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Un momento del concierto de Rozalén. Edu Botella / AGM

Una noche en familia con Rozalén

La artista albaceteña presenta en Murcia 'Cuando el río suena…', su último disco, con un concierto tan vibrante como emocionante

Alberto Frutos

Viernes, 3 de noviembre 2017, 12:57

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Desafiando al calendario con un escenario repleto de flores primaverales, Rozalén regresó a Murcia, la ciudad que la adoptó en su etapa universitaria y en la que empezó a construir su carrera artística, para inaugurar por todo lo alto la gira de presentación de su último trabajo, 'Cuando el río suena…'. Y pese a las imposiciones de toda primera vez, el temblor de las manos se originó más por emoción que por inseguridad, las lágrimas se escaparon por pura sensibilidad y no por decepción y el después llegó como un suspiro, breve y cortante, luminoso y feliz. Siempre terminan demasiado pronto los momentos que podrían durar una eternidad. Este primer jueves de noviembre lo fue. Y es que, sucedió todo lo que uno hubiera deseado que sucediera en una cita de estas circunstancias, comenzando con unos nuevos temas que se adaptaron a la perfección a un repertorio repleto de aciertos.

Cuesta creer que canciones como 'La puerta violeta', encargada de romper el hielo, 'La que baila para ti', 'El hijo de la abuela' o la bellísima 'Amor prohibido' acaben de llegar, especialmente por la pasión y la precisión con las que están interpretadas. Debutaban, sí, pero sonaban rodadas, espléndidas, como si llevaran con nosotros toda la vida. El tiempo dirá si terminan colándose en la memoria colectiva acompañando a joyas como 'Para los dos', 'Bajar del mundo', 'Ahora' o 'Saltan chispas', que sonaron pletóricas, pero argumentos tienen de sobra. Sobre todo, porque, por encima de lo estrictamente musical, cuentan unas historias capaces de colocar el nudo en la garganta de una forma especial. Rozalén, culpable y víctima de esta desnudez emocional, sabe el material que tiene entre manos y, por eso, lo maneja con una delicadeza aún mayor. Sin ir más lejos, la presentación de 'Justo', probablemente la mejor canción que haya escrito hasta la fecha, ejemplificó hasta qué punto se ha volcado la artista en bucear dentro de sí misma y de sus recuerdos, propios y familiares, para arrancar unas melodías y unos estribillos tan complejos como arrebatadores. No son sus temas más accesibles, pero sí los más importantes. Por eso, observar como la artista dejaba que las lágrimas rozaran sus mejillas al hablar de la historia de aquel tío abuelo que se marchó al frente para no regresar hasta ser encontrado recientemente en una fosa común, iba mucho más allá de lo que representa un concierto en sí mismo. Veíamos a Rozalén, pero también a María.

Después de ese momento, nada fue igual en una noche que pasó a convertirse, de manera definitiva, en un encuentro entre amigos, una celebración del cariño, la complicidad y el amor que, por tener, hasta tuvo una pedida de matrimonio en directo. La respuesta, por si alguien está sufriendo, fue un sí rotundo celebrado hasta el éxtasis por un Auditorio Víctor Villegas lleno hasta la bandera, entregado por completo a la causa. Uno de los grandes momentos de un concierto en el que también tuvimos una colaboración sorpresa protagonizada por los murcianos Jamones con Tacones, responsables de sustituir al mismísimo Kevin Johansen en la estupenda 'Antes de verte'; una explosión de ternura con 'Las hadas existen' y su coro improvisado de niñas; excelentes versiones de Violeta Parra ('Volver a los diecisiete') y de Aute, con la que volvió a quedar demostrado que nadie canta 'La belleza' como Rozalén; rock vibrante con 'Será mejor'; cumbia con 'Somos' o, palabras mayores, la maravillosa 'Me arrepiento' y su estructura de ranchera con adornos copleros. Sumad a todo esto la locura general con una '80 veces' que sigue funcionando como un reloj, la confirmación de que '‘Girasoles' ha llegado para quedarse y la épica de emoción desbordante de 'Comiéndote a besos' y 'Vuelves', extraordinarias ambas, y el resultado no puede ser otro que memorable.

Más de veinte temas repartidos a lo largo de dos horas y media y guiados por el mejor faro posible, la voz de Rozalén, un elemento capaz de romper y reconstruir la armadura más contundente de la forma más sencilla y en cuestión de segundos. Siempre al borde, en permanente lucha por quebrarse y sobrevivir, la manchega hipnotiza y conmueve, dispara a matar con balas que nacen en la garganta y resucitan en el pecho. Es una voz única que encuentra siempre el lugar más idóneo en el momento más oportuno. Menuda suerte la nuestra de poder seguir disfrutando de ella, de observar con admiración como crece disco a disco, como alcanza distintas cimas sin perder la perspectiva y el sentido del humor por el camino. Los pies en el suelo y la cabeza a la altura justa para observar y desentrañar nuestros secretos, que son los suyos. Rozalén volvió a Murcia para demostrar que nos sigue conociendo bien, que se siente en casa, que somos su familia. Con noches así, es imposible no pedir con impaciencia el próximo regreso.

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