Sánchez da el cante en Eurovisión
Tempus fugit ·
La espantada de España le ha venido de perlas al líder socialista para desplegar la enésima cortina de humo que oculte, o al menos disimule, los escándalos de presunta corrupción y acoso sexual que lo acorralan y que se suman a las presiones y amenazas de sus socios parlamentariosEntre las diez estrategias de manipulación mediática descritas por el prestigioso lingüista Noam Chomsky, destaca en primer lugar la de la distracción: «Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real», escribe el también analista político en su obra 'Armas silenciosas para guerras tranquilas', la cual, aunque lo desconocemos, bien podría ser uno de los libros de cabecera de Pedro Sánchez. Al presidente se le pueden achacar muchos defectos, pero deslumbra a propios y extraños por una gran virtud, su capacidad de sorprender con decisiones que suelen coger a sus enemigos con el pie cambiado, en fuera de juego, y que acaban beneficiándole para mayor gloria de su ego infinito.
Esa chistera convertida en un pozo sin fondo de la que ya he hablado en alguna ocasión en este mismo espacio de opinión, ha vuelto a cobrar protagonismo esta semana al ritmo de acordes musicales, los del festival de Eurovisión. Para un acontecimiento internacional que verdaderamente une al país -los españoles somos una piña cuando participamos en este certamen de la canción-, va el jefe del Ejecutivo y se lo carga de un plumazo como protesta por la participación de Israel. Así, sin preguntarle al pueblo su opinión, sin encuesta ciudadana a través de internet, sin tener en cuenta el voto popular, tan determinante en este tipo de concursos.
Ironías al margen, el boicot de RTVE a Eurovisión por la concurrencia de los hebreos -indudablemente ordenado por Sánchez- va en la línea de la postura adoptada por la diplomacia española desde los inicios del conflicto en Gaza, pero choca y no termina de entenderse del todo una vez firmado el acuerdo de paz promovido por Donald Trump y celebrado en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij, adonde, por cierto, acudió el mandatario socialista para hacerse la foto y promocionar su imagen de estadista mundial que tanto le gusta. Ya sabemos que se trata de una paz precaria, cogida con pinzas, pero si uno se adhiere al tratado que la ampara, asume de algún modo que se abre un nuevo tiempo tanto para el agredido como para el agresor, al que se ha intentado mandar con la música a otra parte, aunque sin éxito. El hombre de Sánchez en la televisión pública ha secundado la corriente para vetar al país de Netanyahu en Eurovisión y le ha salido el tiro por la culata. Si bien, la espantada de España le ha venido de perlas al líder socialista para desplegar una cortina de humo -la enésima ya desde que accedió a La Moncloa- que oculte, o al menos disimule, los escándalos de presunta corrupción y acoso sexual que lo acorralan y que se suman a las presiones y amenazas de sus socios parlamentarios, con los independentistas de Junts a la cabeza. Salvo los datos macroeconómicos, apuntalados por unos índices de crecimiento más que aceptables, las malas noticias se le acumulan en su entorno más próximo.
Quien fuera secretario de Organización del PSOE y mano derecha de Sánchez en sus horas más bajas, el exministro José Luis Ábalos, duerme entre rejas desde el pasado día 27, no sin antes haber grabado en vídeo una serie de dardos envenenados perfectamente planificada con la clara intención de dejar en evidencia el desconocimiento que el presidente del Gobierno alega cada vez que los periodistas lo ponen contra las cuerdas exigiéndole explicaciones sobre los turbios asuntos que relata sin pelos en la lengua el exministro. Aparte de por convertirse en el primer diputado en activo que entra en prisión en la historia de nuestra democracia, Ábalos será recordado por su afición a las prostitutas mientras se le llenaba la boca en el Congreso defendiendo un feminismo que, a tenor de los audios incautados por la Guardia Civil, le importaba un bledo.
El «somos un Gobierno feminista» que pregona Pedro Sánchez se ha vuelto a desinflar ahora como un globo a cuenta del 'caso Salazar', el exasesor de Moncloa y exmiembro de la Ejecutiva Federal del PSOE acusado de presunto acoso sexual por dos mujeres que de forma anónima atribuyeron al político sevillano supuestas actitudes machistas. Los testimonios de las dos trabajadoras de la sede presidencial contra quien era su jefe detallan conductas repugnantes: «Llegaba por la mañana y te decía el buen culo que te hacía ese pantalón o te pedía que le enseñaras el escote». «Lamentamos no haber arropado suficientemente a las personas que han presentado las denuncias», señala ahora la dirección socialista que, sin embargo, no tiene claro si llevará o no ante la Fiscalía estas revelaciones. Y es que hacerlo sería aceptar, indirectamente, el error de haber colocado a un posible acosador donde se cocinan las principales estrategias políticas del Gobierno.
Y en medio de este barullo se ha cruzado Eurovisión. Tras más de 60 años sin faltar a la cita, España no enviará a ningún representante y dejará a millones de eurofans sin aliciente. Conviene, en cualquier caso, no dramatizar más de la cuenta con este polémico abandono, apoyado seguramente por buena parte de la ciudadanía, harta ya de la masacre en Gaza. Guerra y música. Paz y oportunismo político. No sabemos qué opinará Massiel de todo esto.