Newman, una de las grandes leyendas de Hollywood
Eterno aspirante al Óscar, obtuvo uno honorífico por toda su carrera en 1986 y al año siguiente finalmente lo consiguió por su papel de viejo zorro del billar en The color of money
REDACCIÓN
Sábado, 27 de septiembre 2008, 20:13
El cáncer pudo finalmente con Paul Newman, leyenda indiscutible del cine estadounidense cuyos ojos azules, posiblemente los más famosos de Hollywood y los que más suspiros provocaron, serán tan recordados como su brillante carrera. El 27 de septiembre ha muerto como consecuencia de su larga enfermedad, a los 83 años de edad.
Eterno aspirante al Óscar, obtuvo uno honorífico por toda su carrera en 1986 y al año siguiente finalmente lo consiguió por su papel de viejo zorro del billar en , cuando tenía 61 años y una larga carrera a sus espaldas. Dos premios seguidos tras siete candidaturas por (1958), (1961), (1963), (1967), (1968), (1981) y (1982).
"Es como perseguir a una mujer preciosa durante 80 años", dijo el actor al recibir el premio, al que siguieron otras dos nominaciones, por (1994) y (2002), su despedida del cine por la puerta grande, en un duelo interpretativo de altura junto a Tom Hanks. No obstante, en 2005 ganó un Emmy y un Globo de Oro por su aparición en la mini-serie para televisión .
El guapo de Hollywood
Nacido el 26 de enero de 1925 en la localidad de Shaker Heights (Ohio, EEUU), el joven Newman, tras servir en la Marina durante la II Guerra Mundial como operador de radio, dirigió sus pasos hacia el Actor's Studio de Nueva York. Su belleza clásica no pasó inadvertida y logró granjearse sus primeras apariciones en los teatros de Broadway y en series de TV.
Debutó en el cine con (1954) una película tan mala que cuando se estrenó en televisión el propio Newman publicó un anuncio en la prensa pidiendo disculpas. Fue el papel de boxeador Rocky Graziano -originalmente destinado a James Dean- en el filme (1956), dirigido por Robert Wise, el que llamó la atención de la crítica y los productores de la industria, que vieron en él a la próxima gran estrella de Hollywood. Lo que se confirmó dos años más tarde con, una adaptación suavizada de un texto sureño de Tennessee Williams, en el que formó una inolvidable y bellísima pareja con Elizabeth Taylor.
En los años siguientes Newman correspondió a la confianza depositada en él y fue el motor de éxitos de taquilla tan relevantes como (1960), (1963), (1966) o (1969), junto a su amigo Robert Redford, con quien repetiría en (1973), ambas bajo las órdenes de George Roy Hill. Entretanto, dirigió , que logró candidaturas al Óscar a la mejor película y a la mejor actriz, para su esposa Joanne Woodward; (1971) y (1972).
El amor de Newman
Woodward y Newman, que coincidieron en la grabación de (1958) y fueron padres de tres hijas, formaron uno de los matrimonios más sólidos de la industria -"¿Para qué hacer el tonto con hamburguesas si tienes un filete de primera en casa?"- y fijaron su residencia en Connecticut desde que decidieron abandonar Hollywood en 1960. Se casaron en Las Vegas el 29 de enero de 1958, un día después de que Newman obtuviera el divorcio de Jackie Witte, su primera esposa, con la que tuvo tres vástagos.
En los setenta sus apariciones en el cine se fueron reduciendo y alternó fracasos sonados, como (1974), con grandes éxitos como (1977), y en esa época germinó su pasión por las carreras de coches (fue co-propietario de un equipo profesional). Más tarde fundó Newman 's Own, una compañía alimenticia cuyos beneficios -más de 100 millones de dólares anuales (66,7 millones de euros)- son destinados a fines benéficos, una faceta altruista iniciada tras la muerte de su único varón, Scott, por sobredosis de drogas.
Enfilando su madurez comenzó a apostar por apariciones en cintas de directores reputados como Sydney Pollack () o Sidney Lumet (). (1990), de James Ivory, volvió a reunir en la pantalla al matrimonio Newman . Le siguieron algunas intervenciones memorables en (1994), de los hermanos Coen, y (1998), de Robert Benton, y también concesiones comerciales como (1999), con Kevin Costner.
Pero la retina cinéfila guardará como oro en paño el último regalo que Newman hizo al cine en : ese John Rooney, capo de la mafia irlandesa en el Chicago de los años 30, que se debate entre la defensa de su hijo biológico y el amor por Michael Sullivan (Hanks), huérfano al que crió y trató como propio.