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La fotografía queda a salvo

Es una de las pocas disciplinas artísticas que no se vería afectada por un cambio tan drástico en la historia de las relaciones humanas

BEGOÑA RODRÍGUEZ

Lunes, 12 de febrero 2018, 22:40

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Tolstói, en su teoría del arte, defiende que este surge del amor y culmina en el amor, tema constante en la literatura y en cada una de las variedades artísticas a las que nos podamos remitir. Y, sin embargo, y en un sentido neutro, la fotografía puede reflejar -precisamente en esa cualidad tan suya de plasmar la realidad más fiel de lo retratado- algo absolutamente basado en el mero retrato aséptico de lo que el objetivo ve. De modo que, incluso, podría pensarse en la fotografía como en la disciplina artística donde el amor puede estar menos presente.

Y nos referimos a la ausencia de amor como tema, y nunca a la falta de pasión por parte del artista-fotógrafo ni a lo que el receptor-espectador pueda sentir al contemplar una imagen. Hablamos de la fotografía de paisajes, de naturaleza muerta, de arquitectura, de flora... temas que no tienen como epicentro el amor -platónico o carnal- sino la belleza del mismo objeto en sí. Se trata de una fotografía que pueden despertar y expresar emociones -no románticas, sino emociones humanas en general-, y que relegan, incluso, el aspecto artístico, la técnica y a veces la estética, a favor de un potente concepto. Se trata de la fuerza que les impulsa a transmitir ese sentimiento -no romántico, repetimos- a través de un 'click' en el botón de su cámara. Es decir, la fotografía es el soporte sobre el que el autor apoya su discurso, pero en este caso, no necesariamente amoroso. Aquí, lo que el artista busca es la coherencia entre el diálogo artista-espectador. Se trata de transmitir una idea del mundo; un mundo, sin duda, complejo que se invita a ver desde perspectivas diferentes.

Este afán de retratar el mundo, dejando a un lado la pasión del 'amour fou', está en el origen de la propia fotografía. De hecho, la primera de la historia, 'Vista desde la ventana en Le Gras', tomada por Nicéphore Niépce en 1826, resulta ser eso, un paisaje visto desde una ventana, una imagen borrosa de un paisaje campestre.

Este afán de retratar el mundo, dejando a un lado la pasión del 'amour fou', está en el origen de la propia fotografía

El entorno exalta la sensibilidad del artista y los sentimientos que su visión pueden despertar en quien disfruta de la imagen son tan variados como las posibles interpretaciones de esa misma imagen. Se trata, simplemente, abrirse a la emoción. Y, cómo no, en fotografía, también.

De modo que, dejando atrás el amor omnipresente en tantas esferas del arte, existen en el mundo de la fotografía preciosas imágenes que se centran en elementos que nos rodean a diario y en los que, en ocasiones, ni siquiera reparamos. Y todo lo que nos rodea, cómo no, puede provocarnos gran emoción; emoción, simplemente, del placer de ver algo bello; algo bello como algunas maravillosas fotografías de paisajes: hermosísimos ríos, campos, montañas... que nos permiten abstraernos de nuestra vida cotidiana durante unos segundos y respirar la paz y el sosiego que abren en nuestra memoria.

Conmueven por su belleza, también, algunas impresionantes fotografías arquitectónicas. Llenas de matices y luz, la arquitectura ofrece un mensaje de belleza y emoción ante el que el espectador no puede quedarse inmune.

Fotografiar 'naturaleza muerta' es, asímismo, como abrir una página de mil significados e interpretaciones. Como pequeños poemas de temas diversos a los que el lector-espectador va dando forma y sentido. Como las fotografías de delicadas o majestuosas flores que emocionan el espíritu.

En suma, temas sin amor que llenan de igual belleza todas y cada una de las imágenes que tratan las múltiples facetas del arte de la fotografía.

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