilustres que yacen en el templo, desde Santa Florentina y San Fulgencio a Alfonso X, Saavedra Fajardo y José Selgas
Cuenta Santiago Delgado, autor de 'Ludibria mortis (Enterramientos en la Catedral de Murcia)', que hay movimiento en el Cabildo para acometer la restauración del monumento ... funerario de Alfonso X. Sin duda, el llamado 'rey Sabio' es el muerto más ilustre cobijado en estos aposentos, en el principal templo de la Diócesis de Cartagena, aunque se pregunta Delgado en este volumen recientemente editado por la Real Academia Alfonso X, en su colección de 'Nueva Biblioteca de Estudios Regionales', qué hay de sus restos en la Capilla Real de la Catedral. «Pues hay el corazón casi perfectamente separado del cuerpo, según análisis moderno sobre lo que falta del cuerpo en su enterramiento en Sevilla. Alfonso X siempre quiso ser enterrado en Murcia. Aquí se le rindió su primer reino conquistado, y aquí conoció la lealtad, cuando toda Castilla reconocía a su hijo Sancho IV como rey. Murcia, Sevilla y Badajoz permanecieron leales al padre». En Murcia, además, recuerda Delgado, fundó el monasterio de Santa María la Real, levantado sobre la mezquita primitiva de Ibn Mardenix, en el alcázar Násir de Murcia.
Alfonso X muere en Sevilla el 2 de abril de 1284, pero no es hasta 1521, cuando a instancias del Corregimiento murciano, Carlos V accede a que el corazón y las entrañas de Alfonso X sean trasladadas. En la capilla real, según recoge el estudioso en este libro, tienen perpetuo amparo las vísceras reales, símbolo de su amor a Murcia. «Por entrañas –aclara– nunca se entendió vísceras. Al arrancarle el corazón, no se pudo evitar que prendiera algo más al cordial órgano». Sin duda, los restos de Alfonso X son los más venerables del gran templo murciano, pero Francisco José Alegría Ruiz, director del Museo Catedralicio de Murcia, asegura en el prólogo que bajo inscripciones lapidarias desdibujadas por el paso de los siglos, «y muchas suelas», hay ajenos «al olvido del hombre moderno» muchos otros nombres que pasan desapercibidos. Son los que Santiago Delgado recoge en este volumen, que puede encontrarse en la librería Diego Marín y en la página web de la Real Academia https://raax.regmurcia.com/
«Los enterrados son las raíces de la espiritualidad que va saliendo a través de la cultura, de la historia y de la identidad»
Santiago Delgado
Secretario Academia Alfonso X El Sabio
«Este libro –entiende Francisco José Alegría– es una interesante guía de mano para el murciano que quiera deambular por dentro de la catedral con la mirada fija en el suelo y aprender de la historia, sorprendiéndose de las grandezas y hazañas de tantos paisanos y foráneos que hacen de ella un panteón de ilustres, y por qué no, rezar una oración por sus almas. Y aunque 'Ludibria Mortis', los despojos de la muerte, nos igualen a todos, Santiago Delgado le da a cada uno lo suyo, y rescata de entre los muertos, para quien quiera conocer más y mejor nuestras raíces, las interesantes vidas de los que descansan».
En efecto, como apunta Alegría, historias de santos, de obispos y clérigos, de nobles caballeros «y hombres [pues solo hay cuatro mujeres sepultadas] de armas, de leyes, de ciencia y de arte, y hasta de soberanas entrañas son las que se descubren en estas páginas».
Cuenta Delgado a LA VERDAD que las reliquias más antiguas que se conservan en la Catedral de Murcia son las de Santa Florentina (612), que fue abadesa de 50 conventos, y San Fulgencio (620), obispo de Écija –y conocedor de una lengua extraña, el siriaco–, fallecidos comenzado el siglo VII en Sevilla. «Nacieron en Cartagena, la Cartagena visigoda que pasa a ser bizantina, sobre el 550 de nuestra era. Su hermano mayor, Leandro, también había nacido en Cartagena. No así el benjamín de la familia, Isidoro, que sucedería a Leandro en la sede arzobispal de Sevilla», recuerda Delgado. El obispo Sancho Dávila, «confesor que fuera de la misma Santa Teresa» y gran coleccionador de reliquias, como Felipe II, declaró en 1592 a San Fulgencio como Patrón de la Diócesis de Cartagena, y solicitó la devolución de los restos cartageneros, depositados en un humilde monasterio entre Trujillo y Guadalupe, en Extremadura. Felipe II pide que envíen a Murcia dos huesos mayores, pero se dice que solo mandan en 1610 –casi veinte años más tarde– «dos cánulas (falanges de los dedos de una mano)».
Relación de yacentes
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612 Santa Florentina
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620 San Fulgencio
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1272 Jacobo de las Leyes
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1284 Alfonso X el Sabio
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1362 Pedro M. Peñaranda
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1402 Fernando Pedrosa
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1458 Obispo Coomontes
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1479 Diego Rodríguez de Almela
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1544 Familia Verástegui
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1552 Gil Rodríguez de Junterón
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1555 Alonso de Guevara
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1563 Jerónimo Quijano
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1578 Antonio y Gerónimo de Roda.
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1602 Andrés Hibernón
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1613 Jerónimo de Ayanz
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1621 Francisco Bomayti y Ayala / María Ramírez de Valdés
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1635 Obispo Trejo
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1648 Saavedra Fajardo
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1648 Fray Martín Pérez de Amenta
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1778 Andrés José Sedano y Ballejo
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1810 Infantes de Medina Sidonia
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1876 Landeira y Sevilla
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1882 Selgas y Carrasco
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1884 Mariano Alguacil
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1902 Bryan Livermore
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1931 Vicente Alonso y Salgado
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1936 Francisco Martínez García
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1936 José Gómez Llor
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1982 Juan Sáez Hurtado
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2014 Javier Azagra Labiano
Podríamos pensar que en una catedral solo son enterrados obispos –ahí están Peñaranda (1364), Pedrosa (1402), Coomontes (1458), Trejo (1635), Landeira y Sevilla (1876), Thomas Bryan Livermore (1902), Javier Azagra Labiano (2014), el último–, pero no. Entre beatos –Andrés Hibernón–, sacristanes y los restos de dos santos, hay un alcalde de Murcia y director de LA VERDAD, Francisco Martínez García: «Periodista, abogado de pobres, un personaje extraordinario con una fenomenal dedicación a la gente humilde, al que mataron en 1936 cuando había hecho un bien a la sociedad, y considero un acierto haberlo traído aquí», estima Delgado. «También un arquitecto y escultor, Jerónimo Quijano, con un enterramiento humilde frente al de Junterones, tan vanidoso como correspondía a la época».
Celebridad internacional
Observa el autor de esta recopilación de notables inhumados que hay una ley no escrita: «El obispo que muere dando servicio a la catedral se entierra en la catedral. El que muere en acto de servicio, por decirlo así». Pero, por ejemplo, encontramos a individuos ciertamente interesantes, como el navarro Jerónimo de Ayanz i Beaumont (1613): «Pocos saben que este personaje insigne, héroe militar, científico, ingeniero, inventor, buen cantante y músico, político de altura y murciano de adopción, por voluntad propia, está enterrado en la Catedral de Murcia. Conseguimos que se le diera una calle en Murcia, pero es una celebridad. Inventó el aire refrigerado para el interior de las minas, la evacuación de las aguas subterráneas en las minas de todo el reino. Eso fue un fenómeno para la minería. Salvó la vida de Felipe II y, además, fue el primer humano que usó la fuerza de vapor, un siglo antes que cualquier europeo de los que ha pasado a la posteridad por hacer y estudiar lo mismo».
«Pocos saben que aquí está sepultado el primer humano que usó la fuerza de vapor, un siglo antes que cualquier europeo»
Santiago Delgado
Secretario Academia Alfonso X El Sabio
No ha incluido Delgado a los Puxmarines, «no encontré nada, pero me insisten en que hay enterrados aquí».
En cambio, sí está el egregio Gerónimo de Roda (1579), «nombre vasco», incide, Político, consejero de Estado de los Países Bajos y presidente de la Real Chancillería de Valladolid., «al que se le reconocieron sus buenos servicios, pues llegó a gobernar en Flandes, en tanto que no llegaba Don Juan de Austria».
Con Jacobo de las Leyes se entierra a su mujer y a su madre también, y con un 'hijosdalgo' murciano, Fancisco Bomayti y Ayala se entierra a su esposa, María Ramírez de Valdés. No abundan los enterramientos de mujeres, y, lo cierto es que, junto con Santa Florentina, no hay más. Yacen en el interior de un sarcófago de mármol de Cehegín y escultura obra de Roque López –un angelito lloroso– los nietos del último marqués de los Vélez, los niños Luis y Francisca Álvarez de Toledo y Palafox, hijos de los duques de Medina Sidonia. Ella murió en Alicante a los 17 meses y dos días; él a los 24 meses. El sarcófago es del año 1810.
«En el siglo XVIII la Catedral de Murcia huele muy mal, sobre todo, la capilla de San Antonio. Carlos III prohibió enterrar en las iglesias, porque había problemas con los cerramientos»
Santiago Delgado, un enamorado de la historia local, ya publicó en tinta de periódico 'Voces de piedra', un monólogo de cada una de las esculturas del imafronte (medio centenar). Y dio el año pasado la lección inaugural de la Real Academia Alfonso X dedicada a Europa en la Catedral de Murcia: «Esa fachada no es algo localista ni aldeano, porque tienes al canónigo de París, a San Patricio de Irlanda, a Santo Tomás de Nápoles... Después de aquello me puse a investigar los enterramientos, y conté una treintena, 29. En el XVIII la Catedral de Murcia huele muy mal, sobre todo la capilla de San Antonio. Carlos III prohibió enterrar en las iglesias, porque había problemas con los cerramientos».
Epitafios
Azagra, el último enterrado, era considerado «el obispo del pueblo», y ya su inhumación tuvo que ajustarse a todas las autorizaciones pertinentes. Antes fueron 'abismados' aquí, por ejemplo, Diego de Saavedra Fajardo, muerto en Madrid en 1648 y enterrado primeramente en el Convento de los Agustinos Recoletos. «Cristiano caballero, hábil político y eximio escritor», reza en su lápida en la capilla del Beato Hibernón, frente a la del autor romántico José Selgas y Carrasco, «tierno poeta, sutil pensador, ingenioso satírico, que con sus obras y su fama honró la tierra en que nació». «Ya no hay esa mentalidad de escribir epitafios», lamenta Santiago Delgado. «Este Selgas era feroz como satírico, muy carca y ultraconservador, pero como poeta tiene algún poema maravilloso. Lo demás es liricoide, postromántico, y muy esperable. Pero fue célebre en su tiempo y digno de ser enterrado en la catedral». Este 2022, el 4 de junio, será el centenario de su fallecimiento.
Además de un templo mayor de la diócesis, dice Delgado que en concreto los enterramientos en la Catedral de Murcia nos proporcionan cuatro visiones: la histórica, por Alfonso X; la artística, porque encontramos gótico, barroco, manierismo, neoclasicismo y romanticismo, «porque el órgano, el mejor de Europa, es romántico»; la cultural, «porque Jacobo de las Leyes escribe y fundamenta las Cantigas de Alfonso X», y la identidad. «Los enterrados son las raíces de esa espiritualidad que va saliendo a través de la cultura, de la historia y de la identidad. El murciano se siente identificado. Esto es historia de la Diócesis, es historia de España e historia del mundo. Igual que esa fachada de la Catedral es un libro que nos da identidad».
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