Los grandes personajes

Los años 40 fueron la década dorada del cine negro americano y, por ende, el reino de las 'femme fatales'. Sin el glamour ni la clase de otras famosas arpías como Phyllis Dietrichson ('Perdición'), Dusty Chandler ('Callejón sin salida') o Kathie Moffatt ('Retorno al pasado') pero con un talento natural para la seducción que desbordaba los escasos ciento sesenta y tres centímetros en los que Joan Bennett contenía su personalidad, la protagonista de 'Perversidad' arrastraba al abismo a un pobre 'viejo' que soñaba en ella la posibilidad de vivir la fantasía del hombre medio: poseer a una mujer joven a la que convertir en su musa.

Con el papel de Kitty Collins (que años más tarde fue reinterpretado por Angie Dickinson en 'Código del hampa') Ava Gardner definió el personaje que la acompañaría dentro y fuera de las pantallas: un cóctel explosivo de inmoralidad, sexualidad áspera y fragilidad venenosa capaz de quebrar voluntades con un simple gesto, pero atrapada en la maldición de su belleza infinita.

Anticipándose a las lecturas contemporáneas del arquetipo, que insisten en interpretar a la 'femme fatale' como una antiheroína protofeminista, Peggy Cummings inyectó a la protagonista de la obra maestra de Joseph H. Lewis con una violencia inusitada para la época, sublimando así el desencanto y la rabia contenida de muchas mujeres obligadas a encasillarse como amas de casa tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Letal y despiadada, Annie Laurie Starr fue concebida por los guionistas MacKinlay Kantor y Dalton Trumbo como una versión 2.0 de Bonnie Parker.

Tras ensayar con el personaje en 'La muerte golpe dos veces', John Dahl le regaló a Linda Fiorentino el papel que condenó su carrera cinematográfica: Wendy Kroy, un animal sexual en el vértice entre Veronica Lake y Lana Turner pero cargada con la testosterona suficiente como para empequeñecer a la que podría considerarse su gran rival en los años 90, Catherine Tramell ('Instinto básico').

El príncipe de las tinieblas de Hollywood es y será Drácula en el imaginario colectivo. El más temible, inteligente y calculador de los no muertos. Una fuerza del mal a la que es imperativo eliminar.

El villano es y se le reconoce como tal desde la primera escena. Un pistolero sin escrúpulos enfrentado con el 'bueno'. Destinados a luchar hasta que en el duelo final el 'malo' caiga por fin derrotado.

El villano se convierte en protagonista. Inteligente, manipulador y tremendamente convincente. Líder natural. Se rige por una moral propia que le lleva a proteger a su familia y negocios a cualquier precio.

El villano se hace. Un hombre de a pie, un padre de familia que carga con varios problemas a su espalda. La influencia de un hotel solitario y sus propios fantasmas le harán perder la cabeza y convertirse en un psicópata.

Sofisticado, elegante y de inteligencia portentosa. No es lo que parece a simple vista. Cuenta con un plan maestro, pero es capaz de improvisar y sorprender al héroe y al público. Es el pilar de la película.