Humor a punto de nieve
Propios y extraños ·
Javier Muñiz Pérez, 'El Bokyna', cocinero, humorista y batería de 'Los Pepsicolos': «Me encontré con una osa en el bosque y los dos nos miramos durante 15 segundos eternos»A él, que lo rebautizaron 'El Bokyna' «porque no me callaba nunca», se le cortó el habla en medio del bosque leonés que lo vio nacer. «Escuché un estruendo de hojas y ramas pisadas y de pronto la vi. Era una osa a cuatro patas. Me impresionó su corpulencia. Nos miramos a los ojos durante 15 segundos eternos, y luego se marchó», no olvida Javier de su infancia agreste por cuevas y montañas nevadas.
Como no quedó rastro de trauma, siguió cascando hasta la actualidad, en la cocina y en sus conciertos, en casa y, dentro de poco, en el escenario. Ahí lo hará sin piedad, a tumba abierta con su pareja humorística, Fran Andreu. «Ya teníamos conversaciones muy surrealistas y ahora lo haremos en público, con algún número musical con el ukelele y algunas letras graciosas», convoca Javier para las noches de septiembre en la tetería Triskel de Lo Pagán. «Queremos cautivar al público y, si se ríen solo dos personas, pues de maravilla, aunque solo seamos nosotros dos», saca partido Javier, seguro de que «la vida sin humor no sirve para nada. Hay que sacarle punta hasta a las tragedias, así que hablaremos de cosas que nos pasan a todos y daremos consejos sobre cómo cortar con la pareja». Incluso en la melancolía encuentra partido: «Estar triste también es necesario. Me han salido muy buenos poemas gracias a la tristeza», se reafirma.
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Quién Javier Muñiz Pérez.
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Qué Cocinero, músico y humorista.
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Dónde Santiago de la Ribera.
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Gustos La repostería, el rock punk y el humor.
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ADN Optimista y trabajador.
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Pensamiento «El humor te hace mirar lo positivo de la vida hasta en lo más negro».
El joven cocinero se siente «más cómodo tomándome las cosas a risa, menos en el trabajo, que soy muy serio», se anuda el delantal en los fogones de Promenade, los salones de celebraciones de Murcia que lo enfrentan al reto de «dar de comer a 500 personas con excelencia, para que la gente se sienta feliz». No le asusta el estrés de las cocinas en ebullición, con los nervios en volcán: «Cuando hay 'feeling' es divertido. Además soy el único chico en la cocina del chef Cayetano Gómez».
«Mi crié entre vacas. Echo de menos a mi abuelo y la naturaleza plena»
Entre risas y largas jornadas de trabajo, ha logrado ya algunas obras de vitrina: «Tengo una receta del 'cheesecake' que es la mejor del mundo, pero no la cuento», presume sin disimulo, aunque su momento cumbre gastronómico llegó con su crema de pistachos con base de chocolate y crema pastelera, crujiente de chocolate y esponja de bizcocho. «Tuve muy buena nota y felicitaciones», le centellea el diente.
De esa querencia por el primor repostero nace su pasión por la cocina japonesa. «Tienen infinidad de productos, salsas y preparaciones. Me encanta que detrás de cada bocado haya tanto esfuerzo», milita Javier entre los exploradores del sushi. Nada que ver con la infancia culinaria a base de embutidos de matanza porcina y ternera leonesa que alimentaron al cocinero humorista en los gélidos inviernos. «Me crié entre vacas. Echo de menos a mi abuelo y la naturaleza plena, esa que no tiene nada de civilización en varios kilómetros», nació Javier en Villaseca de Laciana, donde la nieve te enseña a ser autosuficiente. «Aprendí a valorar el trabajo, porque allí cualquier cosa que quieras hacer te cuesta esfuerzo», se trajo Javier al Mar Menor.
No tuvo que fatigarse mucho para divertirse con las baquetas en la mano de Los Pepsicolos, su banda de punk rock, que de momento se ha quedado sin burbujas por la doble o triple actividad de sus componentes. «Hicimos bastantes conciertos con nuestras canciones sobre robots y el espacio», cuyo estilo define Javier como «música cañera para frikis adolescentes». «Es que vivo ahora mi segunda adolescencia porque empecé a trabajar muy joven», quiere abarcar el cocinero todo lo que quepa entre sus brazos: los aderezos nipones y el micrófono, la tarta de queso y la batería. «Estoy en esa época en la que digo a todo que sí», reconoce con su barba y pelambre a lo Martín Romaña. Le crecen a Javier ya las patillas en forma de Italia, al punto para su 'hit' con el ukelele, el 'Volare' de Domenico Modugno, reservado para las reuniones de amigos.