Druida con caracolillos
Propios y extraños ·
Yolanda Pérez, experta en hierbas, cortadora de jamón y percusionista, hizo huelga de hambre para estudiar. «En mi pueblo a veces cae una cabra del cielo en la plaza», ha vistoALEXIA SALAS
Lunes, 27 de agosto 2018
Los campos de Puerto Lumbreras tienen las pisadas de ardilla de Yolanda, que salta por riscos y picachos para aspirar el aroma del tomillo y la jara. Ella se alimenta de las esencias en esos retiros-caminatas que los demás siempre posponemos, aunque ahora, con la lesión de tobillo brinca menos. Ni mucho menos se queja: «Tengo que agradecerle al universo que me haya parado en seco», reverencia el instante en que una caja le aplastó el pie «y me peló el nervio del túnel tarsiano, porque me despertó y me hizo dejar una profesión en la que estaba forzada», dejó atrás Yolanda la sacrificada hostelería para tirar al monte.
Experta cortadora de jamón, ha impartido cursos y deleitado a miles de comensales con su sabiduría del pernil: «Sé tanto de jamones por formación, pero también porque mi padre hizo un secadero y los cubríamos de sal, los secábamos, los curábamos en casa durante meses», se escapa tras los aromas de Belarde, su pueblo jienense a la falda de la sierra de Cazorla, por donde las tropas de Napoleón se replegaron magulladas y marchitas.
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Quién Yolanda Pérez.
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Qué Experta en hierbas, cortadora de jamón y percusionista.
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Dónde Puerto Lumbreras y San Javier.
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Gustos La naturaleza y el jazz flamenco.
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ADN Sensible e inquieta.
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Pensamiento «La mayor enfermedad del ser humano es el olvido».
«El sonido de mi pueblo es la cascada de agua que cae de la roca directamente en la plaza. Le llamamos el 'goterón'. Mejor que no te pille debajo», advierte Yolanda, quien avisa de que «a veces también cae del cielo en plena plaza una cabra que ha dado un traspiés arriba». Otra contingencia a evitar.
«Se nos olvida que fuimos niños privilegiados por ir al río a bañarnos; ahora si no vas a un 'spa' no eres feliz»
La infancia se le extravió en el bosque, donde «el dinero solo hacía falta si tenías que comprarte ropa porque cada familia se autoabastecía con un huerto y su granja de marranicos, pollos, conejos y palomas». Con su madre «envasaba membrillo, espárragos de la sierra y melocotones en almíbar, amasaba pan de higo, aliñaba aceitunas y embotellaba licores». De su padre aprendió los remedios naturales: «Si nos picaba algo, nos aplicaba un ungüento de arcilla. Si nos dolía la barriga, un emplasto de mejorana». «Él investigaba, indagaba el poder de la naturaleza, y yo quería ser médico. Me iba a la consulta del doctor don Antonio, que venía una vez a la semana al pueblo a atender las picaduras de víbora o las caídas, y me sentaba a su lado a pintar garabatos como si hiciera recetas», soñaba Yolanda a través de su ventana infantil.
Cuando llegó la hora de elegir, a Yolanda le señalaron la despensa hogareña y a ella se le encabritó la sangre: «Hice huelga de hambre para poder estudiar, pero aunque logré convencer a mi padre, en la ciudad más cercana lo único que había era 'Administración y gestión de empresas'».
Potingues y alcachofas
Ha regresado Yolanda a esas tierras arrasadas de la vida silvestre. «No a mi pueblo, porque mi hogar está en ruinas, pero sí a esa conexión con la naturaleza, a aprovechar lo que nos da, esas plantas que nos acogen como a los bichillos», reconoce el diente de león y la liebre, la rama y el relámpago. «Recolecto semillas para que germinen, cada una a su tiempo, como el hipérico, que ayuda con la ansiedad, la inflamación y las hemorroides», recomienda la druida murciana, dedicada al «cultivo de plantas y la elaboración de potingues y alcoholes». «La pulpa de aloe vera con zumo de manzana elimina toxinas, el limón hidrata la piel agrietada, y el corazón de la alcachofa cruda es digestivo», comparte Yolanda. No se le escapa que vivimos en ciudades concebidas para olvidar: «La mayor enfermedad del ser humano es el olvido. Se nos olvida que fuimos niños privilegiados de ir al río a bañarnos. Ahora, si no vas a un 'spa' no eres feliz».
Yolanda ha fundido el tai chi -«me viene de mi padre, que imitaba a Bruce Lee cuando no lo veíamos», revela- con el Ubuntu, «filosofía africana enfocada a la lealtad de las personas. Yo soy porque tú eres», defiende la cooperación a contracorriente.
Para ahuyentar las alimañas del pensamiento hace sonar su cuenco tibetano o su cajón. «El corte de jamón es puro tai chi flamenco», defiende. Para congeniar con la armonía, aconseja «pensar solo en lo que estás haciendo. Yo toco jazz y flamenco. Taca taca bumbum, pero si piensas en lavar los platos, se acabó el taca taca».