Concha Martínez Barreto: «No dejar huella es preferible a dejar una molesta»
La artista de Newcastle Ediciones publica el catálogo 'Paintings 2016-2019', que recoge una selección de sus obras en manos de coleccionistas privados de varios países
Dice: «Yo no querría pasar al olvido; estar ahí, en una fotografía, y que nadie supiese llamarme por mi nombre. No me gusta el olvido». ... Es Concha Martínez Barreto (Fuente Álamo, 1978), artista plástica, rastreadora de huellas, generadora de enigmas. «No dejar huella es preferible a dejar una molesta», tiene claro. Y mira a su alrededor cuando lo dice, como buscando en el silencio posterior el eco vivo de sus palabras. A veces, se descubre inquieta, deambulando en un claroscuro de desasosiego en mitad del cual, sin llegar jamás a romperse, le dice, con estremecedor sigilo, a alguien que la observa: «No recuerdo quién eres, aunque estoy segura de que un día te quise». De la artista, Newcastle Ediciones acaba de publicar 'Concha Martínez Barreto. Paintings 2016-2019', donde se realiza un recorrido por algunas de sus mejores obras en manos de coleccionistas residentes en Murcia, Madrid, Munich, Barcelona, Villars-sur-Ollon, Windsor, Montpellier, Dallas, Basel, Nueva Orleans, Londres, Nueva York...
«Cuando uno contempla los cuadros de Concha Martínez Barreto», escribe Alberto Ruiz de Samaniego en la publicación, «se topa, de inmediato, con una extrañeza». «Algo hay ahí», añade, «una suerte de desajuste o una visibilidad de algo que no debería existir o, al menos, no de esa manera». «Algo que uno intuye, sin embargo», prosigue, «que no se debe a ninguna, por así decir, patología alucinatoria». Pues no estamos, sabe bien Ruiz de Samaniego, «ante imágenes de una conciencia visionaria, al modo -por ejemplo- de Henri Michaux. No. Más bien diríamos que esta pintura nos presenta, y de una forma literal, una contradicción en los términos». Es decir: «Cuerpos que han aumentado de escala hasta volverse ciertamente gigantes, inquietantemente fascinantes: monstruosos; confusiones entre el adentro y el afuera, organismos desarreglados o, justamente, desorganizados dentro de su propio cuerpo o en el campo visual; sombras equívocas...».
LA ARTISTA
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Quién Concha Martínez Barreto (Fuente Álamo, 1978).
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Publicación 'Concha Martínez Barreto. Paintings 2016-2019'. Publicado por Newcastle Ediciones.
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Otros textos 'Biografía. Concha Martínez Barreto' (Micromegas, 2016). 'El verdadero viaje. Concha Martínez Barreto' (Espai Rambleta, 2018).
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Últimas exposiciones 'El verdadero viaje' (2018), en Espai Rambleta (Valencia); 'El orden de los días (2018), en Galería Víctor Lope (Barcelona); 'El espejo. Mapamundistas' (2019), en Pamplona.
Martínez Barreto sabe bien que, tanto en la vida como en el arte, hay que estar alerta, y dispuesta, «para que no se convierta en un problema un camino que se te cierra, porque seguro que hay otro por el que sí podrás ir». Le gusta esta reflexión de Marguerite Duras, que tiene el poder de inspirarle y conmoverle: «Vendrá un tiempo en que no sabremos dar un nombre a lo que nos una. Su nombre se irá borrando poco a poco de nuestra memoria. Y luego, desaparecerá por completo».
«Me gusta la figura de Alicia porque ella se duerme, vive una gran aventura en otro mundo y se despierta»
La artista reconoce que «el miedo a la muerte» ha sido uno de los temas más constantes en su trabajo». Precisamente, asegura «que no he llegado a obsesionarme con ella porque he trabajado sobre esa idea de que nos vamos a morir». La muerte, que suele tener al olvido como aliado, convive plena de fuerza y vitalidad al lado de las sombras que som os.
A Martínez Barreto -que trabaja con la fotografía, el dibujo, la pintura...- le encantó recopilar antiguas fotos familiares «buscando sentir que los que se van siempre permanecen». Sin embargo, es consciente de que «los fotografiados -que debieron sentir que esa cámara que tenían delante era un salvoconducto hacia el futuro, que aseguraría su presencia más allá de la muerte-, solo parecen hablar con el silencio y sus rostros ya no logran tener un nombre».
Es «el encuentro con estas viejas fotografías y la dificultad para hacer una lectura de ellas» el germen esencial de parte de su trabajo, que le permite «reflexionar sobre la capacidad de las imágenes para retener la memoria y me lleva a desarrollar un discurso sobre la propia identidad, las conexiones intergeneracionales, la muerte y el olvido».
Sí, en su obra tiene cabida «el miedo a la ausencia de memoria», que «habla, en definitiva, del propio miedo a la muerte, a dejar de ser, a que mis recuerdos no pertenezcan a nadie y a que mi cara encontrada en una imagen no pueda vincularse a ningún nombre».
Permanencia
Explica Martínez Barreto que «el interés por la permanencia y la reconstrucción de la memoria como cuestión identitaria» han dirigido su trabajo hacia «los archivos familiares, en un intento por atrapar el recuerdo y forjar mi identidad a través de la vida de los que me precedieron». Pero, añade, «pese al vínculo existente con el viejo imaginario doméstico, los enormes vacíos en la transmisión de vivencias e historias hacen que estas imágenes no puedan despertar en mí ningún recuerdo». ¿Y entonces? «Pues, cuando para los fotografiados hubieran podido suponer todo un desencadenante de evocaciones, que les llevaría a rememorar unas voces, sentir el tacto de una silla de madera o unas manos sujetándote…, ante mí se muestran cargadas de claves, de historias -mi propia historia- difíciles de descifrar». Y, así, «el tiempo, que era lo que presumiblemente trataban de atrapar, ha terminado por desdibujarlas».
Le encanta recopilar fotos familiares «buscando sentir que los que se van siempre permanecen»
Todas esas imágenes frente a ella, frente a sus dolores y expectativas, frente a la vida que se le escapa entre los dedos, los deseos no satisfechos y los besos sin dar...; todas esas imágenes, «antes emotivas y cargadas de significado, quedan ahora, sin el relato de sus protagonistas, desprovistas de argumento. Al suponerlos desaparecidos, me enfrentan a la imposibilidad de conocer sus historias y la mía».
Hay una voz muy especial para Martínez Barreto, «la de mi padre», que ha hecho de puente «entre las generaciones que fueron y las que son». Y existe una realidad que termina cayendo sobre nosotros como una roca imbatible: seremos la nada. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, que dice Sánchez Ferlosio, e incluso llegará ese instante en el que ni ojos nos quedarán ya, ni una sola promesa realizable, ni pulso para coger oxígeno.
Ella puede dar fe de que, sencilla, y afortunadamente, el arte salva: «Pasé por una crisis vital bastante fuerte», recuerda, «y me vino muy bien trabajar entonces en un proyecto artístico que trataba sobre el mito del héroe, que yo encarné en la figura de Alicia, de Lewis Carroll. Para mí fue algo catártico. Sentía un vacío inmenso. Me gusta la figura de Alicia porque ella se duerme, vive una gran aventura en otro mundo y se despierta».
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