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Cristina, en la cama del hospital de Roma en la que estuvo postrada durante 36 días, tras la operación a la que fue sometida por la fractura del fémur derecho. :: FOTO CEDIDA A 'LA VERDAD'
REGIÓN MURCIA

«Abrí los ojos y creí que habían muerto»

Una joven 'erasmus' sufre un calvario por un conductor con el que tuvo un accidente en Roma

MARGA PEÑAFIEL

Sábado, 24 de septiembre 2011, 02:35

Cristina nunca pensó que vivir durante un año en Roma fuera a pasarle tan desmesurada factura. En la noche del 9 de junio, esta murciana, de 21 años, acudió a una fiesta en la playa de Ostia, sin saber que la desgracia le esperaba impaciente a la vuelta de la esquina. Después de mucha diversión, música y, ¿por qué no?, un poco de alcohol, a las cuatro de la mañana llegó la hora de volver a casa. «La playa estaba a más de media hora de Roma, así que me fui en el coche con mi amigo Lucio y otros cuantos», cuenta Cristina sonriente, sin ningún aparente atisbo de trauma en su mirada. Se montó en un Fiat 600 rojo junto con María, Carmen y Doménico, pero de haber sabido lo que minutos después ocurriría, ni un solo músculo de su cuerpo le hubiese permitido sentarse en el asiento trasero del conductor.

«Tienes que aguantar»

«Recuerdo que íbamos cantando y muy contentos. Todos habíamos bebido un poco, aunque ninguno dio positivo en el test de alcoholemia», relata lentamente, como si cada palabra empezase a recordarle el dolor de aquel momento. En la vía Cristoforo Colombo, que circunvala Roma y que está limitada a 80 kilómetros por hora, un Mercedes Clase C se aproximaba por detrás a una velocidad que hubiese hecho saltar todos los radares a la redonda. «En ese momento no sientes el golpe. Es como si estuvieses flotando en el espacio y todo sucede a cámara lenta», relata. «Estuve consciente todo el tiempo -continúa-. Sentía cómo el coche no paraba de dar vueltas y más vueltas. Me agarré al asiento de delante y con la cabeza apoyada en él, cerré los ojos. No paraba de repetirmeCris tienes que aguantar, ya se parará el coche'.

Finalmente, chocó contra el quitamiedos y Cristina comenzó a dar gracias a todos los dioses que conoce por seguir viva. No llevaba el cinturón puesto, pero, paradójicamente, eso fue lo que le salvó la vida: «La Policía me dijo que no sabía cómo podía haber sobrevivido. Si llego a llevarlo, todo el lateral del coche me hubiese aplastado», asegura.

En medio de la confusión se vio sola y rodeada de sangre: «Estaban todos inconscientes. No se movían y no respondía cuando les llamaba. Me dejé las manos dándoles tortas en la cara pero no reaccionaban. Llegué a pensar que estaban todos muertos». Por suerte, le ganaron el pulso a lo que parecía un destino inevitable, y la dama de la guadaña tuvo que irse con los brazos vacíos.

Cuando por fin se despertaron, Cristina empezó a ser consciente de lo que le había pasado y rápidamente intentó salir de lo que se había convertido en pura chatarra, pero la pierna no le respondía. «No me podía mover y me di cuenta de que algo se me había roto, así que intenté coger la pierna en peso, pero cuando me agarré del muslo, se me dobló por la mitad», recuerda. Con toda la serenidad que se puede tener después de aquello, pidió ayuda al resto: «Doménico me cogió en brazos y me dejó en el suelo. En ese momento supe que algo más me había tenido que romper, porque me dolía muchísimo al sentarme. Tuve que estar apoyada a pulso todo el rato».

Positivo en alcohol

El presunto culpable, Manolo D.N., un italiano de 27 años, alto y moreno, dio casi cuatro puntos en la prueba de alcoholemia, cuando el límite fijado en Italia es de 0,5. «Hubiese salido huyendo si no se le llega a romper el coche. Ni se acercó, ni llamó a emergencias», cuenta llena de rabia. Cuando se presentó la ambulancia, solo podía pensar en llegar pronto al hospital: «La sangre me caía por la cara, no podía sentarme y me dolía como si me estuvieran arrancando la pierna a trozos», rememora. El resultado fue fractura del fémur derecho, del que la tuvieron que operar; luxación de la cadera con el fémur; rotura de la cadera por tres partes, y una pequeña perforación en el pulmón.

Ahora en España está yendo a rehabilitación. «El médico que vio las radiografías me aseguró que el fémur se quedó a unos pocos centímetros de los órganos vitales; de otra forma no lo estaría contando», afirma. Las muletas y una cicatriz de 36 centímetros no son las únicas secuelas que le han quedado. Tiene unas más fuertes, de esas que se marcan en el alma. «Tengo que medicarme para dormir y cuando me monto en un coche lo paso verdaderamente mal», desvela con los ojos enrojecidos y la voz quebrada. A Manolo D.N. solo le desea amarguras: «Que le rompan las piernas y que se quede 35 días en cama como estuve yo», maldice como solo una persona en su situación podría hacerlo.

El juicio todavía no se ha celebrado y no se hará hasta que esté recuperada del todo. «Creo que no irá a la cárcel, pero pienso hacer que pague. Aunque si me diesen a elegir entre el dinero de ese sinvergüenza y su muerte, yo elijo que se pudra en el infierno», confiesa Cristina desde la ira y el dolor de su corazón.

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